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Razbityye mechty

Mar 14, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación la decimoprimera reseña del libro Los 100 mejores discos del Siglo XX. En este caso, dedicada a Razbityye mechty de Mikhail Lébedev. La próxima semana me ocuparé del puesto 89 en esta lista: Razbityye Goroda de Karamazov.

Quien desee por cierto saber más del proyecto puede pinchar en el enlace siguiente:

http://www.averiadepollos.com/los-100-mejores-discos-del-siglo-xx/

Y quien quiera leer la reseña anterior puede hacerlo aquí:

http://www.averiadepollos.com/death-troopers-miercoles/

Si alguien se anima, asimismo, a leer este texto con música, le recomiendo hacerlo escuchando este tema de Impul’s 80: «Rasstoyaniye».

90. Mikhail Lébedev. Razbityye mechty. (1964)

A finales del siglo XX, Mikhail Lébedev era una leyenda; un músico de enorme prestigio (quince discos jalonaban su discografía) reconocido por el mundo artístico en general. Pero antes de convertirse en un icono cultural, tuvo lógicamente que atravesar una etapa de anonimato y búsqueda intensa de su estilo musical que culminó con su (nunca superado) primer disco: Razbityye mechty. Una obra que -debido a las condiciones sociales y al carácter introvertido de Mikhail- pasó inadvertida en el momento de su aparición, aunque con el tiempo fue calando cada vez más profundamente en los melómanos de medio mundo hasta ser considerada un auténtico clásico.

En esencia, Razbityye mechty es un alegato pacifista. Un testimonio anti-bélico de los muchos que surgieron en el país ruso durante los años 60. Así que, desde luego, su originalidad no se halla en su temática por más que, cuando con los años alcanzó el reconomiento popular, fue citado como obra de referencia de la “revolución libertaria moscovita”. Por tanto, su originalidad radica en su estilo suave, fresco y revitalizador. Algo que Mikhail Lébedev fue capaz de lograr utilizando registros distintos y aparantemente contradictorios -el drama y la alegría, la ironía, el sarcasmo y la tristeza- en las 12 composiciones que lo conforman.

Mikhail confesaría años después que las extraordinarias cualidades proteicas de su disco fueron fruto de su inseguridad personal -a la que, desde luego, no ayudaba el estado del mundo en aquellos momentos-. Vivía solo en un cuarto de mala muerte situado en la periferia de Moscú dando recitales en solitario con su sintetizador a cuestas de tanto en tanto sin demasiado éxito. Tras una pelea, había jurado no volver a su casa paterna y, debido a su escasez económica, se encontraba sometido a una gran tensión. Afortunadamente, la ingente y subterránea escena musical moscovita se encontraba en completa ebullición. Secretamente brotaban todo tipo de focos libertarios que intentaban organizar la resistencia civil contra Stalin y Hitler en los que Mikhail encontró apoyo artístico e intelectual y, sobre todo, fuerza anímica. Esperanza. Algo que es posible percibir en su disco. Una obra que, a pesar de reflejar un inmenso océano solitario, posee todo tipo de matices. Y, en ciertos momentos, incluso podría ser considerada como alegre. Posiblemente porque, a pesar de su timidez e introvesión, Mikhail siempre fue un artista abierto a los cambios y nunca perdió del todo la fé en la humanidad.

En cualquier caso, a Mikhail le bastaron tan sólo un sintetizador, una mesa de mezclas, un pedal, unos platillos y un bajo enchufado a una de las míticas computadoras Tekhnika (las cuales inundaron los hogares rusos tras el convenio de desarrollo tecnológico firmado entre Japón, Rusia y Alemania) para realizar un sinfín de odas futuristas (la mayoría de carácter instrumental) llenas de extraordinarios contrastes por medio de los que intentaba reflejar distintos estados de ánimo del ser humano.

Ese es el motivo, por ejemplo, que explica el que a una bella y lánguida composición –«Lebed»- le siga otra mucho más jovial como es el caso de «Vrag» y, a continuación, aparezca una oda melancólica como es «Armiya». Contrastes por cierto que se recrudecen en la magnífica composición que cierra el disco, «Stremleniya»; un agrio tema en el que una serie de insistentes ruidos, gritos y sonidos violentos dejan lentamente paso a la voz de Mikhail. Quien, acompañado únicamente de un bajo y un sintetizador apenas audibles, interpreta una tensa versión del clásico cancionero infantil ruso («Siniy Furgon») que suena, sí, tan tersa y bella como, en determinados momentos, espantosa. Ante todo, porque Mikhail es capaz de jugar magistralmente con algunos de los recursos de esta narración infantil.

No resulta difícil vislumbrar que todos esos versos de la canción que hacen referencia a la necesidad de decir adiós al pasado y abrazar un nuevo futuro («Los minutos se alejan lentamente/ no esperes encontrarte con ellos ya./ Y aunque el pasado nos dé algo de pena/ es mejor, por supuesto, el porvenir./El camino se extiende a lo lejos como un mantel,/ y se apoya al fondo en el horizonte./Todos esperamos lo mejor/ y rueda, rueda, el vagón azul») son, en realidad, una ácida crítica al régimen de Stalin empeñado en que la población olvidara el sufrimiento padecido durante la Segunda Guerra Mundial y enfocara sus aspiraciones en el porvenir. Un futuro de abundancia teniendo en cuenta los pactos de no agresión realizados entre Stalin y el Imperio germano-nipón.

De todas maneras, si únicamente fuera por la sencillez y espontaneidad con la que se conjugan todo tipo de sentimientos en apariencia contradictorios, Razbityye mechty, sí, seguramente sería un disco respetado por los melónamos pero no estaría catalogado como la obra de arte que es; una obra de valor inapreciable que desata pasiones inquebrantables. Básicamente, porque, -algo que el paso del tiempo ha dejado muy claro- se encuentra repleta de canciones de insólita belleza que recuerdan a la suave prosa que riega las novelas de Vladimir Vólkok. De hecho, resulta difícil no emocionarse con la grácil sensibilidad con la que se encuentran interpretadas o la resuelta disposición merced a la que este compositor sin igual supo dotarles de un atemporal aroma.

Sinceramente, resulta muy difícil no emocionarse al volver a escuchar ese clásico inagualable llamado “Alisa”: una canción que habla con amplia ternura sobre las dificultades de amar en tiempos de guerra. Y también parece arduo no sufrir conmoción alguna escuchando ese tema, «Voyna i mir», que sería cantado a gritos por las juventudes libertarias soviéticas una decada después para festejar el fin del régimen stalinista.

En fin, Razbityye mechty es un disco ductil, complejo y fresco que posee una calidad incontestable. Tanto los temas instrumentales, como los recitados a viva voz por Mikhail fluyen con una soltura sin igual y lo más lógico es que terminen por enamorar al oyente de esta obra sencilla y compleja a partes iguales. Bella, hermosa y misteriosa como esos ralos días en los que el astro solar y el lunar ocupan la bóveda celeste al mismo tiempo. Shalam

الحكمة معتادة على الاحتقار مثل الفوضى

La sabiduría acostumbra a ser tan despreciada como el caos

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen….. hazañas belicas……los tebeos…..
    2ºimagen….el castilo de caperucita roja……
    3ºimagen……los adoquines son fantasticos, de limon y fresa…..
    4ºimagen……mira que les gusta ponerse medallas a esta «jarca»……….
    5ºimagen….anda!, pero si esta escribiendo con la parte de la goma……
    6ºimagen…..los piratas guiando a la gente…..eugene delacroix……
    PD…..un 38 mitad wilson el especial….https://www.youtube.com/watch?v=AgGr45XhwO8….ruben blades…..pedro navaja……en vez de una sardina un tiburon enganchaste…..y acaban en brasil….sonrisa…..

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Geyyypperr–man. 2) ¿Hay un castillo en Caperucita? ¿No será en La cenicienta? Palacios de chocolate con crema de colores que se regalan en los cumpleaños. 3) Brownies más Brownies. La calzada de los brownies de chocolate lleva a la fortaleza de El mago de Oz. 4) Sueño fresa de Pablo Neruda con Stalin tras escribir una carta al dictador desde su mansión de Valparaíso. 5) Es que está borrando lo que acaba de firmar. No acepta el pacto. 6) Yeahh.. sí. Delacroix. Portada ideal para una novela de Eduard Limónov. PD: No puedo evitar pensar en Juan Pero al ver a Rubén Blades cantar este tema y me dan ganas de escuchar los vieos discos de Blades. Otros tiempos. El Padrino II.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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