Releyendo el breve ensayo que Michel Houellebecq dedicara a H. P. Lovecraft, Contra el mundo, contra la vida, me encuentro con una lúcida reflexión sobre la literatura del escritor norteamericano que no me resisto a citar debido a la absoluta precisión con la que define la narcótica, opiácea filosofía contenida en sus libros: «Pocos se han sentido tan impregnados como él, tan calados hasta los tuétanos por la nada absoluta de cualquier aspiración humana. El universo no es más que una furtiva disposición de partículas elementales. Una figura de transición hacia el caos. Que terminará arrastrándolo consigo. La raza humana desaparecerá. Aparecerán otras razas, que desaparecerán a su vez. Los cielos serán glaciales y estarán vacíos; los atravesará la débil luz de estrellas medio muertas. Que también desaparecerán. Todo desaparecerá. Y los actos humanos son tan libres y están tan desprovistos de sentido como los libres movimientos de las partículas elementales. ¿El bien, el mal, la moral, los sentimientos? Meras «ficciones victorianas». Sólo existe el egoísmo. Frío, intacto y resplandeciente». Shalam
ما حكّ جْلْْْْْدك مثل ظْفرك
Cuando la piedra ha salido de la mano, pertenece a diablo
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