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Fundamentalismo xeneize

Nov 8, 2023 | 2 Comentarios

El pasado sábado a la noche se disputó la final de la Libertadores en el Maracaná entre Fluminense y Boca. Supongo que a estas alturas no habrá nadie que desconozca el resultado. El conjunto brasileño se impuso por 2 a 1 en la prórroga a Boca. Una victoria justa porque fue el que más propuso juego y tuvo más mordiente en las áreas. Dicho esto, tampoco fue demasiado superior. En realidad, la derrota fue bastante dolorosa para los seguidores de Boca porque si el equipo xeneize hubiera tenido casta y ambición podría haberse hecho con el triunfo en esta final sin problemas. La mayoría de los míticos equipos de Boca que todos recordamos hubieran sabido jugar perfectamente este partido, hubieran minado la moral de los brasileños y se hubieran impuesto por convicción. Boca siempre ha sido en cierto sentido un equipo tractor. No importa que no jugara bien o que lo hiciera con lentitud porque en cuanto agarraba el camino y la vía para transitar con seguridad ya no la abandonaba. Caminaba seguro y paciente hasta tumbar al enemigo.

En realidad, si Boca perdió esta final no fue porque no la disputara o planteara mal sino porque no merecía haber llegado a esta instancia. El equipo xeneize se ha enorgullecido siempre de tener aguante y echarle más huevos que nadie. Un bostero disfruta más ganando por uno a cero en el tiempo suplementario que goleando brillantemente a un rival. Tal vez por eso la gran mayoría de sus seguidores no pusieron ninguna objeción a que Boca se plantara en el Maracaná sin haber ganado ni un solo partido de octavos, cuartos o semifinales. Jugando mediocremente y basando gran parte de sus posibilidades en la destreza de un portero, Sergio «Chiquito» Romero, que además de ser un absoluto jabato bajo los tres palos, es un especialista en la suerte máxima. Una garantía total. Tanto es así que si he de ser sincero, viví las sucesivas tandas de penaltis contra Nacional, Racing y Palmeiras con absoluta tranquilidad. Como si fueran un mero trámite y no un momento de máxima tensión.

El regusto que deja la final es amargo por muchos motivos. En primer lugar, porque a pesar de que Boca no juega actualmente a nada, tampoco es un equipo cualquiera. Posee cierta solidez, una historia apabullante detrás y unos cuantos jugadores solventes en los que más o menos se puede confiar. De hecho, el partido no lo planteó mal. Estaba claro que Boca no podía jugar de tú a tú con Fluminense. El equipo brasileño está más aceitado en ataque y el medio campo y es mucho más habilidoso. La misión de Boca, por tanto, era controlar las embestidas cariocas y matar de contra a su rival. Un guión que se hubiera cumplido a rajatabla si Cavani hubiera estado más listo y atento y hubiera aprovechado las dos claras oportunidades que tuvo para poner a su equipo por delante. En este sentido, a Boca le faltó mordiente. Ser fiel a su historia. Esa que dice que no importa que sea dominado pues le basta con llegar una vez para tumbar en la lona a su adversario. Boca llegó pero no mató y por ahí se le comenzó a ir el partido porque Fluminense continuó siendo fiel a su  idea. Es un clásico equipo brasileño con una notable capacidad de desborde que acabará matándote antes o después si le permites controlar el juego o no le pegas el puñetazo definitivo cuando muestra sus evidentes irregularidades defensivas.

Creo que la mejor definición del Boca actual la leí en twitter. Este Boca es un equipo fundamentalista, fanático de la idea. Aun así, al que escribió ese tweet, le faltó decir que este Boca no posee dos o tres jugadores definitivos (Cavani ha llegado ya en sus horas últimas y no ha terminado ni de adaptarse ni de aportar el plus de calidad que se le supone) ni tampoco ese instinto asesino y barrial que ni siquiera el decaído Boca de los 80 perdió. Hay otra característica que identificaba al Boca de principios de siglo, el de Bianchi, y que no tiene éste: la inteligencia, la lucidez. Bianchi dotó de temple y recursos vitales a unos jugadores que sabían jugar en el límite y por lo general no cometían estupideces. Nada que ver con el deplorable comportamiento de un Fabra que se expulsó a sí mismo de manera indecente y en el peor momento. Cuando Boca dominaba el partido, tenía un jugador más y disponía de 15 minutos para conducir el partido al territorio donde era absolutamente superior: los penaltis.

En realidad, el mayor argumento de Boca radicaba en la manida frase hecha «Boca es Boca». Muchos deseaban llevar la final a la suerte última. Escuché a una chica decir en la playa de Copacabana que quería que Boca ganara en la tanda de penaltis porque ningún equipo en la historia había logrado ganar un campeonato internacional sin ganar un solo partido en los 90 minutos. En cierto sentido, (¿para qué nos vamos a engañar?) esa era la mayor apuesta de los xeneizes. Por eso los primeros jugadores en salir fueron Cavani (por calambres) y Barco. Es cierto que el pelirrojo se vio superado por la final pero tengo la impresión de que a medida que hubieran transcurrido los minutos, hubiera encontrado el modo de hacer daño. Así que, al final, Boca acabó colgado de juveniles sin experiencia tirando centros medios desviados invocando una mística asesina a la que nunca fue fiel. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, en cierto modo, ejecutó bien su plan durante al menos tres cuartas partes del partido.

En fin, yo fui de los que apoyó a Román Riquelme cuando presentó su candidatura junto a Jorge Ameal para presidir Boca. Pero reconozco que tal vez me deslumbró el recuerdo del jugador y no tuve en cuenta la nula experiencia en los despachos del mayor ídolo bostero. En realidad, el club no ha mejorado con su llegada.  El Boca que jugó contra River en aquella inolvidable final de Libertadores hizo mejor papel que éste y era mucho más fiable. Al menos ganaba los partidos por convicción y mayor punch. Estoy seguro que ese Boca hubiera acabado con este Fluminense. Un equipo decoroso y alegre con escasa experiencia en estas lides al que Boca dejó vivo precisamente por no parecerse a Boca. Concluido el partido, en Buenos Aires muchos recordaban la memoria de viejos héroes de los 60. Jugadores que soportaron el peso del club en los malos tiempos. Esta no es exactamente una mala época pero es indefinida porque el equipo parece guiarse más por caprichos que por una idea. Es un equipo sin alma que sólo se parece a los Bocas legendarios en la obstinación de ganar como sea y si es jugando mal y por penaltis, mejor. Una lástima porque un gol como el de Advíncula (un jugador cuyo tesón sí mereció una estatua) merecía otro destino.

Por lo demás, el partido fue entretenido y si bien no fue memorable, sí fue una digna final. El hecho de que se jugase en un estadio con las dimensiones e historia de Maracaná también lo revalorizó. En este caso, sí que hubo espacios y los equipos pudieron imprimir un sentido al juego. Además, el encuentro dejó un gol antológico casi más por la preciosa jugada que por la precisa definición. Me refiero, ¿cómo no?, al gol de Kennedy. Uno de esos tantos que justifican el precio de la entrada y que en sí mismo explica las diferencias que se vieron entre un equipo como Fluminense que sí fue fiel a la mágica historia del fútbol brasileño y otro como Boca que se olvidó de la seguridad y grandeza que aportan los colores azul y amarillo en los lances más decisivos y trascendentes. Shalam

الانضباط سينتهي بهزيمة الذكاء

La disciplina acabará venciendo a la inteligencia

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen….tierra tragame….
    2imagen….tres brazos para un candelabro….
    3imagen….dos aviones aterrizando mal…..
    4imagen….nitrato de chile….
    5imagen….un anciano en apuros….
    PD: https://www.youtube.com/watch?v=HCTunqv1Xt4…when i´m sixty four..1967…

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Por detrás se vislumbra el carnaval carioca. Mucho sexo en Río. 2) Escena propia de un filme de Berlanga. Estatua pura y manierista. Fácil de utilizar para una fotonovela. 3) Un león se ha escapado, ruge y no saben cómo pararlo. 4) Advíncula, el jugador negro, parece que está contemplando algo divino. jjaja. 5) La ley de la selva. Monos veloces entre árboles frondosos. PD: lo que parecía lejano ya es realidad. 64.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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