Existen ciertas imágenes que se clavan en nuestra memoria. La que dejo a continuación- perteneciente a una película, Una lagartija con piel de mujer, del italiano Lucio Fulci- es una de ellas.
Muchas veces buscamos en las obras de alta costura, las ideas que definan nuestra época, pero buena parte de ellas las expresa y define mejor el arte sin pretensiones. Probablemente, por la libertad con la que se forja. Un ejemplo muy claro lo encontramos en el género del giallodentro del que se encuadra la película de Fulci. Puesto que con mayor grado de radicalidad que algunos de los ensayos que cuestionan el capitalismo y el consumismo o que aquellos que critican el cientificismo, pone de manifiesto los escombros y perversidades que se esconden bajo la mesilla de los cirujanos plásticos, doctores y actores sociales de la modernidad. De hecho, es debido a su falta de pretensiones, que es capaz de retratar frontalmente las vísceras de nuestro corrompido sistema, sin retórica teórica alguna. Y en este sentido, sus productos suelen ser detonadores para la conciencia. Filtros corrosivos que permiten interrogar al arte con mayúsculas si está ejerciendo bien su cometido. Ya que nuestro mundo es mucho más comprensible gracias a la irracionalidad, salvajismo y frontalidad de estas obras que permiten visualizar, sin ambigüedades de ningún tipo, el tremendo estercolero en que Occidente se ha acabado convirtiendo. Shalam
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