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Pantera

Mar 3, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a John Coltrane. El cual recomiendo leer escuchando un pequeño fragmento del concierto que, como integrante de la banda de Miles Davis, daría en marzo de 1960 en el teatro Olympia de París.

Pantera

Hay algo en  el saxo de John Coltrane que es intransmisible. Cuando lo escucho durante más de una hora, llega un momento en el que pierdo la noción del tiempo. Tengo la impresión de que, incluso en sus más furibundos solos, Coltrane estaba invocando el silencio. Parecía estar recorriendo fronteras desconocidas. Creando notas nuevas. El músico norteamericano siempre logra cuando escucho uno de sus discos centrales que, durante varios instantes, me pregunte dónde me encuentro. Creo que porque era mucho más que un innovador. Era un descubridor de mundos. Un místico. Sus solos son una mezcla entre un monólogo divino y el grito de una pantera negra. Entre un salmo y una herida de guerra.

Coltrane era de esos escasos artistas que crea realidades. Si hubiera sido pintor hubiera originado un nuevo movimiento más por pasión y por intuición que por raciocinio. Hay lugares que él vislumbró donde no ha llegado nadie. Le bastaba cambiar un adjetivo de sitio como en el caso del famoso título del Lp A love supreme (que, siguiendo las estrictas reglas gramaticales debería haberse titulado A supreme love) para invocar viajes por insólitos planetas.

En realidad, todo ser humano posee una zona intocable que tan sólo conoce él y que, por más esfuerzos que haga por dar a conocer, nadie podrá comprender ni penetrar. Coltrane sin embargo superó esa barrera. Nos mostró los linderos de su mundo interior de tal modo que me parece completamente normal que alguien se maree al escucharlo. Porque su música, aunque aparentemente siga un patrón y pueda ser acotada en una partitura, siempre desborda sus límites y sorprende con un tono imprevisto, un pasaje inédito, una melodía parecida a una alucinación que se enreda en nuestra mente como el cuerpo de una serpiente sobre su víctima.

Si un matemático quisiera traducir a reglas y fórmulas sus fraseos con el saxo llegaría un momento en el que se perdería. Se volvería loco. Habría que internarlo en un manicomio. Ya que tendría que formular hipótesis sobre problemas nunca antes entrevistos en los que, a pesar de tener todos los datos y cifras claros, nunca alcanzaría a tener la misma solución. En un tema de Coltrane el resultado de multiplicar 2 por 2 sólo a veces es 4. Sus discos, sí, son ruletas rusas. Disparos a cielo abierto que siempre alcanzan el cuerpo de alguien.

Ciertamente, creo que a Coltrane no hay que escucharlo en pequeñas dosis sino en amplias. Si el oyente quiere darse de bruces con el corazón de su música debe aventurarse por sus discos durante varias horas y estar preparado para perderse. Uno no escucha a Coltrane para reconocer la melodía que ama ni para rememorar los intensos instantes en que escuchó algún tema sino para descubrir algo nuevo sobre sí mismo y el mundo. Por eso a veces es incómodo pinchar sus discos. Porque no sabemos lo que vamos a encontrar y los oyentes muchas veces lo que buscamos es celebrar. Repetir.

Si la cultura pop se hubiera inspirado y desarrollado según los experimentos de Coltrane, nunca hubiera caído en la retromanía. Su impulso sería ir siempre un poco más lejos. Cuando uno escucha un disco de Coltrane siempre se viaja hacia el futuro. Hacia atrás jamás.

Obviamente, si tuviera la oportunidad de asistir a varios de los conciertos más importantes de la música del siglo pasado, tengo claro que uno de de ellos sería cualquiera de los que dio junto a la banda de Miles Davis en Europa durante la gira de 1960. Los asistentes a esos recitales esperaban encontrarse al saxofonista de terciopelo que acompañaba suavemente las dúctiles melodías de A kind of blue. Pero por aquel entonces, Coltrane estaba experimentando una serie de terremotos internos que lo conducían a realizar desatados y furibundos solos parecidos a vuelos de pájaros hambrientos y descompuso totalmente el ritmo de las composiciones hasta el punto de provocar el enojo (y también la admiración) de Miles Davis y la incomprensión de un público que no estaba preparado para asistir en directo al estallido de semejantes explosiones musicales.

Coltrane acababa de grabar Giant Steps. Título que preludiaba los pasos de gigante que comenzaba a dar en solitario. Y ya era imparable. Había puesto el turbo hacia el más allá. Lo que vendría después es historia viva de la música. Una serie de discos infinitos cuya escucha continuada durante años podría satisfacer los antojos de cualquier melómano. Shalam

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2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen…a love supreme…..
    2ºimagen…casi desafiante……
    3ºimagen….escorzo de esclavo de miguel angel……..
    4ºimagen…..me gustaria que fuese montado en un raton que corre por el laboratorio (ratonismo art)….
    5ºimagen…..yo si que amontono mis notas en la trompeta con unos impulsos cortos pero rapidos…..
    PD…..https://www.youtube.com/watch?v=JLqI4P4ObRg…..muy flipante……tom&jerry…..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Ritmos industriales. Ritmos de bar. 2) Isaiah Thomas. Lograré un anillo de la NBA. 3) Portada de un posible libro llamado las raíces del rythm&blues. 4) Coltrane camino a recibir un doctorado por la Universidad de Filadelfia. Hijo pródigo. 5) Fotograma de la banda que toca en el bar donde se lleva a cabo «El silencio de un hombre» de Jean Pierre Melville. PD: Graciosos los Tom y Jerry de la era Meta. Facebook. Va uno a entrar a la realidad virtual a convertirse en ratón y gato. Sentirse Tom y sentirse Jerry..jajaja

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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