Son ciertamente muy curiosas las analogías y bifurcaciones de la historia. Yo al menos, como amante del rock, no dejo de sorprenderme de ciertos datos que, de tanto en tanto, voy conociendo y me sirven para ampliar, matizar y a veces, hasta para hacer saltar por los aires la historia oficial.
Leyendo ciertos pasajes de La facción caníbal de Servando Rocha, me entero de la existencia de los Shakers. Los agitadores. Una secta fundada en Inglaterra durante el siglo XVIII que sostenía que el Apocalipsis ya había sucedido, liderada por varias mujeres (entre las que destacaba la Madre Ann Lee), cuyos componentes emigraron a América del Norte, instalándose en Nueva York.
Rocha nos informa de algo previsible. Que la vida en las tierras americanas no fue fácil para los shakers puesto que, en principio, fueron acusados de ser espías británicos y mantuvieron una actitud pacífica durante la Guerra de Independencia. Pero en cualquier caso, no ha sido esto lo que ha llamado mi atención sobre esta secta sino las danzas rituales que llevaban a cabo, en las cuales puede cifrarse otra de las raíces que desembocaron en el rock. Esos famosos bailes que escandalizaron a los sacerdotes y autoridades y fueron censurados en muchas poblaciones en el siglo XX.
Nos dice Rocha que, durante la celebración de los rituales shakers, los participantes «unas veces, recitaban rítmica y velozmente citas bíblicas, que les provocaban convulsiones, y otras veces, se entregaban al acto más importante en su vida comunal: la Danza Circular, en el transcurso de la cual la Divinidad se manifestaba a través del baile (…) y hombres y mujeres bailaban frenéticamente alrededor del círculo sacudiendo brazos y piernas. (…) El frenesí desembocaba en violentas convulsiones. Los participantes rodaban por el suelo, arrancándose la ropa. Otras veces ladraban, chillando como si estuvieran poseídos e imitando gestos de animales. Eran pruebas de que el demonio se manifestaba e intentaba hacerse con el cuerpo del Shaker«.
No sé si es necesario añadir mucho más, pero por si no se comprende del todo la línea que une a los shakers y los muchachos que bailaban como locos atormentados en los bares de América Norte a mediados de los 50 del siglo pasado, pondré a continuación otro párrafo íntegro del libro de Rocha: «La herencia de los cánticos y las composiciones de los Shakers se mantuvo a lo largo de los siglos. Las canciones se recopilaron en hermosos volúmenes bellamente encuadernados y los guardianes de la tradición oral americana consideraron todo aquello como un valioso ejemplo de la vida de los pioneros. A comienzos del siglo XX, algunas de aquellas canciones fueron adaptadas e interpretadas por cantantes negros. Luego llegó el Rock and Roll en medio de una sociedad que lo consideraba una inspiración del demonio. Durante aquellos primeros conciertos, muchos jóvenes fanáticos de la nueva música empezaron a hacer algo parecido a la Danza Circular shaker: sus cuerpos se movían como llevados por la locura y algunos se convulsionaban». La consigna era: «Agitarse hasta el infinito, en cada calle, en cada ciudad, en cada país». Hacer de una celebración laica algo sagrado, convertir a los músicos en sacerdotes y al público en feligreses. Shakers. Agitadores que ponían en peligro el statu quo.
En fin, no me cabe duda de que a partir de ahora, cada vez que escuche el famoso «Shake, rattle and roll», popularizado por Big Joe Turner, Bill Haley y Elvis Presley, levantaré mi copa para brindar por los shakers y la Madre Lee. Shalam
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