Fan fatal es el disco menos conocido de Alaska y Dinarama. Muchos han tatareado y bailado su pegadizo single, «Mi novio es un zombi», pero pocos ha buceado en su contenido. Un craso error porque es una gozada. De hecho, es probablemente el LP más personal del grupo. El pedazo de plástico en el que sus influencias quedan más claras y no existe posibilidad de equivocación alguna respecto a sus objetivos y referentes.
Toda la fascinación y locura kitsch de Dinarama se encuentran aquí elevados al cubo. Expuestas con sutil rotundidad. Vampiros, ciencia ficción apocalíptica, celos, Ramones, ciberpunk, Godzilla, desengaños amorosos, la familia Munsters, Kiss, los zombis, mujeres en peligro, los films de Dario Argento. Todos estos iconos y muchos más se encuentran ensamblados en esta ensalada de pop futurista y hedonista hecha para mover los pies y corromper conciencias.
Fan fatal es un disco trepidante. Un petardazo arrollador en el que aparecen píldoras reflexivas de tanto en tanto. Es un pelotazo musical que se asoma a la cultura del copy/cut con avidez y descaro. Es un disco lleno de disparos de ametralladora en forma de samplers y pensamientos en segundo plano que introduce una novedad muy importante respecto a las anteriores creaciones de Dinarama. Me refiero a la presencia del acid house. Las nuevas experimentaciones de la música de baile ibicenca y londinense que se cuelan con una naturalidad espectacular en determinados momentos, llevando el sonido de la banda de Carlos Berlanga a otra dimensión que anticipa ya las posteriores creaciones de Fangoria. Esos radicales cruces entre el pop sofisticado y la música disco cañí que han convertido a Alaska y Nacho Canut -ya sin Carlos Berlanga- en los reyes de la pista de baile de media España. Y que, en su momento, -y todavía ahora- permitieron que sus discos pudieran pincharse en sesiones de música bakalao o trance. Logrando compartir sesiones con increíble naturalidad junto a Marta Sánchez, Christina Aguilera, Happy Mondays, New Order o Jesus and Mary Chain. Lo que se dice, torear en todas las plazas.
Según parece, Carlos Berlanga ya no se sentía del todo a gusto mientras se grabó Fan Fatal. Tal vez estuviera más interesado en esos momentos en el pop tradicional. En seguir la senda de Vainica Doble mientras Alaska y Nacho empujaban más y más hacia las Islas Baleares. La energía procedente del consumo de éxtasis en las islas mediterráneas, la mezcalina y las raves. O tal vez la convivencia fuera cada vez más difícil y la lucha de egos más manifiesta y ostensible. En cualquier caso, lo cierto es que la grabación de Fan no fue fácil. Pisaron más de un estudio de grabación, existió cierta indefinición de objetivos y hasta que Rebeldes sin pausa no se hicieron cargo de la producción, no lograron encauzar el rumbo hacia su forma definitiva. Algo que, por otra parte, no se nota demasiado dados los contundentes resultados obtenidos.
En realidad, si tuviera que definir Fan Fatal, lo haría así. Como una mezcla entre un disco de Ramones y la sintonía de Doctor Who sonando en el tocadiscos de un lunático en una playa de Ibiza. No tanto por el disco en sí mismo sino por gran parte del material que Alaska y sus secuaces grabaron para las caras B de sus Maxi singles y que posteriormente, apareció en sucesivas reediciones de esta sensual y divertido chocolatina pop. Un LP deliciosamente adolescente y cañí con el que Dinarama cerraron a lo grande una década -los 80- que al menos en España es imposible entender sin su música. Sin su capacidad de ser los más modernos y al mismo tiempo, los más entrañables, auténticos y genuinos. Sin su arrestos para mezclar el punk con Depeche Mode, las máquinas y la carne, como prácticamente nadie ha logrado hacer en la Península Ibérica desde entonces. Shalam
أُحِبُّكَ يَا نَافِعِي وَلَوْ كُنْتَ عَدُوِّي
No hay caminos para la paz. La paz es el camino
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