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Feb 15, 2019 | 0 Comentarios

Imagino que conocer a Franz Kafka tuvo que ser una experiencia fascinante. Un hecho insólito. Pero hacerlo a los 16 años, en plena adolescencia, tuvo que ser devastador. Apabullante. Una cicatriz vital capaz de transformar y justificar la existencia entera. Algo que queda muy claro leyendo el sincero y revelador testimonio –Conversaciones con Kafka– sobre el enigmático artista que nos legó Gustav Janouch. Un poeta y musicólogo eslóveno que se hizo célebre gracias a la publicación de varios de los diálogos que mantuvo con aquel misterioso y bondadoso hombre al que tuvo la suerte de conocer gracias a que era compañero de trabajo de su padre en el Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo de Praga.

Lo cierto es que, a pesar de haber leído prácticamente la obra entera del escritor checo, he vuelto a sentirme desorientado y deslumbrado totalmente al leer sus opiniones sobre múltiples temas. Dejo a continuación unas cuantas que creo que bastan para hacerse una idea de la profundidad de sus reflexiones cotidianas:

«Las cosas se fotografían para apartarlas de la mente. Mis historias son una forma de cerrar los ojos».

«La falsa libertad, la libertad a la que sólo aspiramos mediante medidas externas, es un error, una confusión, un desierto en el que aparte de las hierbas amargas del miedo y de la desesperación no puede crecer nada. Es natural, ya que todo lo que posee un valor verdadero y constante siempre es un regalo surgido del interior. Al fin y al cabo, el hombre no crece de abajo arriba, sino de dentro afuera. Esta es la condición elemental de toda libertad. No es un ambiente social generado artificialmente, sino una postura frente a uno mismo y al mundo que hay que ganarse a través de una lucha constante. Una condición que nos hace libres».

«No se debe irritar a la gente. Vivimos en una época tan poseída por los demonios que pronto sólo podremos realizar la bondad y la justicia en la más profunda clandestinidad, como si con ello estuviéramos violando la ley. La guerra y la revolución no se atenúan. ¡Al contrario! Su ardor crece a medida que se enfrían nuestros sentimientos».

«Las palabras de su amigo son ya un puño de hierro. Me puedo imaginar cómo se sobresaltaría usted al oírlas. A mí muchas veces me pasa lo mismo con mis amigos. Hablan tanto que me obligan a pensar por mi cuenta una y otra vez»

«Para mí, cualquier consejo, en el fondo, es siempre una traición. Es una retirada cobarde ante el futuro, que es la puesta a prueba de nuestro presente. A las pruebas sólo las temen quienes tienen mala conciencia, es decir, las temen los hombres que no cumplen con la misión de su presente. Aunque, por otro lado, ¿quién sabe exactamente cuál es su misión? Nadie. Por eso todos tenemos mala conciencia y queremos huir de ella cayendo dormidos lo antes posible».

«No existen cuentos infantiles o de hadas que no sean sangrientos. Cada cuento surge de la profundidad de la sangre y del miedo. Este es el parentesco común que los une a todos, aunque la superficie pueda variar».

«Tenía demasiada imaginación. Por eso no pudo soportar la guerra, que es algo que surge sobre todo de una falta de imaginación descomunal».

«Forzar al enemigo a mantener la distancia es seguramente el mayor triunfo que se puede obtener. En cuanto a la aniquilación definitiva del mal, no se puede contar con ella. Es un sueño delirante que no logra la debilitación del mal, sino todo lo contrario, lo refuerza y acelera su efecto, ya que pasa por alto su verdadera existencia y rodea la realidad de mentiras para convertirla en un concepto personal impregnado de  engañosos deseos personales».

«Cuanto más se extiende una inundación, tanto más vadeable y turbia se vuelve el agua. La revolución se evapora y sólo queda el barro de una nueva burocracia. Las cadenas de la atormentada humanidad están hechas de papel de oficina».

«El pueblo de la Biblia es la agrupación de individuos bajo una ley común. En cambio, las masas de hoy se oponen a toda agrupación. Se dispersan a causa de su propia falta de leyes interiores. Aquí radica la fuerza impulsora de su incansable movimiento. Las masas se precipitan, corren, avanzan a zancadas a través del tiempo. ¿A dónde?¿De dónde vienen? Nadie lo sabe. Cuanto más desfilan, tanto más se alejan de una meta. Consumen sus fuerzas sin sentido. Creen que avanzan, pero en realidad con su desfilar en círculo no hacen más que precipitarse al vacío. Eso es todo. En ellas el hombre ha perdido su patria». Shalam

لا تكُن رطْباً فتُعْصر ولا يابِساً فتُكْسر

Si alguien te muerde te hace recordar que tú también tienes dientes

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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