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El hermoso castigo

Mar 22, 2017 | 0 Comentarios

¿Qué conduce a una persona al suicidio? Se pueden esgrimir muchos motivos. Generalmente, un suicida es alguien que desea algo con mayor intensidad que el resto de personas. Un alma a quien le resulta imposible adaptarse a la sociedad. Una persona que sospecha de la sinceridad de los demás y, por lo general, se siente traicionada.

Los suicidas suelen tener una memoria muy aguda. Bellos recuerdos congelados en su mente que contrastan completamente con la situación actual que experimentan. Creo que los suicidas son incapaces en muchos casos de superar la visión ajena. Son derrumbados por las palabras sociales. En sus compañeros no encuentran apoyo y sostén sino juicios constantes. Lucha, humillación e inhumanidad. El mundo es árido para un suicida. Un infierno. ¿Qué se puede esperar de un lugar donde los otros no hacen más que reírse, burlarse de nosotros y las instituciones aguardan un error para castigarnos?

El suicidio es un gran problema humano que nunca será resuelto. Probablemente, porque los suicidas son idealistas. Hay  algo hermoso en ellos. Tal vez su fragilidad y debilidad que contrasta con la monstruosidad del mundo que los rodea o puede que su conciencia de culpa. Un suicida no huye de sus errores sino que los rememora. No sobrevive en las contradicciones sino que se ahoga en ellas. En cada suicida, anida un mundo que fue traicionado, una promesa rota. El suicida se quita la vida porque necesita realizar un acto puro. Desea encontrar la verdad y no confía lo suficientemente en él para pensar que podrá encontrarla mientras viva.

A un suicida hay alguien que no le explicó algo que necesitaba saber. Vive desconociendo un asunto trascendente que le parece sumamente importante y se siente debilitado por ello. Mira a su alrededor y no encuentra la lección que necesita comprender para sobrevivir. Siente que le han substraído algo. Puede ser el suelo o el cielo. Una fase o etapa esencial en su crecimiento. Todas las personas a su alrededor conocen aquello de lo que él carece y eso le tortura. Los demás tienen un secreto, un misterio que él no alcanza a entender. Se arroja sobre ellos para conocerlo al fin pero con rapidez, lo esquivan. Algo sumamente tortuoso porque un suicida no puede acostumbrarse a luchar. La selva le es ajena. Pues, en gran medida, todo suicida es un utópico. Quisiera que el mundo fuera lo que no es, lo que él imagina que pudiera ser y que tras cada trauma, brotara una esperanza o una nueva ilusión.

En realidad, un suicida nunca se apoya en los demás. Se recuesta en ellos. No confía en sí mismo y por eso, cuando le vida golpea, cae. Porque por lo general puso esperanza en los seres humanos que eran meras ilusiones. Para un suicida, la existencia es destrucción. Razón por la que suelen encontrarse muy serenos en medio de una catástrofe y, por lo general, se puede confiar en ellos.

De hecho, sienten tanto miedo y asco del mundo que prefieren salir de él y contribuir a destrozarlo con más mentiras y dolor. En verdad, los suicidas no se aman ni a ellos mismos ni al resto de personas. Desearían no haber nacido nunca. Y su venganza por haberlo hecho radica en matarse y, mientras lo están haciendo, decirle al resto de seres humanos: «Sí, yo me voy, pero vosotros os quedáis aquí. Y permanecer aquí es el mayor castigo. Puede sí que sea un hermoso castigo. Pero es un castigo al fin y al cabo. Porque no existe algo peor que soportaros a todos vosotros. Al menos, yo tengo la decencia de apartarme. Y evitaros la tortura de tener que contemplarme diariamente».  Shalam

اِبْنُ آدَمَ يُرْبَطُ مِنْ لِسَانِهِ وَالثَّوْرَ مِنْ قُرُونِهِ

Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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