Tanta satisfacción me produce Carretera perdida que creo que si no pudiera ver ninguna otra película durante el resto de mi vida, no me sentiría especialmente insatisfecho. ¿A qué alude la obra de David Lynch? Es difícil decirlo pero creo que Carretera perdida es un agujero negro cuya sombra pone de manifiesto que el capitalismo ha superado y desbordado tantos límites que ha terminado por convertir las sociedades occidentales en esquizofrénicas. De hecho, sus imágenes desbordan prácticamente todas las hipótesis y explicaciones racionales. Destrozan clichés y tópicos a ritmo de rock industrial.
El tortuoso músico hábilmente interpretado por Bill Pullman, Fred Madison, es una agónica imagen del hombre contemporáneo adentrándose en un anillo de Moebius infinito y perpetuo: la era Internet. Esta época en la que la conciencia se autodestruye continuamente. Se quiebra en cientos de trozos que se reconstruyen al instante una y otra vez, al igual que el arte contemporáneo y tantos y tantos discos que son más indagaciones psíquicas, exorcismos celebrados alrededor del cadáver de la música -pienso por ejemplo en las creaciones de John Zorn- que interpretaciones sonoras tradicionales.
Fred Madison es probablemente tanto un criminal como un cornudo. Alguien que, loco de celos, mató a su mujer pero es incapaz de reconocerlo e incluso de recordarlo. Es, en definitivas cuentas, tanto un asesino vulnerable como un psicópata sensible. Y, por otra parte, la mansión donde vive tampoco contribuye puesto que es una máquina de producir olvido. Se encuentra situada en uno de esos fantasmagóricos suburbios capitalistas que son casi una alegoría sobre el vacío.
Carretera perdida es una tragedia sin anagnórisis porque Fred Madison nunca alcanza a saber las razones de su sufrimiento y malestar. Tal vez porque el objetivo de Lynch es que el reflejo de las dudas y vacilaciones continuas de su protagonista se vuelvan continuamente hacia nosotros.
En realidad, creo que la película alude a cómo las imágenes procedentes de los grandes centros capitalistas nos han transformado y travestido. De hecho, actualmente pensamos uniendo ideas extremas y contradictorias llenas de puntos vacíos. Por ejemplo, el mismo proceso de desorientación que sufren muchos espectadores al contemplar el filme, decenas de miles de ciudadanos lo experimentamos, a su vez, cotidianamente. Posiblemente, porque las corporaciones económicas transmiten continuamente mensajes en los que la verdad y la mentira son más insinuaciones y construcciones mentales que realidades y de los que se omite (interesadamente) la ideología que los sustenta. La cual no importa que descifremos, teniendo en cuenta que para cuando consigamos unir los distintos fragmentos en los que las noticias se articulan y desarticulan diariamente para poder formular una teoría sobre un hecho en concreto, el poder probablemente ya haya ejecutado su plan establecido, haciendo inútil nuestros esfuerzos. Una situación que nos convierte globalmente, a imagen y semejanza de Fred Madison, en seres solitarios, débiles y esquizoides. Balsas confusas llenas de miedo, flotando entre remembranzas del pasado y un mar de perversa tecnología.
Carretera perdida mira hasta el fondo del abismo industrial y destroza no tanto nuestra idea de pasado sino nuestras concepciones del futuro. Convierte el presente en un bucle perpetuo y al ciudadano medio en un asesino de instantes. Alguien que ya no puede dormir y, por tanto, tampoco despertar. Vive alucinando, lejos del ahora y recordando todo aquello que ya no podrá ser. Tan lejos de lo cotidiano y lo tradicional como de la realidad y la verdad. Esa verdad que ya no se le muestra ni revela ni tan siquiera en los sueños. Shalam
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