Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a las memorias de Brett Anderson. El cual recomiendo leer escuchando una de esas épicas baladas que, de tanto en tanto, aparecen en la trilogía de discos que Suede publicaron durante la pasada década: «Always».
El ángel de la madurez
Desconozco si existe un ángel que auxilie a las personas maduras. A los artistas que aún no han llegado a la vejez pero dejaron hace mucho tiempo los álbores de la juventud. Si hay alguno seguro que ha desplegado sus alas en torno a Brett Anderson. Nada más hay que escuchar la tremenda trilogía musical con la que, inesperadamente, Suede volvieron al primer plano artístico durante la década pasada para constatarlo. ¡Una maravilla! Además de, por supuesto, leer los dos tomos de su biografía: Mañanas negras como el carbón y Tardes de persianas bajadas. A los que, supongo, algún día se unirá un tercero en que nos cuente cómo fueron los años posteriores a la disolución de la banda británica tras el intrascendente A new morning. Un disco muy lejos de la evanescente intensidad de sus dos primeras obras y la absorbente instantaneidad de la tercera. Incluso de la opaca atonía de la cuarta: Head music. Una colección de canciones que comenzaba a anunciar una decadencia de la que, afortunada, sabiamente, Brett Anderson escapó disolviendo sin contemplaciones la banda.
Un proyecto que, como dejan muy claro los dos tomos de su biografía, le costó un mundo poner en pie. Estaba condenado a la mediocridad. Disolverse en medio de la mugre de una industria musical ajena a marginalidad y la épica de los desterrados. Pero afortunadamante, a base obstinación, caídas, golpes, conciertos en cualquier tugurio y el desaforado talento de Bernard Butler, logró alzar el vuelo. Aunque sus hacedores siempre mantuvieron una relación de amor-odio con el éxito y los mass-media que les llevaron a realizar algunas olvidables declaraciones a la prensa o reservar algunas de las mejores gemas de su arsenal creativo para las caras b de singles y maxis. Intentando conciliar en la medida de lo posible sus necesidades pecuniarias con su intenso amor por el arte.
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Es curioso. Existe consenso en considerar positivamente la biografía de Brett Anderson. Creo que porque, aunque se encuentra muy bien escrita, más que un libro parece una confesión íntima. Una conversación privada con el vocalista por algunos de los parajes del pueblo, Lindfield, (situado entre Londres y Brighton) donde pasó su infancia, los antros donde vivió cuando apenas era conocido y los clubs en los que forjó su leyenda.
Brett tiende a la discrección. Describe con bastante precisión sus complicada relación con su padre, su prematura atracción por el punk y el pop de los sesenta, sus propios defectos y las múltiples dificultades que tuvo que enfrentar para hacerse un hueco en el mundo de la música pero tiende a omitir los detalles más sórdidos de sus relaciones amorosas o sus adicciones. Su texto no cae en los excesos lingüísticos de la biografía de Morrisey (empeñado en convertirse en una mezcla entre Dickens y Proust y superar si es posible a Oscar Wilde) pero tampoco es proclive a contar sus excesos con las drogas o el sexo como suelen hacerlo la mayoría de rockstars. Algo que, después de la barbaridad que se marcaron Motley Crüe en The Dirt, se antoja innecesario. Así que se mantiene en un segundo plano. Narrando su vida con un tono educado y cordial que tiende a la objetividad. Aportando frialdad y contención sobre sucesos que habrían desbordado a la mayoría y dejando de tanto en tanto lúcidas reflexiones sobre el mundo del pop que, en algún momento supongo que citaré en avería.
Para entendernos. Una gran parte de biografías rockeras requieren ser leídas con un whysky o una cerveza. Con un buen trago de alcohol. Pero no así la de Brett. Basta un café (o como mucho, una copa de vino) para introducirse en el alma de un hombre que tiende a restarse méritos y a diseccionar su vida y cada uno de sus discos (es realmente aleccionador lo consciente que es de cada una de las virtudes y defectos de todos ellos) con temperamento crítico y reposado. Con cierta frialdad, cinismo y acidez que, al fin y al cabo, se corresponden con el poso amargo que dejaban muchos discos de Suede. Un grupo que incluso en sus momentos más eufóricos (los de Coming up) siempre apuntaba a la caída o permtía vislumbrar el abismo: los contornos del infierno; el aire gélido del suicidio; la fragilidad adolescente; el ocaso de los sueños. La incertidumbre, en definitiva.
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Lo que queda claro en ambos libros es que Brett Anderson siempre se ha considerado, en cierto sentido, un marginal. Algo lógico para quien pasó gran parte de su infancia y juventud en habitaciones cerradas y claustrofóbicas con vistas a ninguna parte, soñando evadirse o morir una y otra vez para alcanzar un ápice de libertad.
Mismamente, su retrato pormenorizado de su un tanto disfuncional familia y sus correrías juveniles por Londres permite hacerse una mejor idea de dónde surgió la música de Suede: del encuentro entre Franz List (el músico favorito de su padre), The Smiths, alguna novela de J.G. Ballard, el post-thatcherismo y el Bowie de Low. De los extrarradios de ciudades industriales deshumanizadas, la niebla matinal de Londres y la mediocridad de la vida diaria. Del cruce entre las remembranzas del glam, los libidinosos y áridos lienzos de Balthus y la fría economía neoliberal. Un paisaje mental cercano al descrito por Mike Leigh en Naked. Marcado por la soledad, la extrañeza y la literatura y corrompido por la mezcla de imágenes de ambiguos ángeles adolescentes con las de viejos iconos pop y evanescentes símbolos mortuorios. Shalam
andresrosiquemoreno
el febrero 9, 2022 a las 5:46 pm
1ºimagen……me recuerda a brian ferry………..
2ºimagen……»lolita» me excitas perversa piel de melocoton….orquesta mondragon…. https://www.youtube.com/watch?v=7a01VGOcy8A………
3ºimagen…… puntiagudo y androgino…..
4ºimagen…..horrorizado como un quijote cualquiera……..
Alejandro Hermosilla
el febrero 10, 2022 a las 9:29 am
1) En realidad, desea ser un cantante pop de los 60. Añora haber vivido esa época. Así lo muesta su gesto. 2) Gurruchaga siempre tocando temas, por así decirlo, punibles.jjjaaj.. Yo demonimanaría este lienzo «Narciso». Nueva versión de Narciso en la que la sexualidad pasa a segundo plano y se impone el reflejo del yo en el espejo. 3) Actor de filme de misterio inglés de los 70. 4) «He estado en el infierno y estoy aquí para contároslo. Para cantarlo».
1ºimagen……me recuerda a brian ferry………..
2ºimagen……»lolita» me excitas perversa piel de melocoton….orquesta mondragon….
https://www.youtube.com/watch?v=7a01VGOcy8A………
3ºimagen…… puntiagudo y androgino…..
4ºimagen…..horrorizado como un quijote cualquiera……..
1) En realidad, desea ser un cantante pop de los 60. Añora haber vivido esa época. Así lo muesta su gesto. 2) Gurruchaga siempre tocando temas, por así decirlo, punibles.jjjaaj.. Yo demonimanaría este lienzo «Narciso». Nueva versión de Narciso en la que la sexualidad pasa a segundo plano y se impone el reflejo del yo en el espejo. 3) Actor de filme de misterio inglés de los 70. 4) «He estado en el infierno y estoy aquí para contároslo. Para cantarlo».