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Simios y hombres (3)

Ene 23, 2021 | 2 Comentarios

Concluyo aquí con el repaso a la saga de El planeta de los simios iniciado a principios de la semana. Mañana, eso sí, habrá una pequeña e intensa coda dedicada al mismo tema. De momento, dejo este último avería. Ahí va.

Simios y hombres (3)

Escape del planeta de los simios es un filme que realiza una crítica mucho más despiadada de lo que en principio podría parecer a nuestra sociedad de consumo. Obviamente, resulta absolutamente inverosímil que tanto Zira como Cornelius logren realizar a la inversa el viaje llevado a cabo por Taylor. ¿Quién podría creer en algo así? Pero gracias a este detalle, la saga nos aportó una de sus imágenes más deliciosas e icónicas: la de un trío de astronautas simios retirándose el casco frente al confundido y asombrado ejército norteamericano y los espectadores. Ante una escena tan potente, ¿qué más da la verosimilitud? De hecho, venía hoy pensando que, en caso de ponernos exquisitos y exigir absoluta rigurosidad, la mayoría de los libros de ciencia ficción no existirían. Serían quemados, como lo fueron los de caballería, en una hoguera alentada por la ama y la sobrina de don Alonso Quijano en la célebre obra de Cervantes. Obviamente, ni el cura ni el barbero incluirían en las obras salvadas de la quema a la película dirigida por Don Taylor. Pero esto, obviamente, no tiene ninguna importancia. De hecho, aumenta su encanto.

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Hay dos o tres aspectos que me fascinan de esta película. Como todos los productos de serie B (aunque yo diría que Escape se encuentra a medio camino de la A y la B) es mucho más explícita que otras obras más refinadas y cuidadas. Algo que creo que ayuda bastante a su desarrollo que, en algún aspecto, me recuerda a un capítulo de Los Simpson. Sobre todo, repito, en la impiedad con la que realiza una crítica a los mass-media. Creo que porque lo que desea contar era mejor hacerlo con trazo grueso que sutil.

Sin dudas, es la más humorística y satírica de todas las partes y por eso mismo la más cruel. Causa realmente desazón cómo los poderes políticos se vuelven contra los simios recientemente convertidos en celebrities y me resulta muy relevante la ferocidad con la que la policía mata supuestamente al hijo de Zira y Cornelius. Un acto de barbarie civilizada digno de un filme de Peckinpah. Ah, por supuesto, adoro la aparición de Ricardo Montalbán. Su bizarra aparición aumenta el encanto de un filme que por cierto tiene un final parecido al de La profecía. Aunque probablemente esté más cerca en sus formas de ¡Está vivo! de Larry Cohen que de la peli de Donner.

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La rebelión de los simios es otra pasada. En este caso, soul y funk. Estoy harto de leer críticas en foros llenas de razón si tiramos de lógica narrativa, pero incapaces de empatizar afectivamente con una obra de la que casi que diría lo mismo que la anterior. Que su trazo grueso no la perjudica en absoluto. La beneficia mucho. Bastante a menudo, cuando las superproducciones intentan describir a las sociedades totalitarias lo hacen de forma tan cuidada y veraz que pierden de vista su vertiente salvaje. En ocasiones el director se encuentra tan preocupado por un encuadre, el vestuario de época o la fotografía que no termina de encauzar la atmósfera opresiva del filme. En La rebelión esto no ocurre. De hecho, es absolutamente directa y frontal. Una cruda muestra de las tesis contenidas en Vigilar y castigar y de la deriva totalitaria de ciertas sociedades modernas. Obviamente, su final es muy difuso. La conclusión pensada en principio era la ideal: los simios guiados por César mataban a puñetazos, llenos de rabia, a Breck, el gobernador fascista, y alzaban sus brazos furiosos y vengativos. La rebelión comenzaba. La estatua de la Libertad caería en un plazo breve. Sin embargo, se cambió en post-producción por uno mucho más edulcorado en el que César da un discurso humanista vergonzante que no casa con la estética fría y dura de una película que, en caso de tener un gran presupuesto, podía haber alcanzado amplias cimas.

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La rebelión de los simios fue leída como una feroz crítica a la Norteamérica de los disturbios raciales de Detroit. No me extraña porque su apuesta por la raza negra era tan contundente que prácticamente es un filme Blaixploitation. Parece broma pero soy sincero al confesar que no me importaría volver a verla en sesión doble junto a Escape en un cine de verano y que, entre medias, algún dj pinchara temazos de James Brown, Funkadelic o Sly & The Family Stone. Me gustaría saber por cierto la opinión de Quentin Tarantino sobre este filme. Aunque puedo imaginármelo disfrutando en el video-club de muchas de sus escenas y rebobinando la videocasetera para comprobar el tono de voz de César o analizar con frialdad de cinéfilo y amor de fan las escenas de tortura.

Ricardo Montalbán por cierto, como siempre, juega su propio partido. Más allá de su interpretación, me quedo con su look e indumentaria. ¿Quién dijo que los 80 fueron la década más fardona estéticamente? La aparición de Ricardo pone muy en duda esa afirmación. Mucho.

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Lo que más me gusta de La batalla por el planeta de los simios, además de contemplar a John Huston caracterizado de simio, es que tal vez involuntariamente, anticipa un porrón de filmes nihilistas y post-apocalípticos que harían furor en la década de los 80 tras el éxito de Mad Max. A estas alturas, el presupuesto para el rodaje era paupérrimo, el público ya estaba un poco cansado y todos eran conscientes de que la saga debía tomarse un descanso de los cines. De hecho, regresaría de forma un tanto irregular en la televisión y de manera notable en el cómic. Pero cinematográficamente, el invento no daba más de sí. No obstante, La batalla es una golosina. Obviamente, no la contemplaría tras El halcón maltés o Retorno al pasado. Pero pagaría lo que hiciera falta por verla en medio de una fiesta Atari o proyectada en la pared de una discoteca con música ochentera de fondo. La batalla no tiene medios técnicos. Tiene un guión lioso. Pero aun así, tiene algo de lo que carecen múltiples películas actuales: alma y simios.

Su final ha sido muy comentado. Algunos piensan que es optimista y otros pesimista. Yo siempre he pensado que la estatua de César lloraba emocionada por haber contribuido a alcanzar la paz entre simios y humanos. Pero tal vez esté equivocado. En lo que creo que no me equivoco -aunque tal vez también lo esté- es en considerar su esperanzadora conclusión como un preludio de la de El retorno del Jedi. Tal vez porque entre Chewbacca, los Ewoks y los simios diseñados por John Chambers percibo muchas más similitudes que diferencias. ¿Qué más da? Cuando vi este filme con 14 años me fui a la cama realmente contento y hace unos días me volvió a ocurrir lo mismo. Eso es algo que apenas me sucede ya y creo que tiene que ver con que quienes estaban detrás de esta saga disfrutaron de su realización como niños. Se divirtieron tanto o más que los espectadores. Probablemente porque concibieron una película y saga que describía una realidad sórdida y desesperanzadora con el espíritu de las viejas películas de aventuras. Shalam

تحتاج الأديان إلى الظلمة لتشرق

Las religiones necesitan de la oscuridad para brillar

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:……cuatro para uno y una cadena exagerada en el tamaño de sus eslabones………….
    2ºimagen:……te agradezco mucho los regalos que me haces, humano…..quizas platanos?………..
    3ºimagen:……es asombroso lo bien que hemos salido en la foto……….
    4ºimagen:…una ambigüedad….si mono = negro……como es posible un juicio entre brothers…
    5ºimagen:…..es la prueba del nueve animal…….no huimos del fuego!!!!!, luego somos………
    6ºimagen:……arenga en todo lo alto…..algo muy comun aqui……….

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    • Mercader

      1) Afiche caído en un colegio de niños días después del estreno de la película. 2) La gran comedia. 3) ¿Dónde estamos? ¿De dónde vendrá el golpe? 4) ¿Quién es ahora el jefe? 5) Marabunta simia. 6) ¡Seré el último y el primero! Así habló Zaratrustra de Strauss mezclada con un fondo de música disco apocalíptica.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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