AVERÍA DE POLLOS: Inicio E Filosofia E JFK (2)

JFK (2)

Sep 13, 2024 | 2 Comentarios

Me preguntaba ayer en avería por qué motivo es posible encontrar productos cinematográficos o televisivos en Italia y EEUU que estudian o describen con cierta profundidad hechos históricos recientes y no así en España.

Por qué es imposible concebir, imaginar todavía, a día de hoy, una serie en la que nos queden claras las conexiones entre la CIA, la llegada de Kissinger a España, y el atentado de Carrero Blanco.

Por qué no hay un filme riguroso sobre el incendio del Hotel Corona de Aragón, ese más que probable atentado contra la familia Franco.

Por qué no es posible imaginar tampoco una serie rigurosa, bien filmada, bien interpretada, bien documentada en la que se realice una escenificación de las semanas previas al golpe de Estado del 23-F y se nos describa con sobriedad, (sin cargar las tintas pero tampoco escondiéndolas) el papel de cada uno de los actores principales (el rey, Armada, Milans del Bosch, Felipe González, la CIA, Tejero, Adolfo Suárez, etc) de ese innecesario vodevil, de ese disparate que se armó en el Congreso de los Diputados.

La verdad es que, en principio, resulta del todo incomprensible. Más aún teniendo en cuenta que, en lo que se refiere al Golpe, su trasfondo es un secreto a voces que, a estas alturas, quien quiera saber, puede conocer en profundidad y casi con todo lujo de detalles. No obstante, no aparece (ni creo que lo haga en mucho tiempo) ni el Galdós que lo novelice ni el Oliver Stone y el Marco Bellochio que lo expliquen en pantalla grande o pequeña. Los que lo han hecho o lo han intentado o bien lo han contado mal (probablemente a propósito) o bien han creado aún más confusión. Una confusión que sospecho que también ha sido completamente deliberada.

Obviamente, no tengo una respuesta clara a esta pregunta. Para nada. Pero sí me arriesgaría a formular alguna que otra hipótesis. Creo que buena parte de la causa de que los españoles no seamos capaces de reflexionar de modo adulto, con sobriedad e inteligencia, sobre nuestro pasado reciente, se debe a los intereses partidistas. Los partidos políticos están incrustados hasta en el tuétano de la sociedad civil. Sólo les falta meterse en nuestra cama (si no es que no lo están ya).

Así que, como muy bien podría decir Valle-Inclán o un personaje de Baroja, (también, claro, de Unamuno) todo lo que no sea untar el churro ya sea para uno u otro costado, no interesa. En España, la verdad tiene color, nombre y apellidos. No se descubre sino que viene escrita de casa. Posee idéntica fisionomía que los que la emiten y la propagan. Si la verdad no da dinero no es verdad. Si la verdad no da votos no es verdad. Quien quiera entender que entienda. No es tan difícil. Muchos periodistas parecen, como decía Umbral, putas. Putas baratas. Putas isleñas. Si me das azúcar, te digo lo que deseas oír. Si me untas soy capaz de convertirte a Vinicius en el nuevo Martin Luther King y a Madonna en candidata a ser canonizada. Basta ver un telediario. Historia diaria, cotidiana de la verdad. ¡El Nodo de la democracia! ¡Ja!

¿Qué nos diferencia de los italianos? No lo sé. Probablemente ellos son más pragmáticos, menos inocentes e idealistas, mucho más realistas. Que no mejores, claro. Tal vez, por tener detrás una historia (ya asumida) de sangrientos Césares, despiadados nobles y condottieri y traiciones por doquier, parecen tener más claras las duras reglas de la vida social y de la política que nosotros. El engaño y la violencia que se esconden tras el poder.

Nosotros, los españoles, pareciera que en cualquier momento nos vamos a poner a pedir perdón y presignarnos ratificando las consejas (verdaderas o falsas) de la leyenda negra. No creo que eso les ocurriera a los italianos. Maquiavelo, un florentino, uno de los suyos, les explicó con mucha claridad siglos atrás que la política es una materia que no se rige por idénticas reglas que la vida. En la política no hay ética. La ética se esgrime, se saca a relucir para conseguir votos y adeptos y cuando se tienen, se esconde hasta la próxima.

Probablemente me equivoque pero si bien estoy convencido de que muchos italianos caerán en la confusión de identificar poder votar con democracia (también se vota y mucho en las dictaduras) creo que sí tienen bastante más claro que nosotros, debido a la predominancia de la Mafia en distintas zonas del país, el papel que juegan Estados Unidos y los distintos partidos políticos. La naturaleza del poder. No se engañan tanto. Cuando votaban a Berlusconi, por ejemplo, lo hacían a conciencia. Sabiendo perfectamente por qué votaban lo que votaban. A un fascista, sí, pero también a un comunicólogo, a un empresario. Un príncipe posmoderno, que diría Maquiavelo. Un hijo de puta, sí, pero su hijo de puta. El hijo de puta que necesitaban.

En esencia, creo que son más fríos y calculadores, menos inocentes, y pueden por ello describir y analizar su pasado reciente con calma. Saben cómo se las gasta el poder y son capaces de asumir con tranquilidad, sin pestañear, el papel jugado por Andreotti y la CIA en el asesinato de Moro. De hecho, creo que se escandalizarían si alguien blanqueara su historia. Son hijos de Roma y saben bien la sangre que hubo tras el Imperio. A un napolitano no le digas que hay políticos honestos que no te lo compra. Lo mismo te pega un navajazo por intentar tomarle por tonto. Es más probable que te compre la posibilidad de un milagro de la Virgen que un acto bondadoso, sin intereses de por medio, de un diputado.

Tampoco tengo muy claro por qué en EEUU se pueden filmar películas como JFK. Pero bueno, arriesgaré una hipótesis.

Posiblemente sea el Estado profundo (empresarios, militares, políticos corruptos) quien tenga el poder real del país. Puede que así sea. No lo niego pero tampoco lo afirmo. Pero lo que sí tengo claro es que, debido a la naturaleza del país norteamericano, sus gobernantes se ven obligados a realizar concesiones. El país norteamericano no se entiende sin la idea de libertad. Los padres fundadores lucharon por ella en una guerra contra un reino, Inglaterra, y redactaron una Constitución ejemplar, que les permite, en cierto modo, contrarrestar los abusos de poder. Otra cosa es que lo haga. Pero al menos posee los mecanismos para hacerlo, como se comprobó con el Watergate y la célebre caída de Nixon. Algo que sería completamente impensable en España.

Es precisamente esa voluntad de libertad y veracidad inscrita en los genes de la nación, la que obliga posiblemente al Estado profundo, (siempre que pueda meter sus zarpas en múltiples territorios de exterior y el país no se le desmadre) a ceder ciertos espacios, determinados lugares para el debate y el diálogo. El sano contraste de ideas. Tal vez pueda coartar las investigaciones de uno o dos cineastas o la libertad de expresión de algunos novelistas pero, antes o después, tiene que ceder un poco de terreno para convalidar esa libertad de la que se precian y presumen los norteamericanos. Sin la que los norteamericanos no se reconocerían como norteamericanos.

Por otra parte, que el pueblo se haga demasiadas preguntas sobre el pasado ayuda muchas veces a que no se las haga sobre lo que ocurre en el presente. Tal vez no sea una casualidad que poco antes de que JFK se estrenara, a bombo y platillo en los cines de toda Norteamérica, George Bush padre se involucrara en la Guerra de Golfo despertando el incendiario patriotismo de unos cuantos de sus compatriotas y justificando precisamente algunos de los motivos por los que Stone piensa que Kennedy fue sacado a la fuerza del tablero.

Mientras tanto, en España, debido a la predominancia de los partidos políticos, la práctica inexistencia de sociedad civil, se ha llevado una extrema politización de la vida social y cotidiana que no permite indagar en esa verdad. Mostrarla al trasluz. En parte, porque también haría caer aún más el velo del engaño originado en el Régimen del 78, la naturaleza real de ese engaño, pero sobre todo, porque si esa verdad no puede ser controlada, mediatizada, politizada, no resulta conveniente que sea expuesta al público masivo. Una cosa es la verdad que necesitan los españoles y otra el Estado. El franquismo controló el cine y, a su muerte, los partidos políticos han continuado su legado.

Es cierto también que resulta difícil mirar con calma el pasado de España cuando todavía no ha pasado un siglo de nuestra guerra civil. Si toda guerra es una locura, la mayor tragedia y fracaso, una guerra civil es directamente el culmen de ese fracaso. Es un trauma de tales dimensiones, revela tales horrores de nosotros, los españoles, que casi que resulta lógico que no seamos capaces de mirar atrás, hayamos perdido esa capacidad que tal vez recuperemos dentro de varias generaciones. Los italianos y los norteamericanos lucharon contra enemigos externos, nosotros lo hicimos contra nosotros mismos.

No soy yo quién para decir si las heridas de esta guerra se encuentran o no cerradas del todo pero, por si hubiera alguna duda, los políticos se han encargado de abrirlas en lo posible para conquistar la voluntad de los de un bando o los del otro. Votos y poder. En fin ¿Qué más da?  La guerra civil es la excusa perfecta para distraer la atención. También el franquismo. Basta culpar de todo a Franco para presentar como bueno todo lo que viene después o viceversa, para justificar todo lo malo que ha llegado después. Algo que convendremos que atenta contra las reglas del sentido común. A Franco, a Felipe González, a Azaña, al rey Juan Carlos, a su padre, a Alfonso de Borbón, a Arias Navarro, a Suárez. A cada uno, hay que analizarlo con la mayor objetividad posible. Un estudio que, a estas alturas, parece imposible.

Los españoles estamos o bien amansados por los masajes catódicos diarios, el soma del consumo y el relativismo, o bien enfrentados, crispados, en medio de un absurdo caos en el que, obviamente, la primera sacrificada es la verdad. Dependiendo de hacia qué lado de la balanza se inclinen, unos ratificarán una versión u otra. Y así no hay modo de hacer productos verídicos, reales, dolorosos y catárticos sobre nuestra historia reciente. Productos que necesitan tiempo, necesitan que se constrasten hechos, indagar, dirimir ciertas sutilezas. No hay manera de descubrir, explorar. Menos aún con el sistema de subvenciones que hay implantado. Un control más o menos velado, más o menos disimulado, por parte del Estado, (como antes también, de otro modo, mucho menos velado, lo hizo el franquismo), de la mayoría de producciones cinematográficas.

Si no me equivoco, (tal vez sí), el mismo dio comienzo en 1984, (¿casualidad?) con la célebre ley Miró y marcó una pauta, una tendencia a seguir que, en lo esencial, (otra cosa es lo cosmético), no se ha modificado. El cine al servicio del Estado, de las versiones de los hechos toleradas por el Estado. Un cine tal vez no completamente maniatado, pero sí domesticado y dependiente. Sí sumiso y obediente. Sí inofensivo. Sí calculador y oportunista. Algo, al fin y al cabo lógico, porque es un cine que necesita pedir permiso al poder antes de emitir cualquier discurso ya que depende económicamente más de los despachos que del público. ¿Cómo van a aparecer así francotiradores?

Creo que si algo tiene claro hasta el último español (es un decir) es que si a un cineasta se le ocurre indagar en cualquier realidad histórica reciente (que todavía duela) va a salir escaldado por todas partes. Será lapidado. ¿Quién se va a atrever a poner su salud mental en juego? Lo más sensato y prudente, obvio, es callar, huir hacia delante o arrimar el hombro a uno u otro lugar del espectro político.

¿La verdad? La verdad, además, no da dinero. Sólo causa problemas. Realizar aquí, a escasos kilómetros del Palacio de las Cortes, un documental veraz, profundo sobre el trasfondo, lo que ocurrió realmente en el 11-M, (o cualquier otro tema importante, lleno de claroscuros), parece francamente una quimera. Shalam

الفن هو صنع شيء من لا شيء وبيعه.

El arte es hacer algo de la nada y venderlo

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    PD…https://youtu.be/udvXVnUii5c?feature=shared… canción elefantes y araña…y al llegar a 10 catacroooock(no se sabe hacer de otra manera, no?).. 1imagen… se sabe que cualquiera puede ser un terrorista (travis-taxi driver).. 2imagen…este humano solo quiere la gloria a tiros….. 3imagen… Mortadelo y Filemón 4imagen…el humano a lo suyo 5imagen…bunga -bunga fest (fiesta norteafricana)… 6imagen… primera linea- ciudadano Kane….. 7imagen…en la india esto parece que es bastante comun 8imagen… sustituyendo a todos los rendidos (manos arriba) por soldadesca con fusiles en ristre…
    y al del fusil amenazante por un rendido manos arriba.. cabrones como chuck … jajajj 9imagen… saldremos en los diccionarios de historia…. historia?…..

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    • Alejandro Hermosilla

      PD: esto me ha recordado a un disco que sacó Enrique Sierra junto a Pilar Roman titulado «Colúmpiate» del que apenas hay rastro en ningún sitio. Versiones de canciones pasadas por el filtro electrónico que eran muy interesantes. ¿Quién sabe cómo lograr escuchar de nuevo ese disco? En cuanto a la canció de los elefantes, tal vez sea una metafóra, una denuncia de la esclavitud..jajajajaj 1) Por un retraso en un avión o un tren, no sé bien, Valdano no durmió esa noche allí. 2) Cojones, que somos españoles. Demos un golpe en condiciones. No como los de los sudacas. 3) Las primeras grandes lágrimas del franquismo. Un mundo se comenzaba a terminar. 4) Todo el mundo antiguo parece un homenaje a Napoleón y viceversa. 5) A éste no le gusta Pasolini. ¿Lo conoce? Seguro que sí. En su juventud disfrutó de «La dolce vita». Su Milan era pura «dolce» y trabajada vida. 6) Ahí lo verdaderamente inquietante es el nombre de Kissinger a la derecha. 7) Una apertura, herida en el corazón de España que todavía no se ha curado. No ha cicatrizado. No se sabe qué coño pasó. 8) El alto a la guardia civil de nuestra guerra civil 9) Pilar, yo te doy un premio aunque no sé bien esto de la cultura, a mí como que no, pero este premio vale porque no te persiga por las noches. Tengo mejores candidatas y lo sabes.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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