El primer Faulkner no es un gran Faulkner. Hay destellos de grandeza pero sólo a ratos. Cuando se leen las inmortales obras del escritor de New Albany, yo al menos tengo la sensación de estar introduciéndome en un texto bíblico. Un libro sagrado cuyas palabras se encuentran llenas de sangre, símbolos y vivencias místicas y oscuras. Pero -repito- esto no ocurre ni en La paga de los soldados ni en Mosquitos ni en la primera novela –Sartoris– en la que aparece el mítico condado de Yoknapatawpha. No obstante, en esta última podemos empezar a encontrar frases y reflexiones que profundizan en la psique de la nación norteamericana y, de alguna forma, se encuentran en el pórtico de muchos de los personajes creados por sus artistas a lo largo de las últimas décadas, como es el caso del Donald Draper de Mad Men.
Al final de la primera temporada de la serie de Mathew Weirner, Pete Campbell revela el secreto mejor guardado y que más atemoriza a Don Draper. Que en realidad él no es quien dice ser. Es Richard «Dick» Whitman. Un cobarde que ha usurpado el nombre de un héroe fallecido en combate durante la Guerra de Corea. Pero a su jefe, Bertram «Bert» Cooper no le importa en absoluto. De hecho, le resta toda trascendencia y a continuación pronuncia unas cuantas palabras clarividentes sobre la forma de ser y el destino americano que, de alguna forma, me han hechor rememorar y entiendo que encuentran su correspondencia en este breve discurso que pronuncia John Sartoris en la citada novela de Faulkner.
Ahí lo dejo: «En el siglo diecinueve es necedad discutir sobre genealogías. Esto es especialmente cierto en América, donde sólo tiene valor lo que un hombre obtiene y conserva, donde todos tenemos antepasados comunes y sólo podemos estar seguros de descender de Old Bailey. Sin embargo, el hombre que manifiesta un absoluto desinterés por sus antepasados sólo es un poco menos vanidoso que el que basa todas sus acciones en la sangre que ha heredado. Y yo creo que un Sartoris tiene derecho a un poco de vanidad y a un poco de teatro, si así lo desea». Shalam
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