En lo que se refiere al cine a gran escala, el siglo XXI es hasta ahora el siglo del remake. Las grandes epopeyas cinematográficas publicitadas durante estas últimas décadas han sido casi todas ellas revisiones y nuevas lecturas de historias ya contadas previamente: Alien, El planeta de los simios, Blade Runner, Star Wars, Piratas, Spiderman, Harry Potter, Terminator, El señor de los anillos.
Secuela y precuela son términos más usados en el cine actual que originalidad y creatividad. Mucho más. Un hecho que no me preocupa tanto juzgar sino estudiar. Hace décadas, los espectadores eran niños deseosos, como el sultán de Las 1001 noches, de historias nuevas diarias para dormir en paz, pero ahora necesitan volver constantemente a las consabidas. Un indicio, al fin y al cabo como otro cualquiera, de que vivimos en un mundo más incierto que nunca para esa inmensa clase media consumidora de películas, necesitada ahora más de certezas que de aventuras cuando accede a una sala de cine.
El mundo ha estallado en mil fragmentos al igual que las nociones de realidad y seguridad. Y por contraposición a esa sensación de fragilidad y caos, volver a escuchar las viejas historias conocidas, reencontrarse con los personajes añorados aporta la tranquilidad y serenidad deseadas, casi una vuelta al útero materno, en medio del vendaval actual. Por eso todo es «remake». Porque lo habitual se ha convertido en privilegio y la cotidianidad en aventura y el «remake» aporta lo que nos falta: estabilidad. La certeza del reconocimiento.
Los «remakes» son, en esencia, tranquilizantes o somníferos o cumplen la misma función. No aportan por lo general nada nuevo ni arreglan ninguna crisis interna. Simulan que podrían hacerlo. Son ficciones, mentiras que el poder utiliza para sedar a la población mientras continúa imperturbable con sus planes. Y en este sentido, no salvan sino que condenan. Son píldoras que consiguen que los ciudadanos continúen consumiendo mientras siguen siendo expoliados y humillados. Son mecanismos de control que logran que el público inunde los cines o los lugares de descargas piratas de internet y no las plazas ni los juzgados y además se sientan reconfortados y satisfechos. Con la conciencia en paz y la sonrisa tierna e infantil de los corderos degollados. Esquilados. Shalam
إِنَّ الشَّقِيَ بِكُلِّ حَبْلٍ يَخْتَنِقُ
El amor hace pasar el tiempo; el tiempo hace pasar el amor
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