Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a las esculturas de Andrés Rosique. El cual recomiendo leer escuchando un tema del Lodger de Bowie: «African night flight».

Fricciones

Las caras son trasparentes

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Desde el primer momento en el que contemplé las esculturas de Andrés Rosique pensé que en la sala donde se exponían debería estar sonando de fondo Lodger; el disco de Bowie. Más que nada porque la manera que tiene Andrés de atrapar (o más bien reflejar) las estructuras metálicas, cuerpos y objetos es parecida al modo en el que Carlos Alomar y Adrian Belew tocaban la guitarra en aquel delicioso álbum con sabor a niebla africana. Tengo, de hecho, la impresión de que sus esculturas ejercen una fricción contra el espacio. De algún modo, son estructuras fluidas que parecen poder levantarse del suelo en cualquier momento pero al mismo tiempo se imponen, se encuentran pegadas a su soporte como si fueran clavos metálicos o edificios de hierro.

Las esculturas de Andrés Rosique son vaporosas pero también densas. En realidad, parecen seres vivos que es lo que siempre he creído que eran los acordes de guitarra tanto de Alomar como de Belew. Insectos movedizos y voladores. Reflejos perdidos de rituales antiguos. Invocaciones a astros cuya fuerza se está apagando.

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Amplificar y simplificar (Algoritmos base)

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Me resulta inevitable citar en este avería las frases con las que Andrés Rosique continúa expandiendo el significado de sus estructuras. Todas sus piezas tienen un título pero también una frase a continuación que expande el sentido y significado de las mismas. A veces, de hecho, parece tener más importancia ese diálogo que la misma pieza porque es la que termina de situarla en su propio espacio fronterizo.

Esas frases no son sólo riffs de guitarra que se expanden por aquí y por allá sino que también son parecidas a las explosiones o el polvo que deja el Correcaminos a su paso. Recuerdan a los diálogos situacionistas y a las reflexiones sobre sus propias películas que Godard introducía en sus filmes pero son más que eso. Son como las uñas de la mano. Una señal de que el cuerpo del arte continúa fabricando objetos difíciles de definir y clasificar para defenderse del mundo. Destruir la realidad.

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Guardaremos lo primitivo, el papel higiénico, el resto, lo harán las piedras rodadas de la rambla

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Las esculturas de Andrés Rosique no remiten a otras esculturas sino a distintas estructuras. En gran medida, son estructuras que recuerdan levemente a esculturas. Piezas de metal fundido en hornos industriales.

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Antes de llegar había una empinadísima escalera de madera que crujía, nunca descanse en ella

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Creo que si Frank Zappa se hubiera dedicado a jugar con el hierro, el ladrillo y la madera en vez de con las distintas cuerdas de una guitarra, hubiera realizado estructuras parecidas a las de Andrés Rosique. Hierros que invocan sueños delirantes, improvisaciones, rastreos vitales y huidas. Muchas de estas estructuras son bombas atrevidas. A veces parecen samplers de otras obras creadas hace varias décadas y en ocasiones podría pensarse que hubieran estado desde siempre con nosotros y procedieran de un misterioso y remoto pasado. Yo me las imagino a muchas de ellas apareciendo como mudo decorado entre los caminos de tierra y las callejuelas de Negociudad en la saga Mad Max. Pero también perfectamente integradas en un local de ensayo situado en las afueras de una ciudad en el que Carlos Alomar y Adrian Belew retuercen y amplifican los más ralos riffs de guitarra ante la atenta mirada de Robert Fripp.

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Golgen years, wa-wa-wawa, dos palmadas, waka/jawaka

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En realidad, las estructuras de Andrés Rosique se encontarían mejor en una cueva o en la calle que en una sala de exposiciones. Se sentirían mejor si fueran objetos cotidianos. Encontrando su sitio por aquí y por allá en las calles de una ciudad moderna. En algún caso incluso presidiendo el rincón de alguna plaza y en otros, situadas en descampados, rodeadas de drogadictos o amantes furtivos necesitados de ocultos escondrijos para desarrollar sus aficiones.

Creo que el lugar de muchas de ellas es la caverna. Sirviendo de apoyo a locos que gritan enfurecidos en medio de la oscuridad y las rocas contra Dios y contra los hombres, contra la bomba atómica y el Espíritu Santo.

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Nos expurgaremos

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Otro aspecto que me queda muy claro al contemplar estas estructuras es que para Andrés Rosique las ideas no son fijas sino volubles. Son canales de energía parecidos a cables de electricidad. Las ideas son armas más de ataque que de defensa. Son barreras llenas de fusiles preparados para disparar contra la crisis del hombre contemporáneo. Estas esculturas demuestran precisamente que lo que está en decadencia es el hombre no el arte ni la escultura. El hierro es hoy en día tan resistente a los puñetazos como antaño.

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Todo suena a fluxux, a pobreza, a Turín

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Tal vez el constructivismo naciera en parte como consecuencia del ateísmo y del apogeo del industrialismo. Esa era probablemente la aureola que desprendía en su matriz comunista pero el paso del tiempo y, sobre todo, las dos guerras mundiales y la caída del muro, lo han convertido en un desecho del pasado.

Precisamente lo que hace Andrés Rosique es sacar de su tiempo a las piezas constructivistas y encontrar en ellas lo que tienen de necesario y válido más allá de la época y la situación de la que surgieron. Así, comprobamos que los objetos constructivistas se convierten en mitos no de nuestro presente o un futuro hipotético sino del pasado. De un tiempo eterno.

La sensación que dan las estructuras de Andrés es que los objetos que nos remiten al futuro son importantes y toman su fuerza no tanto de su modernidad y novedad sino del misticismo que son capaces de provocar. Eso es precisamente lo que ocurre con estas piezas. Que nos permiten situarlas en un brumoso y moldeable tiempo pretérito donde poseen tanta fuerza como una corona regia o una espada de acero regada en sangre enemiga.

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Al abrir la persiana hay un disparo

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Hay algo musical, repito, en cada pieza compuesta por Andrés Rosique. Un sonido, un temporal que parece acechar a todas ellas más parecida al bramido de un huracán que a un brisa suave y fresca. Porque las obras de Andrés surgen en medio de los maremotos contemporáneos. No son ajenas a ellos sino consecuencia directa de su estallido. Por eso no son estables y parecen ancladas sobre barros movedizos.

En realidad, las estructuras escultóricas Andŕes son como barcos a la deriva que, tras un período de extravío por los mares oceánicos, han encallado en la arena y no hay fuerza alguna que las mueva de allí. Nos recuerdan algo que hemos olvidado. Tal vez que la roca, las guaridas, los palacios, el hierro o el bronce son tan o más antiguos que el hombre y que, por tanto, perdurarán tras nuestra segura extinción. Shalam

قريباً، لن يبقى لي شيءوليس منك أيضاً

Pronto, no quedará nada de mí. Tampoco de ti.