El Papa es una carta de poder. Nos recuerda que no es posible comandar una empresa sin ayuda de una visión espiritual. Que cualquier unión fundada únicamente en lo material terminará antes o después por fracasar.
Como la gran mayoría de arcanos del Tarot, El Papa advierte y aconseja pero no determina. En cualquier caso, deja claro que las creencias religiosas no deberían ser tan despreciables como nuestra época está empeñada en considerar. Puesto que la unión de los seres humanos en pos de una idea superior es uno de los mayores catalizadores que existen. Nos quejamos constantemente del sinsentido actual pero ahí nos quedamos. En la crítica constante. Sólo algunos dan el paso de crear y muy pocos el de intentar cambiar.
El Papa nos anuncia que ese deseo de transformación tampoco saldrá bien si no lo hacemos por un afán de trascendencia. Que cualquiera de los acontecimientos que afrontamos en esta vida tienen un reflejo en el plano astral. Y que el verdadero triunfo radica en la hermandad. De hecho, las grandes victorias acostumbran a llegar gracias a la unión y la fe -a veces ciega- en una idea. Desde las deportivas hasta las empresariales. El capitalismo sin el protestantismo no hubiera tenido un manto ético que lo resguardara y sin el cristianismo, Occidente hubiera protagonizado aún mayores desastres financieros y bélicos.
No obstante, El Papa también nos habla con claridad de los peligros del poder espiritual. Pues, al fin y al cabo, nos encontramos actualmente dentro del plano terrenal.
El Papa parece estar secretamente complacido con las reverencias que le realizan sus feligreses. En este caso, dos figuras parecidas a monaguillos. Y eso nos advierte de un peligro que corren incluso los más elevados y respetados gurús: la complacencia. El deseo de ser adorados y respetados. Ciertamente, muchos profetas espirituales han acabado formando sectas. Han controlado a grupos de personas distorsionando unas ideas que, en principio, resultaban estimulantes y podían haber ayudado a provocar determinadas transformaciones y catarsis colectivas.
El Papa, en esencia, nos habla de las dificultosas relaciones entre poder y espíritu. Antes me refería al protestantismo y al cristianismo. Sin ellos, no habría prácticamente aliento espiritual en este mundo tecnológico y decadente. Pero, igualmente, las luchas entre protestantes y católicos fueron las responsables de cientos de guerras que desangraron Europa y de miles de anécdotas violentas y salvajes dignas de aparecer en cualquier historia universal de la infamia.
Por lo tanto, El Papa es una carta dividida en dos partes y fronteras. Y nos dirá una cosa u otra dependiendo del punto de vista con el que nos identifiquemos. Si lo hacemos con el sumo Sacerdote, hemos de tener en cuenta -repito- la vertiente ética de nuestra empresa. No caer en la egolatría ni abusar de nuestra influencia sobre otras personas y menos aún, transgredir las reglas espirituales en nuestro beneficio. Y si nos identificamos con las dos figuras postradas ante la suma majestad, deberíamos tener cuidado de no caer en extremismos. En el fanatismo y la idolatría. Pues, ciertamente, no hay poder más peligroso ni supersticioso que el religioso. Aquel que habla en nombre del más allá y tiene los pies puestos en nuestro caótico y bello mundo.
El Papa, sí, es señor y mando. Un hombre que rige un castillo. Un presidente. Un padre de familia. Y augura un buen casamiento, la realización de un viaje o el franco destino de una acción. Éxito en nuestras empresas. Posee un cetro en su mano izquierda que abre infinitas puertas y los años suficientes para tomar decisiones sabias y ponderadas. A pesar de que hay cierta obstinación en su mirada que anuncia posibles venganzas y traiciones contra sus enemigos. Aquellos que se opongan a sus decisiones.
El Papa es el arcano posterior a El Emperador. El hombre destronado que al fin ha retomado al lugar que deseaba ocupar en la vida. El lugar que le pertenecía por derecho, nacimiento y méritos. Pero, probablemente, la carta tenga una conexión más íntima con el arcano XV: el Diablo. Puesto que detrás de todo poder religioso siempre asoma la sombra del mal. Es tan difícil mantener una actitud completamente ética y poseer un alma pura, que es inevitable que las sombras se entremezclen con las luces de cualquier persona. Sólo hay que volver la vista, por ejemplo, al fanatismo con el que muchos prosélitos de la izquierda defienden sus causas. Con un ardor cercano a ese fascismo al que dicen oponerse.
Las censuras promovidas por la izquierda actual poseen, en este sentido, un cierto regusto religioso. Nos recuerdan al lado negativo del arcano El Papa. Un hombre dotado de una gran clarividencia y serenidad que, no obstante, es humano y como humano, puede cometer todo tipo de errores y fechorías únicamente subsanables por la fe. Esas convicciones espirituales que El Papa alienta al mismo tiempo que hace sospechar de ellas. Shalam
Supongo que deben existir ya unos cuantos ensayos o tesis universitarias en los que se realicen todo tipo de comparaciones y analogías entre la obra...
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