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Pacíficos: el origen del sueño

Feb 27, 2023 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a un libro recientemente publicado por el pintor Ángel Charris. Un proyecto en común de ambos cuyo nacimiento intentaré explicar a continuación.

Quien lo desee, por cierto, puede leer el texto escuchando «Give a little bit» de Supertramp. Un tema que sonaba en bucle insistentemente en un chiringuito regentando por un jubilado norteamericano, donde Ángel Charris solía tomar una caipiriña de tanto en tanto durante sus viajes a la Polinesia.

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Pacíficos: el origen del sueño.

Pacíficos es un libro delicioso. La descripción gráfica de un viaje a través del país de las maravillas polinesio realizada por un pintor, Ángel Charris, que ha convertido los colores de sus cuadros en alga y musgo y la pintura en planta que absorbe y renueva la atmósfera de los lugares en los que se encuentra.

Según Ángel Charris, Pacíficos es un album de viajes, una serie de imágenes para mecerse en la brisa, un mapa de tikis vivientes y sintientes, unas sonrisas terroríficas, un mundo primitivo y poco correcto, un ukelele borracho, una biblioteca escondida en una vieja coctelería y un océano pacífico sembrado de volcanes y tifones. Complementariamente a las palabras de Ángel, para mí Pacíficos es un delicioso cofre lleno de bromas, gráciles visiones, camisas estampadas de flores movedizas, estanques orientales, sonrisas oceánicas, reconfortantes siestas y cantinelas ancestrales que mezclan el blues, el pop y el calipso.

Pacíficos es, en definitiva, un libro que recoge la brisa de las islas polinesias y transforma la visión que los occidentales tenemos de ellas en un onírico y encantador poema lleno de estrellas de coral, enigmáticas sonrisas de resplandencientes estatuas y soleados atardeceres que casi que permiten escuchar lejanos ecos de gritos de monos y cánticos de pájaros.

En cualquier caso, Pacíficos no es un libro compuesto únicamente de cuadros de Charris sino que incluye también dos textos. Uno escrito por el propio pintor, Hotel Pacífico, y otro mío, Los mares del Sur.

El relato de Charris es un divertido disparate que parece haber surgido de una indigestión de Martinis. Es un delirante cuento protagonizado por un periodista que ha de realizar una crónica de un Congreso sobre Apropiacionismo cultural y postcolonialismo y, de repente, se ve inmerso en medio de una caótica guerra estética y política.

En cierto sentido, el cuento de Charris es una risa, una carcajada tiki pero, más en el fondo, es una desprejuiciada parodia de la crítica y los Congresos artísticos. Todos esos compendios llenos de eruditos que parecen hablar una lengua extraña (alejada de las personas comunes) y que son incapaces de captar la belleza, por ejemplo, de los paisajes retratados por Ángel en Pacíficos y en su anterior Los mares del Tiki. Un libro que se complementa de forma natural con éste. De hecho, en gran medida es su anverso.

Al contrario que el de Charris, mi texto es más ensayístico aunque, eso sí, no del todo. En Los mares del Sur, hago un repaso de algunas de las experiencias sufridas por los conquistadores y viajeros occidentales desde que las islas polinesias fueron descubiertas por los europeos. Asimismo, hago referencia tanto a las obras de Charris como a diversas anécdotas de sus viajes por aquellas fronteras marítimas a las que tuve acceso ya sea porque él mismo me las relatara o por haberlas leído en los diarios que muy amablemente me cedió.

Obviamente, no todo lo que afirmo en Los mares del sur es histórico ni es completamente cierto pero tampoco todo es rigurosamente falso. Ha de ser, por tanto, el lector quien decida si le merece la pena descifrar los aspectos verídicos o imaginarios sobre la Polinesia que, como plantas malignas, brotan en mi texto o si prefiere viajar por sus líneas, dejándose seducir por el análisis que hago de las obras de Charris mientras rememoro los nombres de míticos y salvajes escritores como Robert Louis Stevenson, H.P. Lovecraft, Robert Byron o Jack London.

Dicho esto, me gustaría aprovechar este avería para explicar cómo surgió esta colaboración en común. Quien haya seguido mi trayectoria como escritor desde sus inicios, sabrá que, tras Martillo y Bruja, había anunciado que saldría una novela de piratas cuyo título era Tormenta. El problema con el que me encontré por aquello tiempos es que Bruja era una novela muy compleja y fue poco leída. Ningún libro mío ha encontrado tal silencio tras su publicación. De tanto en tanto, alguien me escribe indicándome que hizo el esfuerzo de terminarla y que, realmente, le mereció la pena la inmersión o incluso hay quienes me han asegurado que les encantó, pero también es cierto que, al menos al principio, supe de muchos lectores que no pudieron terminarla.

Como es comprensible, esto me deprimió. Pensé en dejar de escribir seriamente. Y por eso mismo, me agradó mucho recibir un mensaje de Ángel Charris para participar en un proyecto llamado Pictionary island.

El proyecto consistía en lo siguiente: Charris nos enviaba un cuadro a una serie de escritores y nosotros debíamos escribir un texto creativo. Ese era el divertido juego que dio lugar a un colorido, llamativo y sutil ensamblaje de palabras y fotografías y a una ingeniosa exposición.

En fin, aprovechando la colaboracion, Ángel me indicó que le había gustado mucho Bruja. Algo que realmente me animó. Porque, hasta entonces, apenas había escuchado el vacío tras la publicación del libro. En aquellos momentos, (año 2016) yo vivía en México y cuando, por vacaciones, regresé a España, no dudé en visitar al pintor en su estudio. Allí fue donde le hablé de la novela que me ocupaba en ese momento: Tormenta. Una novela de piratas que se desarrollaba en la Polinesia. Lo cierto es que yo no sabía que él acababa de regresar de aquellas islas y planeaba un nuevo viaje a ellas. Así que ambos nos quedamos sorprendidos de la casualidad. Más aún, cuando le relaté un sueño que había tenido el día anterior en el que la rutilante cabeza de un oscuro Dios emergía del centro de una isla ante la absoluta indiferencia de los aborígenes nativos. Un relato que a Charris le pareció muy significativo porque precisamente era esa actitud despreocupada frente a lo insólito o el horror de los habitantes de los archipiélagos polinesios la que intentaba captar en las obras en las que estaba en esos momentos trabajando.

Durante su viaje a la Polinesia, una mañana se despertó preocupado ante la noticia de la pronta llegada de un tifón pero, para su sorpresa, los isleños se mostraron absolutamente indiferentes ante el devastador fenómeno natural. Muchas chozas y cabañas fueron arrancadas por la fuerza del viento pero sus habitantes no mostraron desconsuelo alguno. Sonreían ajenos a todo tipo de preocupaciones mientras las reconstruían y cuando alguien les preguntaba por las pertenencias que habían perdido, se le quedaban mirando sorprendidos o reían en voz alta como dulces pájaros nocturnos.

Una circunstancia que le fue adentrando en el delicioso estado de ensoñacion del que surgieron las obras que formaron parte de Los  mares del Tiki y ahora de Pacíficos.

Con el tiempo, Ángel y yo continuamos cruzando mensajes de tanto en tanto. En alguno de ellos me enviaba varios bocetos de las obras en las que estaba trabajando y en otros me narraba breves anécdotas y leyendas sobre la Polinesia que yo no dudaba en incluir en Tormenta. Aunque, a decir verdad, yo me encontraba en completa crisis como escritor. Bruja era un desastre crítico. Nadie comprendía el libro. Bruja parecía padecer un hechizo. Estar condenado. Una noche tuve una pesadilla en la que contemplaba como decenas de poetas arrojaban ejemplares de Bruja a la hoguera. Y mi novela de piratas no fluía. Tormenta era un compendio de tópicos insufrible, insoportable. Parecía un barco a la deriva. Tanta era mi angustia que pensé incluso en transformar aquella novela sobre piratas en una narración sobre mi proceso depresivo. Pensé en componer una especie de ensayo en el que jugara con la experiencia vivida por Malcolm Lowry mientras escribía Bajo el volcán en Cuernavaca y la mía en México mezclándola a la vez con la de un viejo naúfrago que llegaba extenuado a las islas polinesias.

Si he de ser sincero, a veces (aunque me encontraba a miles de kilómetros de distancia) creía que los polinesios se reían de mí y me señalaban con el dedo allí donde iba. Me solía ocurrir al entrar en una taberna de Xalapa (Veracruz) o bañarme en una cala marina que sentía pinchazos en mi espalda como si alguien me hubiera hecho un maleficio. He de reconocer que cuando escribía Tormenta, las horas se me hacían eternas y tal vez por todo ello, cuando observaba imágenes de las playas polinesias más que bellas, me resultaban crueles. Incluso los idílicos amaneceres de aquellos parajes se me asemejaban a risas y mofas divinas. Poco a poco, comencé a odiar ese paraíso (del que, de algún modo, me vengo injustamente en Los mares del sur) hasta que un día no aguanté más y le comuniqué a Ángel por mail que abandonaba Tormenta. El libro me había vencido.

Meses después, la enfermedad de mi madre me obligó a volver a España perennemente. Para entonces, ya había decidido que no seguiría escribiendo aquel libro de piratas. Llevaba meses sin atreverme a abrir el manuscrito. De hecho, comencé a corregir una novela que había terminado hace unos años llamada El jardinero. Y el resto, creo, es de todos conocido. Cuando la editorial Jekyll&Jill publicó la novela recién mencionada, mi trayectoria como escritor tomó nuevos bríos y, poco a poco, fui olvidándome de las decepcionantes experiencias vividas con Bruja. Ese silencio total lleno de hastío y desprecio parecido al purgartorio al que la vida me sometió como si hubiera cometido un crimen.

En realidad, de Tormenta nunca más se hubiera sabido de no ser porque Charris me pidió que intentara extraer lo que consideraba aprovechable de la misma para acompañar la exposición que pensaba realizar sobre sus pinturas polinesias en el Museo Arqueológico de Cartagena. Animado por el interés de Ángel, trabajé y modifiqué unas cuantas páginas de la novela y de allí nació Los mares del sur.

Un texto que acompaña ahora a un libro que es en cierto modo, una danza circular en torno a unos territorios legendarios que Charris convierte en selva ensoñadora con sus iluminadoras pinturas que nos recuerdan que tal vez aquello que Arthur Rimbaud contempló al bajar a los infiernos, no fue a los diablos rugiendo, sino unas límpidas playas de coral vigiladas por las cabezas partidas de antiguos ídolos sangrientos. Shalam

الله موجود. وهي غير موجودة ، يجب أن تكون موجودة

Dios existe. Y si no existe, debería existir

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…en el centro africa…a la derecha el teatro griego….
    2imagen…..simetria eje horizontal….talla de señora guapisima…..
    3imagen….procesion de piedra….pintura punto lsd, (damien hirst)
    4imagen…..se observa con gran claridad en su cielo la decoracion geometrica y floral de la ceramica iberica(los semicirculos de la columna, diabolos-reloj arena y division de un cuadrado, dientes de lobo)………….
    5imagen……..fractales y la gravedad cero….ascension….
    6imagen…..magnifico puente 2022….el lugar se llama el arco de la amalia cerca de la algameca chica de cartagena…..menos mal que me he atrancao, venga cruza colega……
    7imagen….ku-klux- klan dandole live con el banjo…sonrisa…..
    8imagen….en playa morena a la izq del portus(una playa de cartagena)….(a la pintora japonesa yayoi kusama,1929, le gustaria este juego cachondo)….
    9imagen…..estudio de los ojos…..(el cuaderno de barro-miquel barcelo)
    10imagen….el de la dech umbilical el de la izq el santo….sonrisa..
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=CgWGJ7cVJeY…soy simon templar…..
    PD2…https://www.youtube.com/watch?v=fnMhUPewk6c….
    Willow Osborne – Foggy Mountain Breakdown……
    PD….necesito algo de tiempo para ver los enlances de video-pdf..
    …abrazo y enhorabuena a los dos por la publicacion…..

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  2. Alejandro Hermosilla

    1) El gran mono-hombre. Portada de cómic de Tarzán. 2) Un libro cercado por estatuas de monstruos lovecraftianos. 3) Futbolín antiguo. Defensa y portero siguiendo a los delanteros occidentales con la mirada. 4) Aquí podemos ver una imagen que es la del comienzo de los superhéroes primitivos. Portada digna de El hombre enmascarado. 5) Vudú africano. Vudú haitiano. Vudú polinesio. Ángeles negros. 6) Portada de un libro. La Algameca. Un sueño pop. Y más, tarde, la portada del videjuego sobre La Algameca. 7) Capirote de Semana Santa perdido en el océano y haciéndose el despistao. 8) La era de los androides humanos. Desnudos excitan al más despistao. 9) Ovnis en forma de conchas marinas. 10) Homenaje de los polinesios al «Dancing and the streets» de Mathas and Vandellas. PD: hablando de El Santo, te paso aquí una versión que en mi juventud me encantó del tema televisivo. No la escucho desde entonces: https://www.youtube.com/watch?v=Eu4u2oKsKSA

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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