La República Dominicana es una isla consagrada al consumo zombi y a la diversión zombi. Es una receptora continua de basura neoliberal. Sus playas se encuentran llenas de demonios consumistas cuyos sueños y delirios se amontonan en los montículos de arena blanca. Es una isla que recibe anualmente a decenas de miles de monstruos dispuestos a comerse vorazmente el sol cuyas juergas e idas de olla en los bares de las costas no son más que mustios intentos de olvidar. No existe más proyecto que el placer aquí. Occidente ha convertido esta tierra en un enorme dulce de azúcar. Una empresa hedonista llena de discotecas que son máquinas extractoras de semen al natural.
Hay unos versos del poeta Homero Pumarol que pienso que definen esta ampolla turística a la perfección: «¿Qué hora es?. Aquí no se pregunta la hora, aquí siempre es hora de irse. Estás en el palacio. El palacio de la esquizofrenia«.Shalam
إِذَا هَبَّتْ رِيَاحُكَ فَاغْتَنِمْهَا
Las promesas de los nobles son deudas
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