No. No. Aunque así pueda creerse por el título de la entrada, no voy a hablar hoy de la famosa novela de Evelyn Waugh, Merienda de negros, sino de los orígenes de la famosa expresión que le da nombre. Los cuales he conocido durante mi lenta lectura de El ritmo perdido de Santiago Auserón. En un fragmento de su nutrido texto, el carismático líder de Radio Futura se refiere a la mezcla de costumbres negras e hispanas iniciadas en la Península Ibérica en tiempos de la dominación musulmana y que se acentuaron con el tráfico de esclavos posterior al Descubrimiento. Y cita un ensayo del etnógrafo Fernando Ortiz, La música afrocubana, para hablar de la transformación de ciertos vocablos y conceptos a partir de este encuentro (o desencuentro) cultural. Se nos dice en este libro que «muchos de los vocablos africanos que eran nombres de ciertos tambores o bailes de los negros, entre los blancos pasaron a significar «orgía ruidosa, alboroto, baraúnda, bullanga, escándalo, batahola, zaragota o enredo» de la misma manera que de todo jolgorio desordenado y confuso se dijo que era «merienda de negros».
No voy a poner en absoluto en entredicho las palabras de Ortiz. Nada más lejos de mi intención. La Real Academia de la Lengua Española, por ejemplo, le da la razón. Para ella, la expresión merienda de negros es sinónimo de confusión y desorden. Y según he podido leer en varios foros de Internet, al parecer, surgió porque a los negros se los consideraba desordenados, anárquicos y primitivos. En uno de ellos, el de la revista Muyinteresante se nos aclara lo siguiente: «Tras una durísima jornada de trabajo, los operarios negros se reunían para comer, cambiar opiniones y cantar al ritmo del tam-tam, algo que los amos blancos tachaban de jolgorio. De ahí que cuando algo se desmadra o existe una desorganización respecto a algo» se utilice esta expresión.
Bien. Convendremos, dados los datos aportados, que no hay lugar a dudas sobre esta cuestión. Pero esto no es obstáculo para que me anime a realizar un pequeño ejercicio de imaginación de los que acostumbro. Porque al leer el término «merienda de negros», mi mente ha saltado como una chispa. Y si bien, ha aceptado que pueda ser relacionado con una fiesta o desorden, he tenido una visión que no he podido dejar ir. He vislumbrado a cientos de negros hacinados en los sótanos de un barco con destino a América. Y a varios de sus capturadores arrojándoles desde las rejas de cubierta un puñado de mendrugos de pan que no bastarían más que para alimentar a decenas. A continuación, he observado a cientos de aquellos hombres luchando entre ellos desordenadamente, como fieras, por el alimento. Produciéndose todo tipo de ruidos, disturbios y luchas hasta acabar el sustento. Luego he vuelto a la cubierta de la embarcación y he visto a varios hombres blancos sonrientes, bien vestidos y nutridos, aun con la piel reseca de tantos días surcando el mar, que riendo satisfechos, se jactaban de haber cumplido su trabajo. Haber alimentado a los negros. Haberles dado de merendar. Y por último, he observado cómo un capitán o un mercader compraba gran parte de esa remesas de esclavos y obligaba a sus subalternos a alimentarles bien, ofrecerles una merienda profusa para que tuvieran fuerzas en el trabajo y cómo estos abúlicos seres, enloquecían al ser nutridos más adecuadamente.
En realidad, según mi visión, los dos términos van unidos. Una merienda de negros es, efectivamente, ese tumulto que se formaba cuando los africanos eran bien alimentados tras una larga jornada de trabajo, y tocaban los tambores y bombos danzando en recuerdo de su tierra natal perdida. Pero me parece que también podría hacer alusión a los desordenes y refriegas que se producían, cuando apenas les daban lo justo para comer. Pues la primera actitud y comportamiento procede de esta segunda que acabo de referir. Y casi que son indiferenciables. Por más que no se ponga el énfasis en esta última, tal vez para borrar o decorar un poco la leyenda negra que con saña y odio fueron extendiendo y creando los pueblos occidentales a su paso por medio mundo y, en este caso concreto, América.
Por lo que, siendo sinceros, me parece que para ser verdaderamente justos e imparciales, hacer honor la a historia y ser tan o más precisos que los manuales de etnografía y etimología, al mencionar la expresión merienda de negros, entiendo que deberíamos aludir al desorden mental de aquellos europeos que asesinaron sin compasión en poco más de dos o tres siglos a cientos de miles de negros, casi millones, sin importarles sus sufrimientos y llantos. Únicamente la utilidad que pudieran extraer de ellos. El trabajo que pudieran realizar para engordar sus estómagos y que no les faltara especia ni alimento alguno a la hora de desayunar, comer y cenar. Y, por supuesto, la de merendar. Shalam
0 comentarios