Hay una persona hoy, hablando ante dios y los demonios, enfrentando el juicio definitivo de su alma, llorando y preguntándose: ¿no era yo inmortal?.
Albert Camus. Martillo.
Hay una persona hoy, hablando ante dios y los demonios, enfrentando el juicio definitivo de su alma, llorando y preguntándose: ¿no era yo inmortal?.
Albert Camus. Martillo.
Hay una persona hoy, hablando ante dios y los demonios, enfrentando el juicio definitivo de su alma, llorando y preguntándose: ¿no era yo inmortal?.
Albert Camus. Martillo.
Y dios le responderá, sí. Sí eres inmortal. De hecho, estos que aquí ves, son los que decidirán en qué bicho vas a reencarnarte durante las próximas ciento y un vidas y también quienes antes de que lo hagas, te torturarán. Si te rompen una mano, volverás a la otra vida manco. Si te rompen un ojo, tuerto. Y si te rompen el cuerpo entero no volverás. Estarás criando como los grillos hasta la eternidad sin que nadie te comprenda. Y si intentas comprarlos con tu dinero, si intentas utilizar tu dinero aquí, te violarán. No son muchas las opciones que tienes ante ti porque ninguna dejaste a los débiles. Aunque si dejas que ciento y un mil ángeles te sodomicen, tal vez te conviertas en rata. Cada sestercio de más que poseías, lo pagarás. Y cuando vuelvas a ser hombre, serás despreciado e ignorado. Vivirás en las alcantarillas y tal vez entonces alguno de nuestros santos te concederá un milagro y una bendición: escupirte en la cara. Shalam
الصبْر مِفْتاح الفرج
Sólo unos papeles diferencian a un rico de un pobre
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