No soy mucho de subrayar en los libros, pero me gusta mucho verlos subrayados. Me fascinan aquellos en que el lector ha dejado un rastro y no me suele importar leer una novela, obra de teatro o poemario con manchas de café o con algunas páginas sueltas. Tal vez porque, en cierto sentido, esas huellas me invitan a establecer una conversación espiritual no sólo con sus autores sino también con sus lectores. Dan comienzo al diálogo infinito.
Digo esto porque ayer, me sorprendí a mí mismo buscando un lápiz para subrayar dos frases de dos de los textos que estoy leyendo últimamente. Me refiero a Novelas y cuentos de Osvaldo Lamborguini y Perorata del apestado de Bufalino Gesualdo.
Ahí las dejo:
«El 24 de marzo de 1976, yo, que era loco, homosexual, marxista, drogadicto y alcohólico, me volví loco, homosexual, marxista, drogadicto y alcohólico». (Lamborguini, Osvaldo. Novelas y cuentos I).
«Con la mano en el interruptor, de noche, en mi habitación, juego al Fiat lux, juego a ser dios: apago y enciendo, vuelvo a apagar y vuelvo a encender. Finalmente la bombilla se funde silenciosamente» (Gesualdo, Bufalino. Perorata del apestado. Shalam
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