AVERÍA DE POLLOS: Inicio E Deportes E Adriano Emperador

Adriano Emperador

Sep 6, 2023 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado en esta ocasión al delantero brasileño Adriano Leite Riberio. El cual recomiendo leer escuchando un tema de Carlinhos Brown que podría haber perfectamente compuesto el mismísimo Prince: «Pandeiro-Deiro».

Adriano Emperador

En sus años de esplendor, (que fueron pocos), Adriano Leite Riberio era una bestia. Un bulldozer. Su robusto cuerpo lo hacía inamovible e imparable. Parecía, de hecho, que vestía una armadura de hierro debajo de la camiseta. Y su zurda era tan letal como una metralleta. En cuanto el balón le caía al pie se sentía peligro. Porque la potencia de su pie izquierdo era tal que Adriano era capaz de embocar con idéntica puntería y soltura desde cuarenta o cincuenta metros que dentro del área.

Adriano era también muy difícil de parar en carrera. Sus condiciones atléticas eran inmejorables. Había algo de velocista en él. Era un delantero de esos a los que no se les puede dar un metro. De los que dan miedo e impresionan a los rivales en cuanto reciben el balón y se lanzan a la carrera ya sea para regatear o con el fin de prepararse adecuadamente y disparar.

El destino de Adriano era el Balón de Oro. Estaba llamado a ser el heredero de Ronaldo Nazario. A marcar una época en el fútbol. O al menos, a brillar perennemente. Pero todo se torció el día que, en medio de una concentracion con el inter de Milan, recibió una llamada de Brasil en la que le comunicaban que su padre habia muerto. Su compañero de habitación, Zanetti, nunca olvidará el estremecedor grito que Adriano soltó ni tampoco los llantos que derramó ese gigante que atemorizaba a los defensas de Italia y, de repente, lloraba como un niño a su lado. Cuenta el lateral argentino que, en ese mismo momento, se dio cuenta de que Adriano era, en el fondo, un muchacho. Un chico que, a pesar de haber quemado rápidamente etapas desde Brasil hasta Europa, seguía completamente apegado a su familia y a las favelas donde nació. Algo que no iban a cambiar ni millones de euros ni la gloria.

En realidad, Adriano no parecía un jugador brasileño. Había algo en él que recordaba más a los clásicos Panzer alemanes que a los vistosos y habilidosos extremos y nueves brasileños de toda la vida. Entre Adriano y Romario había mundos de distancia. El juego de Romario era pura bossa nova. Fútbol playa. Una eterna caipiriña. Puro goce y magia. Sin embargo, Adriano era heavy metal. Se podían escuchar decenas de guitarras ardiendo cuando realizaba una arrancada. Era un atleta. Alguien explosivo para el que la magia era consecuencia de su impresionante despliegue físico y técnico. En cualquier caso, cuando los aficionados y periodistas se le acercaban preguntándole por algún regate o gol en concreto, él siempre afirmaba que el mérito no era suyo sino de Dios. En eso, desde luego, (al igual que en al amor casi devoto a su familia), Adriano era muy brasileño. Su presentación en el fútbol europeo fue brutal. El inter lo acababa de fichar y sólo los que tenían antenas parabólicas lo conocían. Debutó ni más ni menos que en el Bernabeu con un gol de falta que dejó paralizado a Casillas y provocó un silencio mezcla de asombro y aturdimiento en las gradas. Con los años, cuando le preguntaron cómo fue capaz de pegar un zurdazo de tal calibre, volvió a señalar con su dedo hacia el cielo.

Puede, por otra parte, que las diferencias entre Adriano y otros delanteros brasileños tipo Garrincha, Zico, Careca, el mentado Romario o incluso Ronaldo (que era al que más se parecía) encuentren su explicación en el hecho de que cuando era un niño y daba sus primeros pasos en el Flamenco, Adriano era un defensa. Era un hombre acostumbrado a correr y a cortar el juego pero no tanto a driblar o encarar a portería. Un hecho que cambió drásticamente ya en juveniles cuando, debido al desarrollo de su cuerpo y de su técnica, probaron a que jugara rondando el área. Momento en el que explotó, se convirtió en un fijo en las convocatorias del Flamengo y Brasil y no tardó en dar el salto a Europa donde Massimo Moretti había visto en él el delantero perfecto para cubrir la marcha de Ronaldo o Vieri.

Con Moretti, desde luego, su relación fue fraternal. El capo del Inter lo esperó y le dio aire cuando, a raíz de la muerte de su padre, comenzó a sufrir una crisis tras otra hasta bajar inexplicablemete su rendimiento. Lo comprendió y lo trató como un hijo. En Milan, desde el principio, le trazaron un plan. Lo cedieron a la Fiorentina y al Parma donde comenzó a familiarizarse con el fútbol europeo y, ya más maduro, lo trajeron de vuelta al Inter donde a partir del año 2004 y hasta su depresión, se convirtió en un impresionante titán. Alguien que convertía cada intervención suya en un excitante filme de acción. Un ariete cuyas prestaciones quitaban el hipo e impresionaban tanto que pronto, recibió el apodo de Emperador. Algo lógico porque el mejor Adriano era capaz de ganar partidos por sí solo, convertía cada arrancada en un espectáculo y transformaba sus controles fuera del área en cámaras de terror para porteros que podían ser acribillados desde cualquier distancia por un jugador que recibió los mayores elogios del mismísimo Ibrahimovic y parecía destinado a convertir al Inter en el rey del mundo.

Sin embargo, en Adriano había algo disfuncional. En realidad, era un sentimental. Llevaba grabado a fuego cada momento vivido junto a su familia. Las trayectorias diabólicas por todo Río de Janeiro en compañía de su abuela para llegar a los entrenamientos con el Flamengo. En cada uno de sus glóbulos de sangre se encontraban grabados cada uno de los sacrificios realizados por sus padres para que pudiera continuar jugando al fútbol. Aunque por su forma de jugar, repito, no parecía brasileño, su esencia sí lo era. Tenía pegados los recuerdos de sus travesuras en las favelas, sus carreras por las playas y el amor por la fiesta. Por consiguiente, nunca se le vio más feliz que cuando, gracias a un gol suyo digno de un depredador del área, (otro más logrado con esa zurda que parecía un guante), Brasil logró fozar los penalties contra Argentina para ganar una final de la Copa América (la de 2004) que tenía perdida, haciendo estallar de nuevo el carnaval en todo el país.

Adriano, sí, llevaba en el alma a su familia y a su país y el día en que su padre murió, el fútbol dejó de tener sentido para él. O al menos ya no vio motivo por el que sacrificarse como el deporte de élite exige. De repente, Adriano descubrió que la felicidad no es eterna, que antes o después la tragedia aparece, y no lo supo asimilar. La vida le pegó un guantazo y, desde entonces, ya no fue más el bastión de fútbol que todos conocíamos. Se dio de bruces con la realidad y no le vio sentido a luchar más de lo que ya lo había hecho si, finalmente, todas las personas que conocía iban a desaparecer de su vida y no iba a poder disfrutar de todos y cada uno de sus logros con ellos. Los periodistas occidentales obviamente no lo supieron comprender y fueron publicando reportajes sobre sus andazas alcohólicas en las favelas. Pero, en realidad, como él mismo dijo en una ocasión, Adriano no había caído en aquellos barrios por azar sino que nunca había salido de ellos. Los llevaba dentro. Sus jugadas gloriosas y la camiseta del inter nos habían despistado. Porque Adriano no pertenecía al fútbol sino a los barrios pobres de Brasil. Allí donde podía ser él mismo y su alma hallaba una paz que nunca le proporcionaría otro lugar. Ni siquiera un gol con Brasil.

De manera natural, los últimos años de Adriano como futbolista profesional fueron una mezcla entre tímidos amagos de volver a la gloria (que quedaron en nada)  y nuevas maneras de disfrutar su felicidad. En realidad, a partir del 2006 ya sólo brilló en la liga brasileña (concretamente, en el Flamengo de sus amores y en el Corinthians). Más que nada porque para Adriano jugar en Brasil era como hacerlo en la puerta de su casa. Allí podía relajarse y poner a flote a los demonios. Si algún día se drogaba o bebía no ocurría nada grave porque la exigencia no era máxima y si decidía ponerse en forma se sentía tan a gusto como un bailarín en un carnaval. Podía ser él mismo de manera natural sin adoptar una disciplina casi militar para jugar al fútbol. Podia seguir quemando sus demonios en los campos de juego sin que sus luchas interiores le hicieran perder esas centésimas de segundo necesarias en el fútbol de élite para brillar. Pocos lo hicieron, desde luego, como él durante, eso sí, un período muy escaso de años en los que más que un jugador parecía un gorila. Alguien que se desplazaba por el campo de fútbol con idéntica facilidad a la que lo hacen entre los árboles los homínidos y parecía tener un cohete propulsor o una bomba en la bota del pie izquierdo. Shalam

لن تعاقب على غضبك ، لكن غضبك سيعاقبك.

No serás castigado por tu ira, sino tu ira te castigará.

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen….esta camiseta pudiera ser transformada en una maleta con todas esas pegatinas…..
    2imagen….una maleta rodeada de soldados haciendole un corro (posible detonacion)….
    3imagen…si la mano derecha viniera de atusarse el pelo de su cabeza seria «el heroes» del mismisimo bowie..jajaj…
    4imagen….maleta llena de balones (al lado otra maleta implosionada, ver obra de ewerdt hilgemann(aleman)….
    https://www.youtube.com/watch?v=BcGE9cU-gLA…….
    5imagen…esta mania de las maletas color carne y llenas de tatuajes, me moda tan bonita!…..(sonrisa)
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=IPg9jUTheyg…my´lady ..sly&family stone…a todas las maletas les gusta la familia piedra.
    (vaya castaña el tema de rolling stones(la lengua de diamante) ungry…por favor….

    Responder
    • Alejandro Hermosilla

      1) Parece aquí un esclavo romano luchando por su libertad en un circo. Claro, sin camiseta..jajaj.. 2) La imagen de la desolación. Huele a que ha habido una derrota importante. 3) Si fuera blanco y un poco menos robusto sería una estatua de enamorado griego. 4) Fotografía que abre el álbum Campeones en el que los niños pegan sus cromos favoritos de los jugadores del Calcio. 5) Una versión de serie B de la peli «Ciudad de Dios». Escena que aparece en los extras del DVD. PD: Sly muy Hendrix a su manera y muy escapista. Dando lugar a Prince. Yo pensé que los Stones habían dicho ya todo lo que tenían que decir con esa bonita coda que era su álbum de blues. Dicho esto, no me parece tan mal el tema. La idea del vídeo y los músicos moviéndose en los carteles publicitarios también me gusta.

      Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

Contenido relacionado

Videoaverías

Averías populares

Ibra

Ibrahimovic es el "ego" hecho jugador. Pero también la elegancia, la seducción y la magia. Concepto este último que resulta difícil de definir. Al...
Leer más
Share This