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Masacre

Feb 11, 2024 | 2 Comentarios

Acabo de comenzar Pasolini, masacre de un poeta, la investigación realizada por Simona Zecchi sobre el asesinato del director italiano.

Es obvio que, durante su lectura, descubriré nuevos datos que profundicen en un sangriento crimen que probablemente no tuvo un solo autor intelectual. Pasolini era molesto para todos. A los miembros del Partido Comunista los descolocaba con muchas de sus opiniones libres, ajenas a su control ideológico. Los católicos a los que había asombrado con su filme sobre Cristo hacía un tiempo que habían renegado de él. No tanto por su homosexualidad sino por la frenética libertad de su cine y la asunción de una sexualidad total más allá del pecado original mostrada en Las 1001 noches. Tampoco los miembros de la Democracia Cristiana se sentían cómodos con alquien que vislumbraba perfectamente su manipulación, su traición al pueblo y sus negocios sucios. Los grandes empresarios (y, sobre todo, uno muy poderoso oculto en la sombra) se sentían amenazados por sus columnas periodísticas y la escritura de una novela, Petróleo, donde  revelaría datos esenciales (hurgados al pueblo) sobre la construcción de la Italia Moderna. Para los viejos fascistas cada una de sus obras era un escupitajo en la cara y Saló directamente un atentado terrorista a los valores tradicionales. Creo que incluso los jóvenes artistas y los hedonistas se sentían incómodos con alguien que les recordaba una y otra vez que, cediendo a los valores consumistas y al confort, estaban perdiendo el alma. Y también pienso que los espectadores acostumbrados a los melodramas hollywoodienses o al elegante cine europeo se sentían heridos por obras áridas y secas, feístas en algún caso, que no les permitían ni soñar ni evadirse de la realidad, como estaban acostumbrados.

Pasolini era un poeta. Pero un poeta guerrero. Un visionario incansable. Puede que un profeta. Alguien que odiaba los acomodos y pactos y sostenía con sensibilidad y dulzura pero con inequívoca firmeza su opinión. Luchaba por la verdad (dejando en evidencia a decenas de intelectuales de su época) y obviamente, tenía centenares de enemigos. En muchos ámbitos era respetado como una figura venerable. Una especie de ángel cuya atracción por los jóvenes rebeldes lo hacía humano. Pero Pasolini no era querido. Era admirado pero no querido porque no era complaciente con los que amaba. Y en medio de una sociedad hipócrita y cobarde se empeñó en hablar la lengua del corazón hasta el punto de convertir cada una de sus obras, por más intelectuales que fueran, en un Evangelio que apuntaba con firmeza y visceralidad a las causas de nuestra progresiva deshumanización.

Su crimen no es que abriera paso a las teorías de la conspiración occidentales (pues muchas se encontraban instaladas desde tiempos antiguos en los Imperios) sino que más bien  puso de manfiesto el rostro oculto del poder. Las cloacas en las sombras. En España tal vez el único asesinato comparable es el de Lorca. Pero probablemente el de Pasolini sea más grave porque no se produjo en medio de una guerra. Puede que fuera más duro no por el hecho en sí mismo sino por lo que nos advierte sobre nuestras sociedades (aparente, solo aparentemente libres). Por la corrupción visceral que muestra.

En realidad, el asesinato de Pasolini fue un aviso para cualquier intelectual u hombre religioso (alguien que anteponga el amor a los seres humanos a sus propios intereses). Hay quienes piensan que ese día murió Europa y estoy en cierto sentido de acuerdo. Aquel día, Europa perdió su orgullo. Terminó de ser colonizada. Vendió su alma y las opiniones triunfaron por delante de la verdad. Es bien sabido, de hecho, que cualquiera que desee incidir en los aspectos opacos de nuestra reciente historia, estará obligado a exiliarse, será enmudecido, calumniado y si, por último, continúa en sus trece, acabará siendo asesinado. Todo en nombre de la paz social y de la tolerancia.

Básicamente, ese fue el contundente mensaje dado en toda Italia. Ocurre que Pasolini era alguien tan espiritual y visionario, era un artista tan grande, que el mensaje también se escuchó con claridad en el resto de Europa.  Creo, de hecho, que después de Pasolini, los escritores jóvenes que no lo habían hecho hasta entonces, interiorizaron que criticar era peligroso, que decir la verdad suponía en determinados casos un riesgo tan grande que era mejor sumergirse definitivamente en las fauces de la cultura pop y del nihilismo. Después de la muerte de Pasolini, yo al menos tengo la impresión de que ya nadie habla. Ya nadie dice nada. Ya nadie pronuncia las palabras con la consistencia necesaria. O mejor dicho, todos hablan en un batiburrillo frenético que favorece al poder. Lo que nos pasa ya no lo sabemos, ya lo desconocemos, porque todos somos en cierto sentido esas máquinas en las que Pasolini predijo que nos acabaríamos convirtiendo. Shalam 

احترم أولئك الذين يحاولون، حتى لو فشلوا.

Admira a quien lo intenta, aunque fracase

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen…no se porque me hace recordar a «la noche americana» …truffaut..1973….
    2imagen….pero… ¿quien mato a pasolini?…..hitchcock..1955
    3imagen…quizas me haya seguido alguien….(solo en los desgüaces hay inspiración)…….(para el art povera estos lugares eran muy importantes)….
    4imagen….metodos de transporte….(traccion humana)…..
    PD…https://www.youtube.com/watch?v=9cAJd82SB00…que distinguida es jacqueline bisset…y que huidiza tiene su cara el protagonista ……

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Me lo imagino aquí rodando la impresionante Accatone. Cada vez me gusta más. 2) Silencio negro. Silencio. Se escucha el «Requiem» compuesto por Morricone para «Una vita violenta». 3) No. No soy Antonioni. No vengo a encontrar belleza aquí sino pureza. Verdad. 4) Orestiada africana. Ballet africano de Stravinsky. PD: el del rostro huidizo. Ni más ni menos que Jean Pierre Leaud. La mamá y la puta. Su peor pael sin dudas en El último tango. Su presencia allí sobra. El filme lo supera.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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