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La ruta

Dic 7, 2023 | 2 Comentarios

Creo que no hay deporte que disfrute más practicar que el ciclismo. Lo encuentro el más relajante de todos aquellos en los que he tenido el gusto de ejercitarme. Hace ya casi una década que dejé de jugar al fútbol. Lo hice en cuanto constaté que en vez de servirme como una válvula de escape, me provocaba un enorme nerviosismo por no ser capaz de contemporizar lo suficiente. Si alguien me gritaba me lo tomaba como algo personal y si un jugador se burlaba de mí, intentaba superarme a mí mismo para meter un gol llegando a límites absurdos. Obviamente, el error era mío porque no era capaz de templar mis nervios, disfrutar compitiendo  o simplemente dejarme llevar por la magia del juego en sí mismo. Así que la tarde en la que decidí dejar de ocupar mi tiempo libre golpeando al balón me sentí bastante liberado. En paz. De hecho, no he vuelto a desear jugar nunca más. A veces miro con cierto interés a los muchachos que driblan contrarios y dan pases en la arena o en los campos de fútbol sala pero rápidamente dirijo mi vista hacia otra parte. No me siento tentado de participar en un ritual cuyo sabor exprimí al límite durante mi infancia, adolescencia y parte de mi juventud y que ya sólo podía darme algún disgusto que otro en forma de lesión o estúpida discusión callejera.

Afortunadamente, el ciclismo es un deporte que se puede practicar en solitario sin problema alguno. Así que uno no necesita estar telefoneando o enviando mensajes masivamente a gente ni tampoco tiene necesariamente que competir (aunque sea mínimamente) para disfrutar de sus virtudes. El ciclismo es un deporte en el que uno se conecta con la naturaleza  y permite con tranquilidad que podamos ir poniéndonos en forma sin casi riesgo de lesiones. Lo que más me gusta en cualquier caso es que me permite reflexionar mientras lo practico. Soy consciente de que todo lo que apunto son obviedades pero no puedo evitar establecer una correlación entre las subidas y descensos a una montaña y determinadas fases de nuestra vida.

Subir supone en cierto sentido afrontar una época de duros problemas. Enfrentarse a una temporada crítica. A severos momentos. En este sentido, es muy importante ser constante, no desfallecer para superarlos. A veces parece que no avanzamos de lo lento que pedaleamos pero en realidad nunca nos encontramos en idéntico lugar. Aunque sea poco, siempre logramos subir una cierta cantidad de metros que nos sugieren que no debemos desesperarnos. Que hay que apretar los dientes y continuar. Justo como no queda otro remedio que actuar cuando la vida nos coloca en situaciones muy comprometidas: enfermedades, trabajos alimenticios, deudas, separaciones amorosas, etc… Además, antes o después, si no nos rendimos, si somos capaces de mantenernos sobre la bicicleta por más escarpadas que sean las cuestas de la montaña en la que nos encontramos, disfrutaremos de una pronunciada bajada asimilable a todos esos momentos de la existencia en los que parece que el viento sopla a nuestro favor y que logramos nuestros objetivos con cierta fluidez. Las rachas positivas que, como el descenso, no quisiéramos que se acabaran nunca y nos hacen creer poseer cualidades superlativas que, más tarde, la realidad se encargará de colocar en su correcto sitio.

El peligro obviamente de todo descenso radica en confiarse demasiado. Ya sea porque no tomemos las precauciones necesarias y, como consecuencia de ello, nos caigamos cuando parecía que todo marchaba estupendamente, ya sea porque a causa de la rapidez con la que bajamos no estemos preparados para volver a retomar el ritmo habitual de la carretera (y de la vida). Enormes y alargados llanos interrumpidos por algunas rampas más o menos exigentes que nos recuerdan que, lo queramos o no, antes o después tendremos que afrontar un considerable desafío. Una subida pronunciada. Que en la vida los descansos son pasajeros. Todo es cambio, movimiento. Y la meta y objetivo no es por supuesto derrotar a los demás sino llegar lo más entero posible. Con un pie puesto en el aquí y ahora y el otro en el más allá. Shalam

الحزن كالثوب الممزق: يجب تركه في البيت

La tristeza es como un vestido rasgado: hay que dejarlo en casa

 

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…. huelo a romero , a tomillo y a aire fresco …
    2imagen….no se porque invirtieron todo en el fultbol(campos en medio de las manzanas de casas como los de basket en n. y.)…(otros deportes hubieran estado bien promocionarlos, no?)…
    3imagen….bici-cross, moto cross, monte cross, no se como vea algunas setas me bajo y me las aso con aceite….jajaj
    PD: https://www.youtube.com/watch?v=r2lT4oE4DxE…queen…bycicle race…1978(a huevo, no?….)

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Yo huelo a clásico video de youtube con música rockera convencional sonando de fondo mientras alguien nos cuenta su ruta ciclista. 2) Aquí destacaría las mascarillas. ¿Por qué las llevan? ¿Se las ponían justo terminar el partido aún sudando? Aquí una bandera española de disuelve en varios trozos que son los jugadores de rojo y amarillo. 3) Puro motocross. Me recuerda levemente a todos aquellos espectáculos de Jordi Tarrés. PD; A huevo.. sí..maravilloso tema y vídeo. Alucinante por cierto la camisa de Freddie y su cabello moreno. De las chicas está todo dicho.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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