Dejo a continuación un nuevo avería dedicado en esta ocasión a Lost highway. El cual recomiendo leer escuchando el tema de David Bowie con el que se abre y cierra el filme: «I’m deranged».

Vida oscura

Hace unos días volví a ver Lost highway. Toda una experiencia. El filme de Lynch es uno de esos escasos de los que siempre salgo con algo nuevo y, aunque sepa perfectamente cada detalle del argumento (algo que al menos en este caso es dudoso), lo hago también perturbado.

Como en el caso de El resplandor, hay tantos análisis (y tan buenos) sobre Lost highway que me parecería inútil realizar uno más en avería. Ya lo hice hace años y no salí muy satisfecho con el resultado así que me contentaré hoy con detallar los aspectos que más me han llamado la atención.

Para empezar, el ambiente de la mansión de Los Angeles donde viven Fred Madison (Bill Pullman) y Renee (Patricia Arquette). Lo recordaba desolador, desasosegante pero creo que es directamente la imagen de la oscuridad. En realidad, esa mansión es una sombra. La imagen del mal. La de un mundo perdido. Una pesadilla viva llena de flácidos y negros contornos. A este respecto, no sé si alguien ha filmado el mundo interior (el interior, repito, no el exterior) de un asesino, de un celoso impotente, como lo hace Lynch aquí. Con tal ansiosa zozobra.

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También me ha llamado mucho la atención la bata negra que viste Arquette al principio del filme. Esa bata no es una bata. Es un hechizo. Es casi un maleficio. Si alguien (sin ponerme en contexto) me mostrara un fotograma de Arquette con esa bata, mirando a la cámara con la desgana e insolencia con la que lo hace en Lost highway, creería que me encuentro ante una película de brujería. Que Arquette es una bruja contemporánea inundando de pesar y aflicción los lugares donde vive.

Esa bata transmite tanto o más que la inquietante banda sonora, (esos efectos espectrales logrados por Badalamenti). Nos dice más del lugar donde vamos a entrar que muchos otros detalles. Sin necesidad de un solo efecto especial, con una bata negra, Lynch nos sugiere desde el principio que el personaje interpretado por Arquette está condenado.

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Como sabemos, Lost highway es una película de reflejos. De reflejos distorsionados. Lo que aparece en su primera parte, también lo hace en la segunda pero con otros contornos. Así que no he podido evitar fijarme en el vestido negro que viste Arquette o en el oscuro Cadillac en el que aparece. Un reflejo del tenebroso mundo al que pertenece y de que su presencia, como la de todas las femmes fatales, invoca (parafraseando el título del filme de Wilder) perdición. Desgracia y disipación.

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En el anterior avería me referí a la posible influencia de El resplandor en la creación de la célebre habitación roja de Twin Peaks. Más que nada porque percibía demasiadas concomitancias entre las constantes invocaciones que realiza Danny («Redrum», «Redrum», que leído al revés venía a ser «muder», «murder, «asesinato», «asesinato») con todo ese paranoico y alucinado mundo construido por Lynch.

En cualquier caso, si la influencia de El resplandor está presente en Lynch (algo que realmente desconozco) es en Lost highway donde es más patente. Basta ver esta escena que dejo a continuación en la que Madison se dirige a la habitación roja («Redrum») donde (hipotéticamente) acabará con su esposa.

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Hablando de espejos, en esta ocasión he encontrado un detalle que se me había escapado en otros visionados. De esos detalles por cierto que explican la película y sirven para entender la fuga y evasión de la realidad realizada por el celoso (y homicida) Fred Madison. Se encuentra en la segunda parte del filme. Me refiero concretamente a los instantes anteriores al momento en el que el joven Pete (la proyección de Fred Madison) conoce a la nueva encarnación de su enamorada (Alice Wakefield) y al célebre y violento Dick Laurent.

Ciertamente, el detalle es genial. Pete Dayton ha sido recibido en el taller de automóviles con cariño. Todos lo quieren. Tiene toda la vida por delante. Una novia fiel y atractiva que lo ama. Es un joven apuesto y viril que se emplea a tope en el trabajo. Pero de repente suena un tema en la radio del taller. Sí. Justo el tema que Madison interpretaba en un club de jazz en la primera parte del filme (la llamada de la realidad, el recuerdo de quién es) y, obviamente, Dayton no puede soportar la música. Comienza a sufrir un insoportable dolor de cabeza y apaga la radio bruscamente.

En cualquier caso, las implicaciones de esta escena no acaban aquí porque es precisamente a continuación que aparecerán Dick Laurent y su amante Alice Wakefield. ¡La realidad en todo su esplendor! ¡Los hechos del pasado llamando a su puerta de nuevo rompiendo el idílico (e imposible) comienzo de una nueva vida!

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Por último, en esta ocasión he alucinado completamente con un detalle al que (subyugado por la fotografía, el argumento, la música y la rala atmósfera del filme) no había prestado atención en anteriores ocasiones. Me refiero a la descomunal interpretación de Patricia Arquette. Lo que hace aquí Patricia es bestial. Según parece, la actriz no se sentía cómoda con las escenas sexuales y Lynch la mimó lo suficiente para que se soltara. Le ofreció privacidad y confianza y el resultado es sumamente convincente.

Patricia compone una femme fatale de manual. Pero le imprime (gracias a Lynch) un toque de gelidez espectral que por momentos da miedo. Patricia logra ser fría, casi gélida, sin dejar de mostrar tintes humanos. Su personaje es la viva imagen del misterio. Es tan atractiva y tan subyugante que por momentos provoca repulsión. De hecho, Lynch imprime al personaje un toque diabólico y negro que resalta aún más sus secretos y recónditos misterios. Patricia aparece desnuda en más de una ocasión en la película pero, en realidad, su alma está siempre oculta. Nunca se da ni se muestra por entero salvo, me atrevería decir, en las escenas más peligrosas e incendiarias como, por ejemplo, en el filme porno. Lo que hace su presencia aún más perturbadora si cabe. Más desconcertante para el hombre medio, que es lo que siempre logran las femme fatale.

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Basta ver el principio de Lost highway (un plano desde el interior de un coche tirando millas por una carretera) para establecer similitudes con Detour, el filme de Edgar G. Ulmer.

También se han establecido (en base al argumento) concomitancias entre la obra de Lynch y Kiss me deadly, el filme de Aldrich.

En cualquier caso, si cito estas referencias clásicas del cine negro no es porque Lynch las homenajee en su filme (que en parte sí) sino por dos aspectos esenciales. El primero de ellos es que ambos son en gran medida filmes de serie B (sobre todo, el primero) y eso es lo que intenta Lynch en Lost: componer un bizarro, negro y oscuro filme de serie B. De hecho, hay partes de la película que podrían perfectamente entroncarse con las locuras de Roger Corman. Encajarían perfectamente en varias de sus obras (y no estoy hablando únicamente de las dedicadas a Poe cuya turbia atmósfera  es posible percibir con claridad en Lost).

El segundo motivo por el que las cito tiene que ver con la manera de ocuparse del cine negro de Lynch. Quien, en gran medida, deja claro que ya no es posible narrar las clásicas historias de detectives y crímenes (algo que también hizo en Mulholland drive) como se hacía antes.  Por eso, Lost highway es casi más una despedida que un homenaje al género (que también lo es).

Siendo sinceros ¿qué películas podemos citar entre las mejores del cine negro de los últimas décadas? Prácticamente ninguna. Las que nos vienen a la mente (al menos a mí) pertenecen al pasado, a otra época. Las de De Palma, de hecho, eran también una especie de atentado posmoderno contra el cine negro y no una reivindicación del mismo como, a su manera, (salvando las distancias) también ocurría lo mismo con L.A. Confidential.

En fin. Lost highway es un filme inagotable, perverso y cruel con la realidad. Es jazz vanguardista y subversivo. Una descripción muy aguda de la esquizofrenia contemporánea. En verdad, creo que la película todavía no nos ha dicho todo lo que tenía que decirnos y por eso es necesaria verla cada cierto tiempo como hacemos habitualmente con algunos viejos amigos o cuando rememoramos esas intensas pesadillas que nos turbaron tanto que resulta imposible olvidar. Yo al menos no falto a la cita cada tres o cuatro años y nunca me decepciona. Probablemente porque dice mucho más de la mayoría de nosotros de lo que estamos dispuestos a creer. Shalam

الكبرى دائمًا مثل رجال العصابات، بينما تصرفت الدول الصغيرة مثل العاهرات لقد تصرفت الدول

Las grandes naciones han actuado siempre como gángsters, y las pequeñas, como prostitutas