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Un muchacho irresponsable

Ago 9, 2024 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado en esta ocasión a una obra que es pura dinamita: la trilogía Nitnit de Charles Burns. El cual recomiendo leer escuchando el tema principal compuesto por Angelo Baladamenti para la banda sonora de Mulholland Drive.

 

Un muchacho irresponsable

Opino como Agustín Fernández Mallo que no hay que tener miedo a los spoilers. Todos sabemos perfectamente cómo termina don Quijote de la Mancha y no por ello dejamos de leer la novela. Es por ese motivo por lo que yo al menos no suelo tener problemas en desvelar muchos aspectos de la trama de las obras que abordo. Algo que volveré a hacer al refererirme a la trilogía Nitnit (compuesta de tres tomos, Tóxico, La Colmena y Craneo de Azucar) de Charles Burns. Una obra cuya historia es muy, muy sencilla. En realidad, se podría resumir en unas pocas líneas. Pero cuyo desarrollo es sumamente complejo. De hecho, creo que no me equivoco al sugerir que Nitnit es una mezcla entre una novela esquizoide de William Burroughs (¿hay alguna que no lo sea?), un cómic de Tintín reescrito por un adicto a la heroína, el cine de Lynch, esas obras de de Daniel Clowes capaces de recoger la angustia adolescente con una sensibilidad letal y mortecina y la atmósfera presente en la música norteamericana independiente de fin de siglo.

Como vemos, una auténtica locura que contrasta, repito, con la sencillez de la historia. Básicamente, la trilogía Nitnit (cuyas siglas al revés son precisamente Tintin) se ocupa del trauma no superado de un muchacho inmaduro (Doug) que no fue capaz de asumir sus responsabilidades como padre. No supo crecer. Así que no se hizo cargo del hijo que tuvo con su novia (Sarah) y fue degenerando y aislándose poco a poco hasta convertirse en una sombra de quien quiso ser. Un reflejo distorsionado de su triste y apagado padre al que, por fuerza de querer distanciarse de él, terminó pareciéndose mucho más de lo que deseaba.

Ya está. No es más. No hay que buscar mucho más. Aunque la exuberante, disforme y extraña apariencia del cómic de Burns podría hacer pensar lo contrario, no hay más que rascar. La mayoría de escenas surreales, oníricas y laberínticas son tan sólo vías de escape, reflejos, disformes puzzles, retratos abstractos construidos por la mente del personaje para escapar de su angustia, intentar evadir su responsabilidad, vivir una vida alternativa donde poder reparar un daño que ya no tiene remedio. Algo que comprenderemos muy claramente en la triste, muy triste escena en la que se reencuentra con su novia (e hijo) años después de su abandono.

Repito. No es necesario buscar más ni complicarse. Con lo que acabo de decir, el lector ya tiene más que suficiente para comprender el cómic. También, claro, hay más personajes y es conveniente especificar unas cuantas características de los protagonistas. Pero lo esencial es lo que acabo de transmitir.

No obstante, bien está saber que Sarah tiene un novio maltratador que la persigue y dará una paliza a Doug. Que Doug tiene una faceta de performer y suele acompañar (y presentar) a un grupo de punk-hardcore. Que Sarah es una fotógrafa cuyas obras son sumamente inquietantes y abundan en violentos traumas. Que el padre de Doug acabó siendo un hombre apesadumbrado, sin ganas de vivir. Que Doug utiliza una máscara de Tintín en sus performances. Que hay dos sueños complementarios (o dos vías oníricas) utilizadas por Doug para escapar a la realidad, a su triste destino.  En una de ellas se encuentra con Sarah e intenta volver a conquistarla (o entender qué ocurrió) y en otra es un personaje llamado Johnny 23 (con un gran parecido a Tintín) perdido en un mundo extraño y difuso. Y en fin, (todo hay que decirlo) hay un ambiente muy arty a lo largo de todo el cómic que se mezcla sutilmente con una atmósfera a fracaso que va poco a poco inundándolo todo.

Dicho esto, en realidad, la trilogía Nitnit es mucho más. Puesto que, en el fondo, la triste historia de Doug y Sarah le sirve a Burns para realizar un inmisericorde retrato generacional. Una visión destructiva de ese mundo lleno de émulos de Peter Pan construido por la cultura pop, de esos eternos adolescentes que parecen haber pasado toda su vida en una canción de rock y, en cierto sentido, huyendo de la realidad. Aunque yo diría que Burns va más allá. Puesto que, en realidad, su cómic también podría ser leído como una pesadilla sobre los estertores de la contracultura. Toda una construcción social que ha convertido a muchos jóvenes en adictos a sí mismos, a una complaciente (y falsa) idea de rebeldía que ha acabado aislándoles, separándoles de un mundo que tal vez en algún momento quisieron cambiar y ahora lo más que pueden hacer es soportar. De hecho, Doug vive encerrado en su habitación, tomando pastillas antidepresivas. Un signo de toda una era que ha convertido a gran parte de individuos en adictos a las píldoras farmacéuticas. Esclavos de la tristeza.

En verdad, tanto en Nitnit como en otros cómics, es sencillo percibir que Burns está totalmente enamorado de la cultura pop y undeground norteamericana. Pero que también ha sufrido sus consecuencias. Porque Burns la visualiza en parte como un virus. Su mirada no es complaciente sino que es casi un acto de contricción. Tiene algo de masoquista. Hay algo en la mirada de Burns a la cultura independiente en la que creció que recuerda a la que podría sentir alguien al escuchar un solo de guitarra extendiéndose en el tiempo más de lo soportable. Durante minutos y minutos sin aparente final.

Burns no necesita realizar ningún ensayo sobre la contracultura. Tampoco formular ninguna crítica explícita. Le basta con mostrar a su protagonista caminando desorientado, con unos cuantos kilos de más, y una ropa que ya no le pega, para que entendamos lo que desea transmitir. Paradójicamente, Burns es underground porque no tiene piedad con el underground. Esta trilogía es tanto una exaltación de sus virtudes como su mayor azote. Una puta genialidad. De hecho, teniendo en cuenta que Burns es oriundo de Seattle, entiendo que si alguien, a estas alturas, desea preguntarse en qué concluyó la cultura grunge, puede encontrar en el cómic algunas respuestas (en algún caso demasiado dolorosas para aceptarlas sin tomar alguna substancia antes).

Burns describe la cultura independiente norteamericana de los 90 sin piedad. A veces da la impresión de que incide en esa rala impresión que produce en muchos adultos encontrarse con la típica camiseta de uno de sus grupos favoritos de antaño (pongamos por caso Fugazi) muchos años después de los conciertos a los que los siguió (y en los que se enamoró o tuvo sus líos) y de la fascinación por determinadas producciones artísticas. Pero al mismo tiempo, Burns deja claro que nada como la cultura underground (su cómic lo evidencia) para testimoniar el oscuro rumbo de nuestros tiempos. El inmenso agujero negro en el que Occidente ha caído hasta el punto de fagocitarse completamente a sí mismo. Algo que, al fin y al cabo, ha dejado claro desde sus primeros cómics o desde la genial portada que diseñó para el Brick by brick de Iggy Pop.

Por supuesto, es inevitable no citar el homenaje a Tintín realizado por Burns. Un homenaje mucho más malsano de lo que parece en primera instancia. Porque si bien podríamos pensar que es una declaración de amor (que por supuesto que sí) a los trazos gráficos de Hergé y a sus historias, Burns es mucho más oneroso. De tal forma que, en gran medida, su cómic puede leerse como el reverso tenebroso del célebre personaje. No tanto porque Burns incida en su racismo o en todos esos defectos éticos que los estudios culturales posmodernos se encargan de rastrear morbosamente en las obras de arte sino que más bien lo que parece criticar Burns es la inmadurez del personaje.

¿Con quién estaba comprometido Tintín? ¿Qué había detrás de esa perenne juventud? ¿Era Tintín un rompecorazones que dejaba amores en cada puerto? ¿Por qué no sabemos mucho de la vida amorosa de Tintín? ¿No era en verdad este personaje un preludio de la inmensa vía de escape construida por la cultura pop años después de haber sido creado?

En realidad, Burns homenajea a Tintín quitándole su aura mítica. Convirtiendo a un don nadie, a un fracasado, (por no haber sabido asumir su condición adulta) en alguien parecido al personaje de Hergé para realizar un diagnóstico severo, certero (y también cruel) de los motivos y causas que se esconden tras el encumbramiento de decenas de héroes pop. Héroes inmarchitables y juveniles que, en realidad, esconden detrás las frustraciones  y traumas de decenas de muchachos, de toda una cultura. Sus triunfos son, en el fondo, sublimaciones de sus miserias. Escondrijos de los coloridos valores hedonistas que defienden. Trampas consumistas para intentar escapar de las obligaciones laborales y familiares que terminan provocando disociaciones y zozobra. Soledad. En muchos casos, locura. Una enorme enfermedad derivada tal vez de la inoculación mental de tantas y tantas canciones pop idealizando el amor y la adolescencia. Sublimando la inadaptación.

En verdad, vuelvo a repetirlo, la historia de la trilogía Nitnit es muy sencilla. Pero no así su realización. Un caleidoscópico puzzle oscuro parecido a un viaje psicodélico o a la indigestión producida por un mal tripi. El cómic de Burns es, a grandes rasgos, la descripción de un insoportable recuerdo. Un profundo viaje por los océanos de un trauma que convierte a cada viñeta en una especie de reflejo simbólico de otras tantas que irán apareciendo por aquí y por allá en el transcurso del cómic. Los sueños tienen su correspondiente trasluz en la realidad (y viceversa) a través de pequeñas piezas y símbolos que terminan al final por unirse, separarse y hundirse. Y, por supuesto, también la historia de desamor protagonizada por Doug y Sarah tiene, a su vez, su correspondente proyección en un nostálgico cómic romántico en blanco y negro que aparece en un sueño.

Consecuentemente con lo que acabo de sugerir, la trilogía Nitnit terminará con Doug en medio de una habitación totalmente derruida. Teniendo que asumir forzosamente la realidad. Ese fogonazo insoportable de realidad que la cultura pop se ha obstinado con todas sus fuerzas en que varias generaciones de jóvenes no conozcan jamás por más que, forzosamente, antes o después, siempre termina por abrirse paso. Shalam

لا يوجد عنف لا معنى له

No existe violencia sin sentido

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…un sunami…(tronco de pez, peinado de corona)…..si me lo hubieran colocado en la oreja seria el atentado de donald trump……(paisaje sin cables)……
    2imagen….el castillo es la nuclear (elvis presley el descubridor de la edad medieval)……sonrisa….
    3imagen….el agujero que tambien despierta al gato….(asombro)…
    4imagen….informacion del desastre en directo…….
    5imagen….la virgen santa, esta no se escapa!…..flores en tarro de aceitunas de kilo y una mosca perdida…..llamare a eduardo manos tijeras para que me avie el pelo…..
    6imagen….esta, elijo esta, el corazon entre las tetas…..(succion surrealista)……
    7imagen….mira como se come la descendencia de cabeza borradora,(ja,ja,jajaja…)…..
    8imagen….flora y fauna de los comic del mundo (el buitre se pone pajarita)….
    9imagen….ayuda, pero a quien le pido ayuda? y mucho menos al tio de los dos sacos………
    PD….ommm….https://www.youtube.com/watch?v=HkGvaM-bIjY
    across the universe…john lennon……

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Podría ser una viñeta del cómic Dinero de Miguel Brieva. Una de sus satíricas e inteligentes críticas al capitalismo. 2) El Presley de la última etapa, inflado a dulces y a pastillas, ha resucitado. 3) Tintín en el país de los depresivos. 4) Y pensar que yo tuve también ilusiones cuando era joven. 5) Fotografías interiores de un disco de Pixies. 6) Flechazos de la era depresiva. 7) El de la viñeta final parece un émulo de El emperador de Star Wars. 8) Podría también ser la portada de un disco de Cramps.. si dufináramos los colores. 9) Naufragio hindú. La zozobra mental se vence con meditación. PD: El mundo en movimiento y sin embargo imperturbable.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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