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Gomorra (2)

Oct 24, 2021 | 2 Comentarios

Dejo a continuación el segundo avería dedicado a Gomorra. La serie de televisión. Ahí va.

Gomorra (2)

Uno de los aspectos que atrapa de Gomorra radica en lo bien que retrata el (mal) gusto estético de los capos de la Mafia. Esas abigarradas, grotescas casas decoradas con ostentación y sin ningún sentido del equilibrio. Llenas de objetos de lujo como si sus poseedores tuvieran un terror insano al vacío. Esos anillos gigantescos que portan en sus manos con orgullo o esos atuendos caros que visten con escasa elegancia. Como si la ropa fuera un tatuaje tabernario del que presumir o con el que imponerse al resto. El primer símbolo por medio del que imponer respeto.

Sería interesante realizar un perfil psicológico de muchos de los mafiosos que aparecen en Gomorra que siguiera esta línea. Porque la mayoría necesitan aparentar fuerza y poder desesperadamente. Y utilizan los objetos y vestidos como armas con las que marcar territorio. Otro detalle que me encanta es el hecho de que muchos personajes de Gomorra no posean un físico bien modelado. Bastantes sí lo tienen (al fin y al cabo, estamos en Italia) pero hay varios que o bien están pasados de kilos o muestran arrugas, michelines y músculos flácidos. Algo que contribuye a darle el tono sucio y obsceno (moralmente) a la serie.

Gomorra parece una ristra de sucio chorizo. Una Vespino trucada. Una cocina con sus paredes lacadas en oro llena de manchas. El orgullo herido de un perro callejero. Y si finalmente, impresiona es por la suma de detalles como los citados anteriormente. Porque capta perfectamente el espíritu de las calles de Nápoles y, sobre todo, las debilidades secretas de los mafiosos a través de las opulentas máscaras con las que las ocultan.

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Hay algo que se encuentra también perfectamente captado en Gomorra: la exuberante vitalidad de la ciudad napolitana (son fascinantes por cierto las escenas que se desarrollan en casas y barrios humildes de subalternos) y sus habitantes que contrasta con las constantes muertes que riegan sus calles. Es decir; Gomorra logra unir fuerzas que son aparentemente contrapuestas: alegría, fuerza y energía con odio, violencia y crueldad. Algo mucho más lógico de lo que parece teniendo en cuenta que, por lo general, a más grado de peligro de muerte en un sociedad más adrenalina vital exudarán quienes la habitan.

De hecho, hay muy pocos personajes depresivos en la serie. La mayoría están preocupados por sobrevivir o matar. No hay tiempo para tristeza y nostalgia en Gomorra. Y eso termina por impresionar. Puesto que sus personajes no se permiten huecos ni espacios vacíos en sus días. Viven con absoluta intensidad. Conscientes de que cada segundo puede ser el último. Y de que, antes o después, si quieren continuar respirando, tendrán que acabar con muchas de las personas que más quieren. Lo que convierte cada una de sus palabras en bombas, cada uno de sus gestos en puñetazos y por contra, cada una de las ocasiones en que empuñan una pistola en un trámite. Un timbrazo a la puerta que les proporciona acceso a su cita diaria con la muerte.

En Gomorra cualquier personaje tortura a un contable con la tranquilidad de un niño goloso que come flanes sin descanso. Casi por gula. Sin tener en cuenta que su acto pudiera ser bueno o malo. Lo que no significa que no exista la religión en su vida. Al contrario, las vírgenes y los crucifijos están muy presentes en la existencia de los mafiosos. O al menos a su alrededor. Pero lo hacen no tanto con su contenido espiritual sino más bien supersticioso. Como si fueran un escudo. Un recurso de última hora con el que intentar salvar sus condenadas almas antes de perecer en el infierno o aguardar un milagro que paralice la bala o el cuchillo que con toda seguridad acabarán con ellos.

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Me resulta difícil no citar el impresionante retrato de una mafiosa como Scianel. La imagen de la soberbia y de la lujuria. Una víbora que exuda por cada uno de sus poros tabaco, rencor y ambición. Una ególatra que deja en mantillas a las tradicionales brujas de los cuentos infantiles con tan sólo pestañear. El mal se encuentra tan instalado en ella que, a veces, como ocurre con sus homónimos masculinos, logra impresionar y provocar más repulsión cuando tiene algún gesto humano o se pone a cantar frente al espejo que cuando decide acabar con alguien de la manera más cruenta imaginable. Palabras que también serían en cierto modo aplicables a Immacolata Savastano. La esposa de don Pietro. Un mafioso por cierto que no necesita gesticular mucho ni levantar demasiado la voz para impresionar. Le basta con mirar atentamente con sus ojos escrutadores u otear el ambiente adivinando pensamientos, intenciones y traiciones para generar tensión, causar pavor. Inolvidables por cierto tanto las escenas en la prisión donde ha sido encarcelado como su impresionante aparición en el final de la primera temporada cuando, tras lograr hacerse pasar por loco, escapa de la policía gracias a que sus lugartenientes interfieren el vehículo que lo transporta de una prisión de máxima seguridad a, si no me equivoco, un centro de salud mental.

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¿De qué va Gomorra? Supuestamente, es un retrato de un clan, los Savastano, que compite con otros clanes por hacerse con el poder del control del tráfico de drogas (y de paso de todo aquel artículo que lleve la etiqueta ilegal) del norte de Nápoles. Aunque también podría ser vista como una obra que, a la manera de El padrino, realiza el retrato de un niño, «Genny» Savastano, criado en una familia de mafiosos condenado a convertirse en un monstruo desde que nació. O podría ser descrita como el retrato de una amistad en un mundo violento y despiadado. La del mentado «Genny» Savastano y Ciro Di Marzio. Un carismático lugarteniente de los Savastano que atravesará los infiernos y se traicionará a sí mismo una y mil veces hasta el punto de emanar una especie de aliento sobrehumano. El de las personas que tal vez han estado más veces a punto de morir que han sonreído en calma.

En cualquier caso, Gomorra también podría ser calificada como una especie de ensayo sociológico convertido en serie sobre  la mafia napolitana o un drama shakesperiano vacío de palabras. El retrato de un mundo donde la palabra dignidad no existe. Básicamente porque, en realidad, Gomorra es todo eso y mucho más. Es una serie en la que casi que podemos percibir el olor de las pizzas y spaguettis, los callejones sucios y la sangre. En la que quien sobrevive da más pena que quien muere. Y en la que queda más claro que nunca que entre un hombre y una bestia a veces no hay más diferencia que la de portar una pistola y ser premiado por dispararla.

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Me fascinan por cierto los temas de pop italiano actual que aparecen por aquí y por allá a lo largo de Gomorra. Sobre todo, los de amor pero también los más verbeneros y callejeros o chulescos. Más que nada porque se entremezclan perfectamente con la realidad volátil retratada en la serie. Con ese mundo en el que las vidas son tan cortas como una canción radiable y la mayoría de personajes mueren por lograr de la manera más rápida y brutal posible ese sueño consumista que un gran número de himnos musicales contemporáneos encumbran como máxima aspiración deseable. Meta y modelo de vida. Shalam

من يغطي آلامه لا يجد له علاجاً

El que encubre su dolor no encuentra remedio para él

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen…….cola del paro en el gomorra………..
    2ºimagen…….semejante tarugo en este affaire es una desproporcion………
    3ºimagen…….the queen de la cocaina de toda gomorra y de paso de toda sodoma, ………..
    4ºimagen…..c tangana &nati peluso….jajajjj…..ya veo que los tienes proscritos…jajajjjj…….
    5ºimagen……tarugo negociando con el monte calvario………..
    PD: el exotico «o sarraino» de renato carosone……https://www.youtube.com/watch?v=glMghhMN7Nw….

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    • Alejandro Hermosilla

      1) El vacío de las paredes de ese local explica muy bien el vacío de las almas de quienes allí se encuentran. 2) Pero es un capo con mucho dinero y poder. 3) En otra cultura, la imagen de esta mujer sería una estatua de bronce idolatrada. 4) La cultura de la carne. Ni un solo libro en sus casas. 5) Un Pasoloni actualizado y televisado. PD: Canción para tomar capuccino viendo al Inter pero también para untar manos con pizza. Tiene clase y a la vez pertenece al pueblo.

      Responder

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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