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Burbuja del desaliento

Sep 6, 2014 | 0 Comentarios

Últimamente ando fascinado con la década de los 70 del pasado siglo. Revisando muchas escenas de aquellos films protagonizados por Al Pacino, Dustin Hoffmann, Robert de Niro o Martin Sheen sin los cuales me sería muy difícil concebir la existencia. En la mayoría de esas obras se siente un desaliento de fondo que permite intuir aunque sea a lo lejos, muy a lo lejos, la llegada del punk y de las nuevas hordas nihilistas. Los 70, parece claro, fueron para Norteamérica una época de desencanto, una huida hacia delante de los problemas que el país estaba generando que dejó cientos de secuelas en la sociedad civil.

¿Cómo casa este hecho entonces con la explosión de la música disco que se produjo hacia el final de esa misma década cuyo mayor símbolo sería el éxito masivo de Saturday night feverGrease? No es difícil dar un veredicto. La película protagonizada por John Travolta y Olivia Newton John, Grease, homenajeaba a la década los 50 y al obligar al espectador a volver la mirada atrás y prestar atención a una época en que el consumismo era visto como un acto absolutamente positivo y aún se conservaban grandes dosis de inocencia, cerraba filas frente a la onerosa realidad presente. Cosía unas cuantas cicatrices de una tajada. Realizaba un ocultamiento (o alejamiento) de la verdad necesario para el ciudadano medio al que devolvía a un mundo, un tiempo en el que todo había sido posible. Y en cuanto a Saturday night fever no hay mucho que añadir. Los pasos de baile frente al espejo y en las hedonistas discotecas de la época de Tony Manero daban la bienvenida a una nueva marcha del hedonismo capitalista. Alejaron a muchos norteamericanos del nihilismo y el punk, preparándolos para el advenimiento de la cultura yuppie, el reino de la cocaína y la frivolidad: la era Reagan. Pues en cierto modo, los cientos de  miles de personas que se introducían en discotecas con el objetivo de disfrutar o tener sexo sin control, comenzaron a vivir en una especie de burbuja -que los 80 sin dudas contribuyó a potenciar- similar a la económica creada en Norteamérica cuando, a principios de los 70, Richard Nixon decidió abandonar el patrón oro.

Conforme la burbuja se fue desarrollando y amplificando, la disco music se bifurcó y diversificó. Se mezcló con el rock y el pop, fue la protagonista de cientos de raves y mutó en estilos como el jungle o el breakbeat o la música máquina que en lo que se refiere a España, fue el símbolo más preclaro del lavado de cerebro general que se practicaría en toda la población y en particular, en Levante durante la década de los 90. Puesto que logró desactivar a miles de jóvenes de la vida social y política entregados al ritmo frenético de una música hecha para destruir conciencias y voluntades. Permitiendo, por tanto, que gobernantes, monarcas a lo Nerón, campasen a sus anchas por media España y el mundo.

No estoy obviamente atacando a este estilo que tantas satisfacciones me ha producido. Amo tanto a New Order como a Cabaret Voltaire o a Human League. Simplemente afirmo algo obvio. Que la música disco fue el gancho necesario para atrapar a una generación en la droga. Miles de jóvenes que sacrificaron el futuro por el aquí y ahora mientras los políticos brindaban con champán en los despachos, satisfechos por haber acabado con la posible oposición que pudieran tener para cumplir sus deseos. Pues, en gran medida, podían hacer creer al pueblo todo aquello que desearan y a quien intentara hacerse escuchar, tratarlo de aguafiestas. Identificarlo con ese chico raro y solitario (probablemente acomplejado) que se negaba a levantar los brazos cuando Chemical brothers le daban a la tecla play del cuatro pistas y hacían girar la cabina de dj mientras dos hermosas muchachas en bikini animaban a las masas, introduciendo a los jóvenes -cual flautistas de Hamelin- en el campo de concentración (consumista) de la era neoliberal: el festival de música alternativo, la discoteca. La peor pesadilla de George Orwell hecha realidad; un lavado de cerebro a gran escala al que sus participantes se prestaban encantados y felices, autoafirmándose libres y rebeldes e (indie)pendientes. Shalam

ربّ اغْفِر لي وحْدي

 Si ves los dientes al león, no vayas a creer que te está sonriendo

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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