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Lagos

Oct 24, 2020 | 2 Comentarios

Cualquiera que lea avería sabe que soy más de comentar o sugerir que de citar pasajes completos de las obras que amo. No obstante, en esta ocasión haré una excepción con Los lagos de Norteamérica de José Daniel Espejo. Lo leí hace más de un año y me resultó tan emocionante y conmovedor que consideré que no sería prudente realizar ningún texto. Tampoco deseo hacerlo hoy. Así que colocaré a continuación dos de mis poemas favoritos del libro tras rememorar el pasaje de una obra que me parece que es la mejor introducción y resumen del libro. Me refiero al diálogo entre los detectives Martin Hart y Rustin «Rust» Cohle con el que finaliza la primera temporada de True detective.

Ambos se encuentran en el hospital (Rustin está en silla de ruedas) tras atravesar un infierno. Se encuentran psíquica y anímicamente destrozados, pero satisfechos. Han cumplido con su deber y se encuentran vivos. Aunque obviamente no pueden olvidar el horror que acaban de experimentar.

Tras las bromas habituales, de repente, Rust comienza a hacer la siguiente confesión: «-Hubo un momento que recuerdo cuando estaba rodeado de oscuridad, algo…a lo que había sido reducido, ya sabes, apenas consciente. Era una vaga conciencia en la oscuridad, y pude… y pude sentir que lo que me define se desvanecía. Y bajo toda esa oscuridad, había otra de una clase diferente. Más profunda, caliente, ya sabes, como una sustancia. Podía sentirlo, tío, y sabía, sabía que mi hija me esperaba allí. Tan claramente. Podía sentirla. Podía sentir… podía sentir algo de mi padre también. Era como si fuera parte de todo lo que siempre amé, y éramos nosotros tres, simplemente… desvaneciéndonos. Y todo lo que tenía que hacer era dejarme ir…y lo hice. Dije: «Oscuridad, sí, sí». Y desaparecí. Pero aún podía sentir su amor ahí, incluso más que antes. Nada… No había nada más que amor. Entonces me desperté. (…) Marty, he estado en esa habitación mirando a través de la ventana todas las noches y solo pensaba en… es solo una historia. La más antigua de todas. Luz contra oscuridad.

Marty: – Bueno, sé que no estamos en Alaska, pero…me parece que la oscuridad ocupa mucho más territorio.

Rust: -«Sí. Tienes razón». (…) Pero (…) «¿Sabes? Te estás equivocando».

Marty: -¿Y eso?

Rust: -«Hubo un tiempo en el que solo había oscuridad». De todas formas, «si quieres saber mi opinión, la luz está ganando».

El reciente premio que merecidamente ha recibido el libro de José Daniel es la mejor prueba de que lo que dice Rust es cierto. A pesar de que parezca lo contrario, la luz, sí, está ganando.

                                           Lagos

                           «Tenía una chica hace unos años

                            ella y su niña se mudaron con nosotros

                            para la pequeña arreglamos un cuarto

                            empezamos a ducharnos de dos en dos

                            no sé si fuimos felices ¿quien se pregunta esas cosas,

                            quién tose dos años de vida en un pañuelo

                            y estudia la forma de la mancha de sangre

                            y anuncia si está aprobado o suspenso? Pasó el tiempo,

                            y luego, una tarde, hace poco, ya con estos

                            poemas entre manos recordé algo

                           de aquella época: que sus amigas le aconsejaban

                           a mi chica, dejarnos sin más,

                           «no permitas que tu hija crezca en esa casa»,

                            y no sé por qué puse esa frase en un cajón,

en lo oscuro hasta ahora como un espejo encantado

                            que da miedo porque no sabes qué vas a ver,

                            al mirarte, o uno demasiado nítido, da igual

                            y ahora me miro y sigo sin ver bien

                            (¿a qué se referían? ¿al autismo? ¿a los cuidados?

    ¿a los niños o al padre? ¿a la pobreza? ¿a la sordidez?)

                            nuestra imagen en el reflejo. Mentiría si dijera

                            que ya no tiemblo al mirar

                            pero a veces miro».

                             «No tengo ni una foto de tus gritos,

                             de tus llantos, de la noches que pasas sin dormir

                             cuando todo es más oscuro. Y esa vez que te perdiste

                             y recorrí gritando la ciudad desde el Jardín de la Pólvora

                             hasta la Avenida de la Libertad. Qué queda de esos días del 10

                             y del 11

                            en que ni siquiera tuve fuerzas para sacarte a la calle

                            y tú no soportabas el encierro y vacié

                            una botella y media de whisky. Nadie celebra esas imágenes

                            en internet. Nadie comenta esos recuerdos.

                            Pero tienen peso

                            y siguen allí». Shalam

بدون جنون لا يوجد فن

Sin locura no hay arte

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:….en direccion a la piedra central del lago pongo las demas piedras que faltan para formar el camino y cruzar…………………………………………………
    2ºimagen:….caida del andamio de don fº de goya……………..
    3ºimagen:…..lo contrario de «aguirre la colera de dios»……………………
    4ºimagen:….sustituyo la casa por un enorme monton de dinero tan voluminoso como ella a modo de christo vladimirov el del ar-tland
    (ya veo el recordatorio a jose daniel espejo y su caso)………….

    Responder
    • Mercader

      Supongo que te refieres al cuadro de Goya también conocido como El albañil herido. No lo conocía pero la comparación me parece magnífica. Exacto. Más bien, «la calma de dios». Eso de poner las piedras en mitad del lago, me recuerda a Alicia en el país de las maravillas. Un camino en este caso ya no de baldosas amarillas sino de piedras en mitad de lagos. No conocía a Christo pero sí entiendo perfectamente lo que deseas. Encaja bien. Si. El gran poeta

      Responder

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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