Dejo a continuación un nuevo avería dedicado a la serie de discos instrumentales grabados por Nine Inch Nails agrupados bajo el sobrenombre de Ghosts. El cual recomiendo leer escuchando el inquietante tema que abre el sexto y último: «The cursed clock».

Fantasmas

Tengo muy claro que si existe alguien que pueda ser considerando un genio en el mundo de la música actual, alguien cuya creatividad pueda ser comparable a la de los grandes nombres del pasado, ese es Trent Reznor. La serie Ghosts es la prueba de ello.

Aunque mi favorito de todos es el sexto, cualquiera de los seis discos permite comprender el estado de alineación del ser humano al momento. Cada uno de ellos es casi un fotograma sobre el mundo fantasmagórico en el que se ha convertido Occidente. Ghosts es el retrato de un paisaje enfermo. Es una nostálgica mirada a la soledad. Es la música que podría grabar un superviviente de una catástrofe nuclear. Es la banda sonora perfecta para estos tiempos inhumanos. Ese momento en el que los hombres se convierten en máquinas separados unos de otros.

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Significativamente, Ghosts V: Together y Ghosts VI: Locust aparecieron durante el confinamiento. Así que es inevitable no escuchar cualquiera de sus temas y rememorar aquellas mañanas durante la pandemia en las que no era posible vislumbrar un solo alma en las calles. Pero lo cierto es que ambas obras recogen con tanta sutileza y profundidad el zeitgeist de nuestros días que, aunque no hubieran sido publicados en el momento idóneo, serían igualmente válidas. Porque, en el fondo, esos parajes deshumanizados a los que aludían ya formaban parte de paisaje habitual de muchas ciudades norteamericanas y de unas cuantas europeas. Eran un fotografía certera de las autopistas, fábricas vacías y secos páramos industriales presentes en un mundo en el que la mayor parte de los jóvenes tienen sus primeros escarceos sexuales a través de una pantalla de ordenador. Una seca radiografía de una sociedad tan estéril que ha logrado que los filmes de Antonioni parezcan alegres fiestas.

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Queda claro que Reznor deseaba hacer algo como Ghosts desde hace tiempo. La prueba es que en cuanto se vio libre del yugo de su compañía (Interscope Records) se lanzó a esta aventura que perfectamente podría haberle dejado a mitad de ninguna parte pero en gran medida fue el germen de sus futuros trabajos para cine y televisión. Yo, de hecho, veo sus contribuciones a documentales y películas como la cara solar y amable de Ghosts y a Ghosts como la más oscura y experimental. Tengo la sensación además de que varias de las composiciones que ha utilizado para el cine debieron surgir mientras intentaba hilvanar Ghosts y viceversa.

Repito, la serie Ghosts posee por lo general un aire más depresivo y oscilante. Más infeccioso. Una atmósfera más destructiva. Casi apocalítpica. Y los discos que graba junto a Ross para el cine son más reflexivos y juguetones en algún caso. Desde la grabación de Ghosts, por tanto, Reznor encontró otra vía expresiva que tan sólo había brotado en determinados momentos muy concretos de los Lps de Nine Inch Nails. Reforzando en este caso los aspectos minimalistas, ambientales, atmosféricos e impresionistas de la banda al tiempo que ponía en pausa a las salvajes guitarras y las explosiones de cólera.

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Los discos previos a Ghosts de Nine Inch Nails eran parecidos a rugidos divinos. Eran la banda sonora de la destrucción. Describían el momento justo en el que la tierra se abre y los edificios se hunden. Los instantes de zozobra en los que una mente se rompe. Los días en los que todas las certezas caen. Los discos de Nine Inch Nail eran gritos de lobos encerrados en fábricas. Una revisión de la zozobra experimentada por los ciudadanos de Sodoma y Gomorra cuando la cólera de Yahvé cayó sobre ellos. Su sonido era el del fin del mundo. Ghosts es precisamente el desolador paisaje que queda tras la total destrucción. Es el recorrido por un mundo en el que los seres humanos parecen sombras. Tan sólo se parecen levemente a aquellos guerreros sanos y joviales que fueron un día. Son discos agónicos ideales para todos esos ciudadanos que han convertido sus habitaciones casi en refugios nucleares. Barreras contra la sociabilidad en un múndo áspero. Si volviera a leer La carretera (la novela de Cormac Mccarthy) lo haría escuchando estos discos.

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El proyecto Ghosts casa perfectamente con muchas de las ideas de Mark Fisher. Concretamente, con la consabida hauntología. (Un término que extrajo de Derridá). Perfectamente, Fisher podría haber dedicado reflexiones parecidas a estas creaciones de Reznor que las realizadas sobre los discos de Burial o Joy Division en Los fantasmas de mi vida. Ghosts parece haber surgido del corazón de un espíritu errante, vacío, muerto, que siente nostalgia del futuro perdido, que se ha desvanecido entre la niebla y la imaginación. En cierto sentido, refleja la caída de un ángel triste al contemplar nuestro agotamiento diario, la explosión tecnológica y la distopía social. Es una obra que describe aquello que se va y lo que se deseaba vivir pero nunca se experimentó.

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Ghosts es un compendio de lo mejor de la música ambiental creada en las últimas décadas. Es un cruce híbrido y seco entre las minimalistas composiciones de Brian Eno o las telúricas de Angelo Badalementi. Pero obviamente en estos discos hay de todo. Hay momentos de jazz industrial. Pasajes atmósfericos y misteriosos que podrían aparecer en medio de Carretera perdida. Hay distorsiones a mitad de camino de las realizadas por John Zorn en sus más sobrias y contenidas improvisaciones. Y, por supuesto, también hay rememoraciones continuas a la música cinematográfica de Hans Zimmer y a los clásicas composiciones inquietantes y quebradizas de  Ligeti o Shoenbeg. Es una serie que mira de lejos tanto a la obra de Nurse with wound como a la de Tuxedomoon.

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He escuchado en múltiples ocasiones Ghosts VI durante este invierno y aún continúa sorprendiéndome. Ha habido tardes invernales en que sonaba en mis auriculares mientras recorría avenidas desiertas en bicicleta y el disco parecía disolverse en medio de la nada. Evocaba imágenes oníricas en las que los colores nocturnos se emborronaban continuamente. Y también he experimentado momentos en los que parecía una sinfonía compuesta por un muerto o un suicida instantes antes de dejar este mundo.  En cualquier caso, el disco siempre ha mutado de aspecto. Como un negro presentimiento.

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Si en alguna ocasión Bowie y Eno se preguntaron si su aventura en pos de la desolación musical tenía sentido. Si alguna vez dudaron de que Low y Heroes dieran en el punto exacto de la diana, la serie Ghosts es una respuesta afirmativa a sus preguntas. Las disforias ambientales de Low y Heroes continúan siendo hitos sin superar pero Ghosts es un indicio de que un día, tal vez en otro siglo, en alguna cultura desconocida, sí  que lo serán. Shalam

لدينا السلطة على عقولنا، وليس على الأحداث

Tenemos poder sobre nuestra mente, no sobre los acontecimientos