Un bar donde no se puede tomar alcohol. Así es el fútbol sin público. Un entrenamiento con cámaras. Tengo la impresión de que determinados deportes como el tenis (supongo que también el golf) no pierden tanto. Los tenistas sí perciben que las gradas están despobladas pero no tanto los espectadores. Está siendo triste contemplar, por ejemplo, la Bombonera vacía. Gran parte de lo que supone Boca se debe a sus seguidores. La experiencia bostera no se encuentra completa sin la 12. Esa hinchada ha ayudado a ganar a los gladiadores más partidos de lo habitual. Las ocasiones en las que tuve la suerte de saltar, gritar y enloquecer allí se encuentran entre algunos de los momentos más felices e intensos de mi vida. Eso no era asistir a un partido de fútbol. Era una peligrosa mezcla entre rock, arte y fiesta. Ahora sólo queda el balón y el traje. Un armario vacío. Tengo claro por ello que probablemente el fútbol terminaría por languidecer lentamente de seguir así.
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Creo que si algo ha dejado claro la pandemia es que los futbolistas necesitan tanto o más de su público como nosotros de ellos. Hasta hace varios meses, parecían seres de otro planeta. Ahora sin embargo se parecen demasiado a cualquiera de nosotros. Sostengo esto porque si por algo he admirado a los futbolistas no ha sido tanto por sus cualidades físicas y técnicas sino por su disciplina, nivel de concentración y, sobre todo, su capacidad de soportar la presión. ¿Cómo es posible trabajar en medio de mordaces comentarios de periodistas, insultos, cortes de manga, el aliento a veces envenenado de tu propia hinchada y la seria mirada de tu entrenador? Eso era para mí lo que, en determinados casos, los convertía en héroes. Superdotados. La mayoría de nosotros acabaríamos en el psicólogo (¡Aguante Maradona!). Ahora son simplemente deportistas. O peor, sin público en las gradas, parecen oficinistas. Gente realizando su trabajo. Sin más.
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¿Se puede imaginar alguien a una banda como Led Zeppelin dando conciertos sin público en los 70? ¿Hubiera triunfado? ¿Cómo denominar eso? Esa es la sensación que tengo cuando miro la televisión. Una mezcla entre impotencia y pena. Que el fútbol era una fiesta deportiva con maneras de ritual queda más claro ahora que nunca. Y estoy también por creer que tampoco era una frase hecha eso que decían muchos artistas de que se lo debían todo a su público. Era la verdad.
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Ya no nos hace falta recurrir a la canción de Joaquín Sabina para saber cómo se siente un torero al otro lado del telón de acero. Así es el fútbol en la era del coronavirus: «absurdo como un belga por soleares y vacío como una isla sin Robinson». Se juega pero, en realidad, parece que no se juega. Hay goles pero parece que no son goles. Sexo sin olor ni sudor. Bares donde sólo sirven zumo, agua y café. Un triste simulacro. Shalam
الحزن المفرط ليس أكثر خطورة من الدعابة الزائدة هي متعة
El exceso de tristeza no es serio como tampoco el exceso de humor es divertido
andresrosiquemoreno
el octubre 26, 2020 a las 12:28 am
1ºimagen:….lo nunca visto hasta ahora……………..
2ºimagen:….se puede llenar el terreno de juego de todas las personas de la grada y en la grada la celebracion del gol tal y como esta ahi…………………………..
3ºimagen:….el gran negocio ahora es menos negocio…………………..
Cualquier aficionado al fútbol debe encontrarse bajo el shock de lo ocurrido en Madrid hace no más de 48 horas. Debo reconocer que estuve a punto de...
1ºimagen:….lo nunca visto hasta ahora……………..
2ºimagen:….se puede llenar el terreno de juego de todas las personas de la grada y en la grada la celebracion del gol tal y como esta ahi…………………………..
3ºimagen:….el gran negocio ahora es menos negocio…………………..
Muy bueno el intercambio de gente de la grada al campo. Negocio en vías de quebrar como toda España. Veremos qué ocurre. Lo nunca visto, exacto.