Existen determinadas palabras que desde niño, me ha provocado sorpresa escuchar. Una de ellas es bujarrón. Recuerdo que un gran amigo mío la utilizaba mucho cuando deseaba referirse a algún homosexual. Y que siempre provocaba un efecto extraño en mí oírla pronunciar. Pues bien, hoy he salido de dudas de dónde procede. Mientras leía La filosofía en el tocador del Marqués de Sade, me he encontrado la expresión en un monólogo de Dolmancé que dejo a continuación: «Confieso mi debilidad. Convengo en que no hay ningún goce en el mundo que sea preferible a éste; lo adoro en los dos sexos; pero el culo de un joven muchacho, debo admitirlo, me da aún más voluptuosidad que el de una muchacha. Se llama bujarrones a quienes se entregan a esta pasión; ahora bien, cuando uno es bujarrón, Eugenia, hay que serlo hasta el final. Joder a las mujeres por el culo no es más que serlo a medias: es en el varón donde la naturaleza quiere que el hombre se sirva de esta fantasía; y es especialmente por el hombre por el que nos ha dado gusto».
Aunque, por supuesto, lo mejor ha sido que en una nota a pie de página de la edición que manejo, he hallado la explicación al surgimiento de este término y su connotación negativa. Ahí va: «La palabra castellana bujarrón (procede) del bajo latín bulgarus, empleado como insulto por referirse a herejes pertenecientes a la Iglesia ortodoxa griega. En castellano aparece en 1526, con su significado actual de «sodomita», por conducto de otra lengua romance, probablemente el francés anticuado bougeron (s. xv)». Shalam
Si Franz Kafka viviera actualmente, escribiría diariamente sus relatos en el buscador de Google. Luego, tras tomar un sorbo del café, sin importarle...
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