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Pantagruel

Ago 3, 2021 | 2 Comentarios

Salvador Dalí era un espectro pantagruélico. Convertía cualquier objeto cotidiano en símbolo ancestral, una simple merienda en festín artístico y una charla informal en un diálogo entre Platón y Nietzche. Dalí vivía en otra dimensión. Parecía encontrarse en la Edad de Oro. Cuando hablaba, sus ojos relucían como si estuvieran contemplando destellos de ídolos dorados procedentes de la Antigüedad y de su garganta parecían emerger acertijos y enigmas como si estuviera transcribiendo a la vez una profecía de la Esfinge y chulescos aforismos de Oscar Wilde.

Dalí ha sido uno de los personajes más interesantes que ha dado la humanidad. También uno de sus mejores pintores. Su personalidad, ego y talento eran tan gigantescos que consiguió, por ejemplo, que todo un movimiento, el surrealista, pareciera imitarlo a él. Que pareciera que André Breton y el resto de artistas afines al culto onírico estuvieran empeñados en transcribir sus sueños y retratar su personalidad y no los de la humanidad en su conjunto. Posiblemente porque Dalí, además de un excelso publicista de sí mismo, era un espíritu inagotable. Alguien cuya continua verborrea honraba al misterio tanto como sus creaciones.

No cabe duda de que Dalí convertía cada segundo en arte. Lograba que cualquier momento trascendiera. Un amanecer, por ejemplo, junto al pintor catalán en una coqueta sala de un restaurante se convertía, gracias a su verbo y presencia, en un amanecer en una colina desde la que se contemplaba la batalla de los Cíclopes y los Titanes y se vislumbraba el fuego con el que los dioses forjaron a los seres humanos. Y una simple degustación de un café podía hacer rememorar leyendas sacras en las que se comparaban los ojos negros de los buitres con el ánimo entristecido de varias enamoradas abandonadas en un desierto ignoto.

Dalí era un rockstar. Podría decirse sin temor a exagerar que él solito se inventó a Warhol durante un cagaleta tras una indigestión de cangrejos y ostiones y que de una pesadilla suya surgió Alice Cooper. Un doble que lo contemplaba desde el otro lado del espejo desde su nacimiento. Lo cierto en cualquier caso es que le bastaba hablar para que todo girara. Todo cambiara. El suelo parecía abrirse y las aguas oceánicas inundar prados en donde los frutos germinaban al momento. En su mundo, el tiempo no existía más que para ser pervertido. La vida diaria era sinónimo de inmortalidad.

Prueba de la capacidad de Salvador Dalí de transformar cualquier instante, tradición o costumbre en sagrado, puede encontrarse en su pantagruélico gusto por los manjares culinarios. Dalí convirtió al surrealismo y la comida en amantes. Gracias a su carácter hedonista, a su opíparo apetito y a su raigambre mítica encontró el modo de conectar sexo, alimentos y arte. Así que las opulentas cenas que durante años organizó con Gala, su mujer, no eran un descanso de su vocación artística sino una extensión (como el resto de facetas de su vida) de la misma. Esos ágapes eran frescos barrocos y salvajes tan surrealistas como muchos de los lienzos que lo inmortalizaron. Obras de arte profanas a mayor honra del placer en las que era factible imaginar a los invitados recitando versos de Ovidio y fragmentos de las novelas de Rabelais.

Hay un libro realmente muy interesante y suculento, Les dîners de Gala, donde se pueden revisar muchas de las recetas de los menús que degustaron sus invitados así como múltiples declaraciones gracias a las que es posible profundizar en la relación que el artista catalán estableció entre el uso de los colores, su visión mística de la realidad y el sabor de la comida.

Además de con dinero y comodidades, a Dalí había que conquistarlo con misterios. Desafiarlo. Intrigarlo. Ponerlo frente a la raíz de los elementos y los ciclos cósmicos. Puesto que nunca deseaba aclarar nada sino flotar en lo incognoscible eternamente. Vivir en una nebulosa metafísica que convertía cada instante en oro mítico. Algo que entendió perfectamente el famoso chef francés Alexandre Dumaine, como deja claro la siguiente anécdota que cito a continuación porque entiendo que expone meridianamente la visión de la existencia (y la comida) del pintor.

Ahí la dejo: «Una noche, en Saulieu, Mr. Dumaine (el famoso chef) me dijo: “Fíjese usted en esa franja de niebla que flota a media altura de los chopos. Por encima de los follajes, el cielo es transparente y las estrellas brillan. Al pie de los árboles, se podrían contar los tréboles que han brotado. Recójase usted, en el transcurso de esas veladas, cuando la niebla flota exactamente a esa altura, es cuando tengo todas las probabilidades de salir airoso en la preparación del pastel de carne en brioche que le voy a ofrecer». «Me senté a la mesa, contemplando el paisaje, y mi goce gastronómico resultó inigualable. De no haber mediado este discurso, hubiese ingerido ese mismo pastel de carne sin prestarle mayor atención”. “Es necesario que se me diga que un plato es un manjar excepcional para que mis papilas gustativas reaccionen favorablemente”. Shalam

لا تخف من الكمال لأنك لن تحققه أبدًا

No tengas miedo de la perfección porque nunca la alcanzarás

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:….ess-to-y en llll-a ca-sa bat-lló……..(acabando como si tuviera hipo)…jajajjjj
    2ºimagen:…..esta fuente lan-gostí-na…..jardin de la delicias…..bueno » doctor que medicina es esta que no sabe curar si no cortando»(frase de don lope en tristanita)…………..
    3ºimagen:…..en los cielos todo……….(concierto en figuereesss)………..
    4ºimagen:…..estoy a-tén-to y muy dis-puesss-to pa-ra liquidarr-ló………..
    5ºimagen:…..a mayor gloria del rey y reina…..lp «king&queen» de otis redding y carla thomas(1967)
    PD:….don salvador dali era un «vacilon»…..tambien otis&carla en:
    https://www.youtube.com/watch?v=sFz4z1fsaB8….are you lonely for me baby……(reproducir a maximo volumen como la recomendacion escrita en la caratula del David Bowie – The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars)…jajajjjjjj…….

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Vade Retro Malandrines. Soy el nuevo Quijote. 2) Langosto al Giotto y a la Doña Isabelina. La batalla de los crustaceos. 3) La Sagrada Familia de Dalí. 4) Esperando a Montserrat Caballé y Freddie Mercury para grabar un programa surrealista catalán. 5) El pavo de Brunelleschi. PD: Lo escuché a todo volumen. Gran clásico.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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