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Barón

Abr 25, 2017 | 0 Comentarios

Barón Rojo fue el trueno del rock español. Una banda directa y efectiva, capaz de aunar potencia y sensibilidad. Fiereza y dulzura. Era difícil encontrar un grupo con más fuerza y coraje en su época. Con las cosas más claras. En un escenario avasallaban desde el primer acorde. Se lanzaban a por todas como si fueran un escuadrón suicida y su vida estuviera en juego.

Los hermanos Castro eran una apisonadora. Un indestructible muro de guitarristas intensos y rocosos. Hermes Calabria, un batería ágil y eficaz, con amplios conocimientos musicales. Y Sherpa, aportaba la sensibilidad necesaria -el «toque Beatles»-  para que sus composiciones rozaran la trascendencia. Se elevaran a través del tiempo, convirtiendo esas fibrosas muestras de rock duro en himnos invencibles, capaces de superar el paso del tiempo y tocar el corazón de varias generaciones.

Su propuesta se encontraba llena de magia, bombas, explosiones y disparos letales. Y además, llevó un paso más allá el rock callejero, agreste y sinfónico, convirtiéndolo en rock duro y pesado. Puro y auténtico heavy metal. Un asombroso engranaje sonoro, lleno de ritmos sólidos, repetitivos y machacones realizados desde la trinchera, de una consistencia sin igual, que se convirtió en la banda sonora perfecta de los excluidos, marginados, disidentes y rebeldes.

El impacto de su música fue tan grande que creo que no se ha destacado lo suficiente la importancia de sus letras. El mensaje político y social que Barón Rojo transmitían en aquellos discos plenos de fuerza que aún hoy asombra escuchar. Pues, sin duda alguna, eran mucho más contestatarios que la mayoría de los realizados por las bandas actuales y se encontraban bastante más cargados de mensajes políticos que los de un gran número de grupos que alardean del compromiso social de sus creaciones a raíz de la crisis económica.

Ocurre que Barón Rojo no presumían de ello. A ellos les bastaba con componer temas potentes, de una pegada sin igual, y hacer felices a sus fans para sentirse satisfechos y valorados. Pero, en verdad, existen pocas letras más ácidas con el poder que las del grupo españo. De hecho, estoy convencido de que su discografía durante los 80 es un claro testimonio del desencanto experimentado por muchos jóvenes con la llegada de la mal llamada democracia. Muchos de los cánticos de los indignados eran proclamados con mayor fiereza y conciencia por parte de Barón Rojo en sus discos. Y en multitud de veces, he pensado al escucharlos que si no terminaron por conseguir el éxito masivo y total -además de por la escasa suerte que tuvieron con las compañías discográficas y sus rencillas mutuas- fue porque a ningún político le convenía que sus himnos fueran escuchados y se hicieran populares más allá del gueto heavy. Ya que, al fin y al cabo, sus discos estaban llenos de ataques contra la burguesía, la hipocresía social, la manipulación del poder, el progreso devastador, la destrucción de la naturaleza, el avance imparable de la civilización y eran casi un boca a boca a los malos, los rebeldes, los inadaptados y, en el fondo, la gente más sana de un sistema feroz.

Barón Rojo hicieron varios discos notables y uno brutal. Me refiero a En un lugar de la marcha. Un clásico desde su lanzamiento. Una bestialidad surgida desde las calderas donde se forja el metal. Uno de esos biberones musicales del que han mamado varias generaciones.

En un lugar no es que sea un disco inspirado sino que es un disco monumental. No es perfecto. Tiene algún bajón y algún tema irregular, pero el poder y energía que transmite, son tan grandes que es imposible no rendirse ante sus muchas virtudes. «Breakthoven», «Chicos del rock» o «Cuerdas de acero» son un curso acelerado de metal. Odas complacientes a los rockeros llenas de momentos épicos que emocionan y condensan casi todas las virtudes de su música. Aunque además, ocurre que el disco se cierra con un tema inabordable y agotable. Tal vez su cima. Me refiero a la impresionante «Hijos de Caín«. Una balada que es mucho más que una balada. Una canción que ilustra el famoso asesinato bíblico como prácticamente no se ha hecho nunca, cuyo giro final quita el aliento. Y, realmente, estremece. Porque Barón Rojo sabe exactamente dónde tiene que tocar para hacer aún más lírica la famosa historia de Abel y Caín y apuntar con el dedo índice al ojo malévolo del poder. Haciendo de su canción, un lienzo sangriento expresionista que retumba en los oídos y casi que en los cielos, conforme avanza, marcando el ritmo del exilio.

Barón Rojo fueron grandes, sí, pero más grandes pudieron ser, de tener la suerte de cara. Hay personas que escuchan sus discos y los encuentran mal producidos. En realidad, tienen razón. Excepto En un lugar de la marcha, ninguna de sus creaciones consiguió el sonido adecuado para transmitir su potencia. Pero eso es parte de su encanto.

¿Deben ser todos los hombres y mujeres altos y guapos? Las mediocres, baratas producciones a las que me estoy refiriendo son, en gran medida, al menos para mí, otro motivo para amar aquellas canciones con mayor intensidad. Y, al fin y al cabo, ¿qué esperábamos? Barón Rojo crecieron en una España aún sin modernizar, con signos de subdesarrollo y consecuentemente, su sonido no se encontraba muy lejos de unos pantalones baqueros rotos o una muñequera de pinchos. Pero aun así, con unos cuantos acordes ya les bastaba para conducirnos al trance. Porque, ante todo, eran unos músicos impresionantes que, durante casi una década, estuvieron tocados por los dioses del metal y provocaron decenas de orgasmos a un sinfín de melómanos que no importa su posterior evolución y el tiempo que ha pasado desde que crearon sus grandes obras maestras, no los olvidamos. Shalam

إِنَّ الطُّيُورَ عَلَي أَشْكَالِهَا تَقَعُ

Las canas son argumento de edad, más no de prudencia

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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