Desde este particular punto de vista, se podría sugerir que dos hechos como las nutridas aglomeraciones de multitudes en el Distrito Federal y la escasa preocupación por el control de la natalidad que tienen la mayoría de habitantes del país, podrían ser leídos como desafíos a esa muerte risible, irónica pero inevitable con la que se convive día a día. Esa muerte de la que se es extremadamente consciente hasta el punto de intentar vencerla acumulando más y más gente viva. E incluso -volviendo a los sacrificios mesoamericanos- podría leerse esa necesidad de acumular gente y seguir produciendo descendencia como una especie de resorte inconsciente contra un temor oculto en la psique: el miedo a que el clan deba morir debido a los rituales establecidos por la sociedad a la que pertenece. O como una forma de defenderse y hacer pervivir la especie por si finalmente se cumple la profecía del quinto Sol (Ollintonatiuh), y la mayor parte de la civilización perece bajo la fuerza de uno de los tantos temblores de tierra que golpean regularmente el territorio. (Continuará).
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