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El loco

Feb 17, 2014 | 0 Comentarios

Esta carta de tarot me conmueve. Un hombre camina. No sabemos hacia dónde va ni de dónde viene. En cierto modo, es una representación del ser humano universal. Al nacer, no sabemos de dónde surgimos ni hacia dónde nos dirigimos. Por ello es que tal vez sea el primer naipe del tarot de Marsella. Lo queramos o no, al caer en el mundo, emprendemos un viaje. Nuestro destino es incierto pero debemos marchar hacia delante, aunque ignoremos el motivo. Un no saber que implica locura. Casi demencia. Por ello es que los sabios dicen que no hay seres humanos normales. Y si los hay, están enfermos o son proclives a causar el mal. Porque la existencia, en esencia, es locura. Un caos. Desde el semen divino que riega el cielo cósmico hasta el equilibro de la tierra rotando sobre el infinito sin caerse. Manteniéndose sobre el espacio rodando en círculos. Algo que, por más leyes de física que lo expliquen, todavía no consigo entender y no deja de sorprenderme.

Un cerebro, un corazón y dos piernas. No. No estoy hablando de El mago de Oz. Pero tal vez podría hacerlo. Porque lo queda claro al ver esta carta de tarot es que vamos a necesitar todos nuestros dones y virtudes para conseguir tener éxito en esta andadura cuyo objetivo final debe dotar de un sentido trascendente a nuestro tiempo en la tierra. Algo que, en ningún momento, podemos asegurar. Y nos convierte a todos, por el mero hecho de estar vivos, en héroes. Creyentes. Seres mágicos. (No es por casualidad que la siguiente carta sea precisamente El mago). Caminantes. Viajeros. Y a la vida, en un viaje infinito lleno de posibilidades. «No tengamos miedo de andarla, no tengamos miedo de vivirla». Eso parece decirnos esta figura que se atreve a recorrer el mundo con muy poco equipaje. Sin temores. Con la inconsciencia del niño que comienza a jugar; de quien habla por primera vez o llega a un país extranjero sin conocer el lenguaje o tener un solo contacto allí.

No obstante, el hombre, el loco no está sólo. Viaja con él un animal que se agarra a sus piernas y pareciera querer detenerlo. O más bien, aminorar su marcha. Tal vez sea un símbolo de la paciencia o de la cautela que hay que tener. De que, efectivamente, es necesario emprender el viaje pero hemos de ser cautelosos. Saber que encontraremos peligros y pruebas y si caminamos sin control, sin medir los riesgos, podemos despeñarnos. Una llamada a no dejarnos engañar ni confundir por el ego. A esto también puede aludir el bastón rojo que porta este aventurero en su mano derecha. La necesidad de calcular los pasos. Avistar el terreno. Encontrar apoyos. Pisar con firmeza. Construir un futuro seguro. Porque el loco deja atrás el pasado sin mirar atrás. Sabiendo que ya no es necesaria su presencia allí. Que una etapa se ha cerrado y no merece la pena volverla a abrir. No sabe por supuesto qué acontecerá en esta nueva aventura. Pero sí que algo sucederá. Y que no estará lamiéndose las mismas heridas de siempre. El pasado no vuelve más y el porvenir está a la vuelta a la esquina. En el próximo paso. Tras la nueva persona que va a conocer. La ciudad que se extiende allá al horizonte y a la que contempla con agudeza, con cierta insolencia, con un aire enigmático que responde a la naturaleza del desafío.

Posee algo el loco también de arlequín. No hay más que ver cómo va vestido. Tal vez porque todo atrevimiento tiene algo de festivo y humorístico. Nos recuerda que no debemos tomarnos la vida excesivamente en serio. Es mejor hacerlo con cierto sentido del humor. Como si fuera un espectáculo. Y nosotros el protagonista. El loco abre ciento y un puertas. O acaso únicamente una. No importa. Lo definitivo es que las abre. Que no se detiene, acepta el reto. Sabe que debe metamorfosearse y transformarse. Que debe ser uno y mil. Y lo acepta casi que con descaro e inconsciencia. Con sabia lucidez. Porque se sabe símbolo. Ser vivo que viene a cumplir un designio sea el que sea. Mira a una esfinge y ésta le dice que camine, que no se detenga. Que en algún lugar, una mujer le está esperando. Un hombro al que agarrarse, o una nueva singladura. Disfruta de la naturaleza. Saborea los alimentos con todo su cuerpo. Se sienta a contemplar las estrellas. No le hace ascos al vino. Posee un alma inquieta. Y si es posible, participa en los juegos.

El loco es una invitación a la vida, disfrutarla con plenitud, y comenzar a crear conciencia a partir del regocijo. Tal vez no consiga aquello que desea o ansía. Pero sabe que si no lo intenta, es seguro su fracaso. Por lo que aunque no sepa ni por qué ni para qué, continúa caminando. Desafiando a la muerte y la razón. Invocando el nacimiento de los héroes y la religión. Y preguntándose por el constante rotar del mundo. Diciéndose internamente que alguna vez tuvo que ser la primera vez que comenzara a girar. Y en aquella ocasión, él también estaba allí. Pues el loco es el iniciador. El fuego que abre los cielos y tras el cual surge la vida. Un ser al que no le importa triunfar ni fracasar sino vivir. Shalam

ما حكّ جْلْْْْْدك مثل ظْفرك

 Quien monta un tigre, corre el riesgo de no poder bajarse nunca

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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