Lo de Adriano Erriguel es de tralla. Tanto por la calidad de sus textos como por lo incisivo de sus análisis. Pero a eso hay que unir su anonimato. Cuando uno busca una foto suya o un vídeo no es posible encontrar testimonio alguno. Eso le imprime un aura misteriosa a su figura al que me referiré al final de este avería.

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Estuve leyendo hace poco a Žižek. Siempre es estimulante leer al pensador esloveno pero creo que Erriguel entiende mejor que él (por ser capaz de salirse del marco del psicoanálisis y del marxismo) las dinámicas liberales. Sobre todo, comprende mucho mejor el papel jugado (voluntaria o involuntariamente) por la izquierda para que al final todos nos hayamos convertido en consumidores, individuos sin aura del mundo global.

Mejor dicho, a ver, Žižek comprende mejor o tan bien como Erriguel la dinámica liberal. También conoce a la perfección las traiciones de los socialdemócratas y de los comunistas de salón. Se lo sabe todo de carrerilla. Pero creo que no termina de dar las respuestas adecuadas, (salvo a ráfagas). Probablemente sean, de hecho, más interesantes las preguntas que emergen de los libros de Žižek que las respuestas que da.

¿Por qué?

A veces tengo la sensación de que Žižek sabe que, de momento, no hay escapatoria al neoliberalismo pero, por ser un pensador del Este, se siente en la obligación de buscar o presentar alternativas (marxistas, o con machamo de izquierdas) porque, por un lado, se niega a tirar la toalla y, por otro, se le acabaría el chiringuito.

Si uno de los pensadores alternativos de izquierda más citados y leídos en los últimos lustros no es capaz de presentar una crítica coherente, estructurada y razonada al turboliberalismo (ese mismo sistema que lo ha convertido en parte en un filósofo pop  y posmoderno) y alternativas a su dominio, apaga y vámonos. Esto lo sabe Žižek y por eso continúa sin desaliento en su empeño, que en ocasiones parece un vano intento de dar esperanza y de justicia a un mundo desacralizado, agónico, virtual. Tan desacralizado, tan agónico y tan virtual que él mismo se ha convertido en uno de sus referentes, uno de sus profetas. El rey en el caos. Un justo rey, por otra parte.

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Erriguel, sin embargo, no tiene deudas con la izquierda. Ninguna. Y eso le permite ser más certero a veces. Le permite ser más frío, más objetivo.

Curiosamente, Erriguel coincidiría en parte con un escritor al que leo también mucho: Francisco Gijón. Quien ha estudiado en varios (o al menos uno) de sus libros (Una conspiración sin teorías) cómo los empresarios norteamericanos observaron atentamente a su rivales comunistas y adoptaron (convenientemente remodeladas) muchas de sus prácticas en las empresas capitalistas que dirigían.

El neoliberalismo sería tan eficiente en el control de masas y pastoreo de individuos porque, tras la caída del Muro, el capitalismo y el comunismo se fundieron en uno. Sí. Ganó el capitalismo o más bien, ganó el liberalismo porque era el sistema más acorde con el poder, el flujo del dinero, y más flexible para sus posteriores mutaciones. Pero si en su devenir neoliberal, este liberalismo ha logrado convertir la libertad en tiranía con tal efectividad es porque ha integrado perfectamente gran parte de las estructuras y medidas que permitieron a los dirigentes comunistas tener un férreo control de las masas durante varias décadas.

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Creo que este es el quid de la cuestión. Ni la izquierda ni la derecha. Ni el capitalismo ni el comunismo. La cuestión es cómo el poder, el comercio, el neoliberalismo, el rastro del dinero, han manejado a la izquierda y a la derecha (tanto a las ideas como a los políticos y, sobre todo, a los votantes) para sus intereses y cómo han fundido capitalismo y comunismo de manera inadvertida.

El liberalismo ha logrado convertir en cool toda crítica a sus dictados. Ha dado carácter de profetas a ciertos pensadores supuestamente transgresores (pienso, por ejemplo, entre muchos otros, en Naomi Klein) y con eso los ha desactivado completamente. Ha inutilizado parte de sus críticas porque en vez de combatirlas o negarlas, las ha aceptado, digerido, adaptado y comercializado. Caso, de las camisetas vendidas en Zara con el logo No logo o de la etiqueta ecológica y vegana luciendo radiante en McDonald’s. Dos ejemplos que me estoy inventando, soy consciente de que, si no me equivoco, no han ocurrido nunca pero que me parecen perfectamente plausibles. ¿O no? Aludo a ellos simplemente a modo de orientación para que el lector sepa a lo que me refiero porque ejemplos hay a cientos. Basta citar lo que se ha hecho con el punk con Woodstock o con el Che Guevara.

En cualquier caso, sería suficiente echar un vistazo a unos cuantos episodios de Los Simpson para comprenderlo aún mejor. Si Los Simpson tuvo tanto éxito es porque retrataba y explicaba mejor (o al menos con mayor sencillez) el neoliberalismo, lo que estaba ocurriendo en la sociedad, que cualquier ensayista. Intelectuales forzados a ser precisos y a utilizar en ocasiones un léxico académico o culto que se le escapa a muchas personas.

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Hay algo que me interesa mucho en el anonimato de Erriguel. En un principio, pensé que el mismo se debía a que Erriguel deseaba evitar ser machacado en redes sociales. Deseaba librarse de haters y de ser señalado y combatido ad hominen en foros públicos. Manteniendo su identidad a resguardo, podría centrarse en su trabajo y familia lejos del foco.

No digo que no haya algo de esto. Pero creo, en el fondo, que la operación es más sutil. La crítica de Erriguel a la izquierda (concretamente, a su colaboración en el globalismo) es brutal porque la conoce muy bien. Y prueba de ello es su anonimato.

Intentaré ser conciso y directo. Erriquel utiliza su anonimato como lo hace Banksy, (un artista posmoderno y kitsch, de aura vacía) o como lo hacen los activistas contra el globalismo que portan la célebre máscara de Guy Fawkes (que Alan Moore popularizó en V de Vendetta). La jugada es la misma. Casi exacta. Pero la genialidad de Erriguel es que la subvierte. Porque la critica de Erriguel no es sólo al liberalismo (y a su mutación actual, el neoliberalismo globalista) sino también a la propaganda del neoliberalismo (en eso es genial) y a esos supuestos críticos, activistas, luchadores posmodernos contra el neoliberalismo del que, en el fondo, son sus adalides e iconos.

Erriguel es el pensador que mejor piensa lo que más les duele a quienes se arrogan la lucha contra el neoliberalismo porque los conoce perfectamente. Los ha estudiado muy bien y no tiene reparos en utilizar sus propias tácticas.

«Ahora, amigos», parece decirles, «el que es un justiciero, el que (supuestamente) es un rebelde es otro. Pero yo no voy de rebelde. Tampoco soy un justiciero. A ver qué se os ocurre para desenmascarar al que os desenmascara en lo que tenéis de sumisos y conformistas. En lo que tenéis de vendidos. Miradme. No tengo rostro. Soy todos vosotros y soy ninguno. Soy el vacío que os desnuda y os refleja. ¿A quién queréis engañar? ¿A quién queréis seguir engañando?». Shalam

من السخافة أن تأخذ شيئًا ما على محمل  الجد

Es un poco absurdo tomar algo en serio