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Recuerdos extintos

Ene 7, 2023 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería sobre La divina probabilidad de los recuerdos extintos, la novela de Iury Lech. El cual recomiendo leer escuchando uno de los sugerentes temas compuestos por este proteico y heterodoxo artista: «Final sin pausas».

Recuerdos extintos

La divina probabilidad de los recuerdos extintos es una novela parecida a un poema escrito en Júpiter, a un rayo de luna y a un pequeño iceberg. Es el eco de una nota musical emitida desde un viejo Casiotone extendiéndose en el tiempo. Es una reflexión emitida desde la azotea de un faro situado en medio de los océanos en cuyo vértice existe una grieta que permite vislumbrar arcanos mundos, resplandores de otros firmamentos y universos, las gárgolas que vuelan sobre las nubes en medio de incendiarios ocasos y apocalípticos amaneceres.

En La divina probabilidad, los adjetivos no cumplen su función tradicional de informar sobre las características de los objetos o personas sino que son más bien vibraciones sonoras. Crean atmósferas, nebulosas musicales que en contacto unas con otras van creando una insólita composición con sabor a poema místico, esotérico y futurista. Un fresco alquímico y nihilista que transforma su lectura en un viaje filosófico.

No sé si algún día ocurrirá esto pero entiendo que un modo muy adecuado de experimentar aquello que es La divina probabilidad sería en formato concierto o performance. Porque no es tanto un novela como un libretto. Un ejercicio artístico que confío que alguna vez sea leído en voz alta por un actor o performer, acompañado de una música etérea, en la sala de una biblioteca antigua, en un museo artístico o en un auditorio desde donde se puedan contemplar los astros celestes mientras algún artista proyecta audiovisuales en una pantalla. Pues probablemente sea entonces que todas sus radiaciones y emanaciones puedan ser contempladas con la pureza debida.

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La divina probabilidad es uno de esos libros que exigen lecturas creativas. No pide, de hecho, tanto ser comprendido como experimentado. Es más una criatura narrativa que una novela. En cualquier caso, por aquello de no perderme en excesivos deváneos, intentaré plantear con cierta concisión cómo la veo yo. Lo cual, por otra parte, no sé si es posible o sobre todo, deseable. Porque, a mi entender, en La divina probabilidad es más importante lo que se sugiere, las masas de sonido y de colores que surgen de la insólita agrupación de reflexiones que hay en su seno, que su argumento que es, al fin al cabo, excusa para llevar a cabo un alucinado viaje por mundos paralelos.

Dicho esto, Wolef, el personaje de La divina probabilidad, me recuerda a aquellos personajes retratados por William Blake en sus dibujos los cuales, por más que aludieran a referentes reales, parecían habitar en un sugerente mundo ulterior. En su propia esfera. Parecían arcones gnósticos con forma humana cuya mera existencia planteaba un dilema en el Universo. Provocaba enigmáticos interrogantes que creaban tanto asombro como zozobra en un planeta Tierra sometido a todo tipo de huracanes y maremotos metafísicos. Así es al menos como yo he leído La divina probabilidad. Como una extensa nota a pie de página de uno de los retratos de Blake a los que estoy aludiendo. Aunque obviamente soy consciente de que hay múltiples formas de leer este texto. Un poema sonoro que crea su propio imaginario artístico y filosófico. Su propio magma granítico, desde la primera línea.

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También he leído La divina probabilidad de otro modo. En este caso, como un bestiario cósmico cuya forma de narrar se apoya e inspira levemente en el romanticismo alemán y la novela centroeuropea del siglo XX. Hay momentos, breves pasajes, algunas frases, páginas o párrafos que parecieran extraídos de una obra de Goethe, de Thomas Mann o de Robert Musil. Podría existir cierto juego paródico entre este poema sonoro y los autores antes citados pero también una evidente fascinación hacia una manera de narrar que era capaz de convertir cada frase en aforismo, cada situación y peripecia en material de ensayo filosófico y cualquier narración en un profundo tratado sobre el significado de la vida.

Lo importante en cualquier caso al leer La divina probabilidad es dejarse llevar. De algún modo, el libro de Iury Lech es ideal para leer mientras se escucha un antiguo disco ambient. Además, posee también una dimensión onírica que invita a cerrar los ojos tras leer cada capítulo y dejarse ir imaginando el desembarco en nuevos y diversos planetas. Es un texto que, una vez finalizado, nos anima a contemplar el cielo en busca de alguna solitaria esfera rodante con el objeto de intentar descifrar qué es lo que ocurre en su interior. Shalam

من يخطئ ولا يصححه يرتكب خطأ أكبر

Quien comete un error y no lo corrige comete un error mayor

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…los amasijos de musculos del renacimiento (lo decia el escultor alexander archipenko)…..
    2imagen….dos libros iguales (uno para cada ojo(lo decia uno de los principios surrealistas)…jajajjj
    3imagen….girasol…la subita metamorfosis de la mariposa con la silueta de la dama de elche…..
    4imagen…..calculos debajo del mar….en una linea horizontal: musgo, nautilus, pie izq, pie dech, mano dech, compas, mano izq, tela…….
    PD…..https://www.youtube.com/watch?v=PUoIjupTO50….cristian gentilini…aulos….

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  2. Alejandro Hermosilla

    1) Imagino un libro de Gómez de Liaño con esta portada y un título como «Gnosis y romanticismo». 2) ¡Qué gran principio ese surrealista! 3) Icónica representación de las dudas experimentadas por la Virgen María tras la muerte de Cristo. 4) El gran talento de Blake: representar a Newton como Hermes.
    PD: Genial el señor Gentilini. No lo conocía. ¡Hallazgo!

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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