
El monstruo
En fin, como indica Mary Sherman, en su, por otra parte, muy recomendable Cuando éramos jóvenes (Sin ruido, 2004) sin figuras como Lawrence Davies «resultaría altamente inconcebible la aceptación que la música rock tuvo en los más diversos ámbitos sociales de las sociedades modernas. Puesto que pioneros como él supieron pulir con paciencia los ariscos detalles de una manifestación artística hasta entonces salvaje y construir los canales y conductos necesarios para que, sin dejar de perder espontaneidad y frescura, sus códigos fueran entendidos y, sobre todo, se convirtieran en producto de deseo de los más heterogéneos grupos sociales». Únicamente, de esta manera —teniendo en cuenta las palabras de Sherman y, por supuesto, la hábil campaña de publicidad que Lawrence diseñó— se entiende cómo fue capaz de introducir a la Alice Cooper Band y, más tarde, a Kiss en el Reino Unido, consiguiendo que tanto el pálido rostro de Alicia y su seca garganta como el de los cuatro marcianos maquillados fueran adoptados como referente no sólo por cientos de teenagers de Dublín, Glasgow, Manchester o Liverpool, sino que incluso fuera normal durante los primeros años 70 observar a banqueros u oficinistas que, sin rubor alguno, portaban chapas y camisetas que reflejaban su efigie junto a la de Marc Bolan o Bowie. Por ejemplo, Lawrence consiguió que Alice Cooper apareciera, noche tras noche, durante un invierno despidiéndose de los televidentes, deseándoles buenas noches mientras tatareaba una vieja canción de terror y sus ojos

Autor: Alejandro Hermosilla
Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.
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