Me resulta curioso que, a pesar de ser uno de mis músicos favoritos, la muerte de Scott Walker apenas me haya conmovido. Ni un lamento ni una lágrima ha emergido de mí. Algo que creo que se debe al hecho de que, de algún modo, ya estaba muerto. Era un espectro fantasmagórico que emitía cánticos desde el otro lado. De hecho, siempre tuve la impresión de que procedía de alguna colina o cueva situada en el inframundo. Y ahora se encuentra sin ninguna duda en su sitio natural. El lugar desde donde grabó Tilt, Drift y Bish Bosch. Una trilogía lejana y más allá de todo. Incluso de la propia música. Shalam
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