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Mar 24, 2022 | 2 Comentarios

Hace casi más de una década que prácticamente no veo la televisión. En mi hogar al menos es un objeto inerte. Más un símbolo de otra era (algo parecido a los cascos de motorista que aún conservo de la época, allá por los años 90 del pasado siglo, en que me desplazaba en una Chopper) que de esta. Eso obviamente no es obstáculo para que, de tanto en tanto, observe algún programa ya sea por internet o en un breve resumen de youtube. No más, eso sí, de dos horas al mes sino incluso menos.

Esto quiere decir que mi único contacto con los telediarios, por ejemplo, suelo tenerlo en los restaurantes y bares donde como cuando decido salir. Uno en concreto tiene siempre puestos varios informativos y, aunque procuro ni mirarlos, en ocasiones me resulta inevitable hacerlo. Hoy, por ejemplo, he estado contemplando un telediario durante 10 minutos. Más, sinceramente. no soporto. Y la verdad es que si he de ser sincero lo que más me ha impresionado es el hecho de que ya no parecía un telediario. Al menos ya no se parecía a los telediarios que conocí cuando era bastante más joven.

Por un momento, me quedé mirando con incredulidad tanto el tono con el que hablaban los locutores y periodistas como el ritmo con que eran narradas las noticias además de lo que intentaban resaltar y ocultar. Ante todo, porque más que informar lo que hacían esas noticias era tanto adoctrinar como, sobre todo, provocar miedo. En cierto modo, el telediario se ha convertido en un medio adecuado tanto para la supervivencia como para la extensión e innovación del cine de terror. Los telediarios ya forman parte, en gran medida, de este género. Y tal vez en el futuro haya que dedicar un espacio en libros para estudiar las técnicas a través de las que, en un proceso de retroalimentación constante, influenciaron en el cine de terror del siglo XXI y fueron influenciados por éste.

En cualquier caso, este hecho no ha sido lo que ha llamado más mi antención en esta ocasión sino el que este telediario que veía era ya prácticamente un calco de los que aparecían en filmes como Robocop u otros del estilo. Exactamente, los telediarios imitan al arte. Se han convertido en performances. Como sus responsables se encuentran atados de pies y manos para informar sobre la verdad (de hecho, hoy en día, se considera un necio a quien crea que existe una verdad) se dedican a espectacularizar al máximo los contenidos. Creándolos e inventándolos si es necesario. Un proceso que habla tanto o más de su impotencia como de su  maldad.

Ciertamente, la misión actual de los telediarios no es informar de la realidad sino provocar determinados sentimientos. Su función es convertir la realidad en ficción e ideología. De este modo, es como se han convertido en filmes, novelas, instalaciones artísticas. Parodia e imitación de los telediarios que aparecen en muchos de los clásicos de ciencia ficción o crítica social que nos advertían de esa deriva sin freno del periodismo.

A día de hoy, por tanto, vemos los telediarios para soñar, tener miedo, sufrir o enojarnos. No para ser informados. De hecho, la información que ofrecen no es muy distinta de la que proporcionan la propaganda, la publicidad o las novelas y filmes de ciencia ficción. Al contrario, es idéntica. Centrada y basada en resortes similares.

Algo que me ha hecho, a su vez, recordar aquellas certeras, lúcidas frases que J.G.Ballard emitía en su incisivo prólogo a Crash: «Vivimos dentro de una enorme novela. Cada vez es menos necesario que el escritor invente un contenido ficticio. La ficción ya está ahí. La tarea del escritor es inventar la realidad. (…) En el pasado, dábamos siempre por supuesto que el mundo exterior era la realidad, aunque confusa e incierta, y que el mundo interior de la mente, con sus sueños, esperanzas, ambiciones, constituía el dominio de la fantasía y la imaginación. Al parecer esos roles se han invertido. El método más prudente y eficaz para afrontar el mundo que nos rodea es considerarlo completamente ficticio y recíprocamente, el pequeño nodo de realidad que nos han dejado está dentro de nuestras cabezas».

En cierto sentido, sí, los telediarios actuales son el mayor ejemplo de lo acertado que se encontraba Ballard. Y también son la prueba de que en las sociedades en las que el poder y el dinero se han terminado imponiendo sobre las religiones o cualquier símbolo de libertad colectivo o ancestral, las relaciones sociales se han convertido en relaciones pornográficas. Decía Ballard también que la pornografía «muestra cómo nos manipulamos y explotamos los unos a los otros de la manera más compulsiva y despiadada». Exactamente, eso es lo que hacen, a día de hoy, los telediarios. No tanto para frenar esta tendencia sino para normalizarla. Me atrevería a decir incluso que para incentivarla. Shalam

الفن يجذبنا فقط لما يكشفه عن أنفسنا الأكثر سرية

El arte sólo nos atrae por lo que revela de nuestro yo más secreto

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen…..raza amarilla izq, raza blanca dech…..
    2ºimagen….el domund…..
    3ºimagen…..pie de astronauta ruso…..
    4ºimagen…..el octogono menor se ha rebelado…
    5ºimagen…..telefono rojo a moscu o el titi de «motomami»-rosalia al aparato….
    PD….mira en el 0:41 el monton de reporteros graficos que hay delante del escenario…….
    https://www.youtube.com/watch?v=dsnTZHQZzN4….tvc15…live aid85…bowie en plena forma….oh oh oh, ohoh

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Parecen los informativos de los lagartos de V. 2) Peinado de la presentadora puro 80s. Puedo imaginarla saliendo esa noche a ver un concierto del Bowie de Never let me down. 3) Información sobre Covid. Sonríe la señora porque hoy el toque de queda se retrasa. Comienza a las 10 de la noche. ¡Viva la libertad! 4) Informativo francés de los 80. El que echan justo antes de los dibujos del inspector Gadget. 5) Homenaje a Fade Dunaway. Películas en las que las actrices la tienen en cuenta la sepan o no. PD: en plena forma, sí, y por eso saca adelante muy bien la versión de tvc15. Pero es muy mejorable. Echo mucho de menos el sonido a vidrio roto, saxo, heroína y vaso de leche de Berlín.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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