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La iglesia del caos

Sep 23, 2023 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a The Lords Of The New Church. El cual recomiendo leer escuchando uno de sus temas emblema: «Dance with me».

 

La iglesia del caos

Lords of The New Church eran un cinturón de plata soportando los pantalones de un macarra. Eran una banda venenosa y nihilista pero también divertida. A veces escuchándola daban ganas de drogarse y otras de beber alcohol. Tenían el aspecto de unos vampiros. Parecían recién salidos de un film de John Carpenter sobre alguna realidad apocalíptica. De hecho, yo al menos me hubiera creído perfectamente que o bien actuaran o bien compusieran unos temas para ser parte de la banda sonora de Rescate en Nueva York. Puedo imaginarlos perfectamente tocando cualquiera de sus marchosos temas («Lords Prayer», «New Church», «Open your eyes») en las catacumbas de una ciudad sometida al caos y a la rapiña.

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Uno de los problemas de los discos de The Lords of The New Church es tal vez la producción. Para los fans de The Dead Boys era demasiado sofisticada y tal vez para los fans de la new wave era un poco cruda. Para los fans de Bators a veces no terminaba de ser completamente desafiante y para quienes lo acaban de descubrir en un bar ochentero, muchas de las canciones no disponían de las bases rítimicas ideales para bailarlas sin descanso hasta altas horas de la madrugada. Algo que, en cualquier caso, se olvidaba completamente en cuanto sonaba uno de esos temas parecidos a dardos violentos y a besos nocturnos que The Lords grababan de tanto en tanto con los que ponían de acuerdo a ambos bandos.

En realidad, The Lords tenían esa virtud (marca de la casa de Stiv Bators). Puede que durante varios minutos estuvieramos fuera de juego escuchándolos pero, de repente, con absoluta espontaneidad se conectaban con los dioses del caos, con los ángeles de la ebriedad y se sacaban de la manga una canción digna de ser considerada un himno y tatareada en medio de una borrachera. De hecho, eso es lo que ocurre con algunos de los temas de The Lords: que logran que los amantes del rock nos sintamos en casa al poco de escucharlos. Stiv Bators poseía ese don: lograba convertir sus locuras en bodas ebrias y nanas y, debido a su amor por el rock, era capaz de hacer suya cualquier versión de un clásico que decidiera homenajear. Caso, por ejemplo, de lo que hicieron The Lords con el «Let’s live for today» de The Grassroots. Una puta maravilla.

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La música de The Lords Of The New Church sabía a raya de cocaína en el lavabo de una discoteca a altas horas de la madrugada. A pantalón de cuero negro y a un polvo sucio en mitad de noches sin mucho sentido. Sabía a autodestrucción pero también a diversión. Tal vez este último aspecto desorientó un tanto a algunos fans del Stiv Bators de los Dead Boys que no habían llegado a conocer del todo su faceta teatral. Algo que, en cualquier caso, era absolutamente omnipresente. Stiv había bebido vocal y espiritualmente de Iggy Pop pero también había aprendido mucho de Alice Cooper. Así que no era tan sólo un mutante suicida preparado para bailar en torno al fuego el día del fin de nuestra civilización sino que también era un sarcástico y desprejuiciado rockero. Un cantante lleno de desparpajo que parecía recién salido de una representación de The Rocky Horror Picture Show. Así que quien quisiera acceder a su mundo, debía estar preparado tanto para divertirse como para lesionarse en plan kamikaze. No tenía que quedarse con una sola faceta de Stiv sino que debía verse obligado a aceptar las dos para disfrutar de sus composiciones y conciertos.

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Uno de los errores que cometen los fans cuando se enfrentan al nacimiento de un supergrupo (una banda formada por varios miembros de otras bandas míticas) es pensar que la suma de las partes es igual al todo. Pero esta misteriosa alquimia entre músicos pocas veces se da si no es de una manera absolutamente espontánea.

Creo que la mayoría de discos clásicos de rock son intensos. Se grabaron en un momento concreto irrepetible. Muchos nacieron de la ira y de la rabia y es muy difícil repetir ese momento. El debut, por ejemplo, de The Dead boys era un trozo de vinilo cortante. Era una navaja sangrienta. Dolía sin dejar de invitar a saltar. Nada sin embargo aseguraba que porque uno de los responsables de esa salvajada se uniera a un miembro de The Damned (Brian James), otro de Sham 69 (Dave Treguna) y un último de The Barracudas (Nicky Turner) surgiera de ahí otro hito incontestable del rock. Pero el público así pareció creerlo y tal vez demandó desde el principio demasiado a The Lords. La sobreexpectación no le hizo nada bien al grupo. Porque, si nos situamos en una orilla lejana a los fanatismos, nos daremos cuenta de que The Lords ofrecieron muy buenas temas. No eran excelsos pero tampoco era necesario que grabaran incontestables obras maestras. Lo importante en este caso era que honraran la noche. Que se aliaran con las fuerzas del caos y convirtieran el rock en un delirante guateque que hiciera las delicias de los desnortados y desorientados.

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The Lords eran una tribu de guerreros jocosos y bastardos. Su música estaba hecha para ser disfrutada en concierto. Entre el sudor, el alcohol y el sentimiento de que un momento como ese no se repetiría jamás. Los que tuvieron la suerte de verlos en directo no dudaban de que era un grupo necesario. Imprescindible. He leído, sin embargo, una penosa crítica de un periodista de El país (Pedro Calvo) que tuvo la suerte de verlos en directo en su momento más efervescente (1983) y, desde luego, pareciera que este señor se levantó aquel día con problemas en sus intestinos o que hubiera probado un café con leche en mal estado.  Su crónica del concierto de The Lords en la sala Rock-Ola de Madrid es horrenda. Pero creo que tiene más que ver con la la necesidad de destacar del crítico que con la realidad. Ok. Probablemente Stiv no tuviera su noche buena aquella fecha. Pero lo que sí se percibe en cada grabación de directo de The Lords es que la gente se divertía porque los músicos se lo pasaban en grande en el escenario. O al menos eso parecía.

The Lords eran kamizazes, borrachines, drogatas y lo gritaban a los cuatro vientos sin complejos. Algo necesario. Si tenían que mearse en la cerveza y tirarla al público, lo hacían. Si tenían que salir a tocar desnudos, lo hacían. Ok. No eran Mötley Crüe pero, a su manera, eran malditos e ineludibles. De hecho, eran mucho más crudos que casi todos los grupos crecidos al calor de la new wave. Tenían muy poco de intelectuales. Eran primitivos. Intuitivos. Nocturnos. Basaban su triunfo en los berridos. En la locura. Querían ser cavernicolas sin por ello dejar de penetrar en el caos pero en ellos predominaba también la sensibilidad pop y cierto refinamiento teatral. Era tan fácil imaginárselos follando como drogándose. Felices de tocar una canción mientras el Titanic se hundía. ¿Cómo cojones no iba a ser divertido y épico asistir a uno de sus conciertos?

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Da la impresión de que The Lords no fueron demasiado influyentes pero no es difícil seguir su rastro en múltiples grupos de los 80. De hecho, gran parte de su concepción oscura y dionisiaca del rock puede hallarse en los primeros discos de Sister of Mercy o The Mission. Pero en lo que se refiere a su vertiente glam y a su utilización atómica de la tecnología es posible, a su vez, otear su influjo sobre los mismísimos Sique Sique Sputnik. Ante todo, porque The Lords estaban en medio de múltiples corrientes que lograban liderar y superar por la desprejuciada personalidad y el talante kamikaze de Stiv Bators. De hecho, su colaboración con Michael Monroe (el líder de Hanoi Rocks) dejaba claro que también tenían ese toque áspero y canalla que caracteriza a los que llevan el rock en su sangre. En realidad, incluso puede rastrearse su sombra en determinadas actitudes de bandas como Primal Scream y, por supuesto, no es muy difícil entroncar lo que hicieron The Cars con The Lords. Una de esas bandas que transmitían peligro y que nunca fueron perfectas porque entendían que el rock era más bien una cuestión de actitud que de matemáticas. ¡A tomar por culo Mozart y los músicos de conservatorio!

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No sé si he sido capaz de describir a The Lords. En realidad, bastan dos acordes de guitarra de Brian James y un erupto de Stiv Bators para entender instintivamente y al momento lo que es el rock. Eso, desde luego, lo tenían: la actitud, el descaro, la mala leche, la locura. Fueron precisamente sus irregularidades y sus imperfecciones lo que los hizo grandes. Eternos como un escupitajo grabado para siempre en la pizarra de un aula en cualquier Instituto. Shalam

المقابر مليئة بالرجال الأساسيين

Los cementerios están llenos de hombres imprescindibles

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen….carita de azucena….
    2imagen…..esto es españa cañi…..(camilo VI el de la derch)….
    3imagen….foto en habitaciones con las paredes de tela metalica…
    4imagen….a ver si se aclaran quemada o acuchillada(se subraya la simetria con la negra del muelle)….
    5imagen….codo fracturado(evidencia lentorra),jajaj….
    PD…https://www.youtube.com/watch?v=hwfwqA55w_0….spanish harlem…ben.e.king..1960…(se huele a muro de sonido)…lo pone en los creditos (lirics)……..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Crito de Dalí vía Lord of the New Church. Todo pasa por la conexión con Alice Cooper. 2) Esta es la portada de un single en el que versionaban a lo bravo el «Like a virgin» de Madonna. Parece que hay una boda por ahí..jajaj. 3) 4 vampiros. 4 actores de una película de terror de serie B. Montan motos en varias escenas. 4) Babilonia. Mesopotamia. Una portada de un cómic. Discoteca en las viejas Sodoma y Gomorra. 5) Aquí se nota la influencia de Ronettes vía Ramones. Podría tocar una tema de rock de los 50. PD: Temazo que me hace pensar en Willy Deville. Enorme versión. https://www.youtube.com/watch?v=m_ioHpx1Dwc

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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