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El muerto (3)

Sep 28, 2024 | 2 Comentarios

Dejo a continuación el último avería de esta serie dedicada a Scott Walker. El cual recomiendo leer escuchando uno de los temas de Tilt: «Manhattan».

Quien desee por cierto leer los dos anteriores puede hacerlo pinchando aquí y aquí.

El muerto (3)

El último acto creativo realizado por Scott antes de morir fue la grabación de Climate of Hunter. Un disco al que le dediqué algún avería hace años y sobre el que no necesito volver. Basta decir, eso sí, que es el mejor de todo los que grabó mientras estaba vivo.

Scott logró al fin ser en Climate un ángel evanescente. Flotaba por los aires. Componía canciones parecidas a nebulosas que se disolvían como los recuerdos de los sueños. Scott sublimaba el pop. Convertía la música pop en niebla, en un bello e insólito poema. Demasiado sugerente, demasiado sutil, en cualquier caso, para el público de los 80. Masas que vivían divididas entre la pasión por el heavy metal y el techno pop.

En los inicios de la MTV, en medio de anuncios de Pepsi y vídeos de Madonna, Scott parecía un fantasma. Un hombre fuera de su tiempo.

Entre sus colegas, en su gremio, Climate fue recibido con honores, con innumerables elogios.  El retorno del artista pródigo. Brian Eno, Robert Fripp, Bowie, Julian Cope, más tarde el cineasta Leos Carax recibieron con calidez la anhelada obra. Pero el público, desde luego, no la entendió. No vendió nada y Virgin le dio la carta de libertad, fue despedido de su discográfica, como si fuera un paria. Un cruento revés que ayudó a su deriva final.

Scott se había superado a sí mismo. Había regresado del exilio creativo para grabar un disco que reflejaba su concepción real del pop, su mundo interior. Pero, sobre todo, había encontrado indiferencia. Ni tan siquiera desprecio. Indiferencia. Así que se dedicó a leer, viajar, vivir, continuó bebiendo, y una mañana, con discrección, sin dejar notas ni dar explicaciones, sin avisar, se quitó la vida en un hotel de Roma.

La noche antes había visitado el descampado de Ostia donde Pasolini fue asesinado. Una muerte que anunciaba el seguro ocaso y fin de Europa, de la cultura europea, dejando muy claro que tipos como Scott ya estaban de más aquí. Nunca sería entendidos, valorados, como debían de serlo.

Lo que vino después, no obstante, fue espeluznante. Una serie de discos imposibles, como no se han escuchado otros jamás.

Cuando Bowie grabó Blackstar sabía que se moría. Bowie grabó su testamento con un paso en el más allá y otro en el más acá. A mitad de camino. Por eso impresiona tanto, por eso trasciende.

En cualquier caso, Bowie terminó Blackstar estando vivo. Otra cosa es que el destino quisiera que se comenzara a escuchar justo cuando él moría, justo cuando él se iba. Scott, sin embargo, grabó sus cinco últimos discos desde el más allá. Cada uno de ellos supuso un paso más en el fondo de los abismos hasta que se le perdió de vista. En ninguno de esos cinco discos nos habla de problemas humanos o si lo hace (que, por supuesto, que sí) lo hace desde la perspectiva de un muerto. De alguien que ya se ha ido, se ha ido antes de tiempo pero no había dicho todo lo que tenía que decir como músico y sólo podía decirlo (y decirlo bien) desde el limbo.

Ahí radica, a mi entender, la clave, sobre todo, de los tres primeros discos de esta tanda:TiltDriftBish Bosch. En comprender que uno no puede, no debe acceder a estos cofres oscuros como si fueran obras normales, grabadas por músicos vivos. No. Ni Tilt ni Drift ni Bish Bosch son grabaciones musicales. En realidad, sí lo son pero no exactamente. Porque también, y sobre todo, son psicofonías. Un espeluznante testimonio de cómo es la vida en en el purgatorio, camino al cielo o al infierno. Un reflejo de la manera en la que los muertos vislumbran nuestros problemas sociales, el amor, la vida, los resplandores. Cómo se comunican entre ellos y con nosotros. Si es cierto que Orfeo vuelve de tanto en tanto a la Tierra, en este caso, eligió a Scott para reencarnarse.

Scott Walker hizo lo que quiso en estos discos. Se dio el lujo al fin de honrar la música destruyéndola, ampliándola, ensanchándola, disolviéndola para convertirla en otra cosa, conducirla a otra dimensión. Fusionó a Schoenberg con Tom Waits, a Lutoslawski y la música de cámara con el pop evanescente y fue un paso más allá aún que la pintura abstracta. Consiguiendo que los sonidos no sólo relucieran, como profundos, intensos colores sino que transmitieran ideas, conceptos y se transformaran en pliegos fantasmagóricos.

Supongo que si el profesor Jesús Maestro me leyera, lo mismo me arreaba un sopapo por decir lo que digo, por utilizar estas metáforas. Me da igual. ¡Que me lo pegue si quiere! ¿Cómo definir sino es con palabras delirantes, al borde del precipio, estos tres discos parecidos a un lamento de buey a un mantra o a un salmo espiritual?

Tilt, Drift y Bish Bosch son un réquiem por el mundo moderno y una avalancha de ruido que pareciera honrar civilizaciones perdidas, los pasos errantes de los hombres por este mundo. En realidad, no son producciones al uso. Son obras literarias, filosóficas tal vez. Son algo más que música. Rezos airados y balsámicos en medio de los que la voz de Scott se eleva como la de un espectro, en torno a una atmósfera de sinuoso ocaso, vals morturio y de derrumbe. Son tanto lienzos de Caravaggio como de Delacroix. Tanto perdidas tragedias de Shakespeare como remotos versos de Lord Byron.

Tengo la impresión de que no es posible agotar ninguno de estos tres discos. Aquí hay dodecafonismo alambicado, decadencia, ecos siniestros y ocasos. ¡Arte, aquí hay arte! ¡Bizancio! ¡Catedrales, iglesias, monasterios!

Para mí, Tilt, sí, es más parecido a una pastoral nocturna. Una oda a la noche y a las ciudades modernas.  Drift un atardecer. Y Bish Bosh es directamente un paseo por un castillo romántico. Una novela gótica. Tilt es un disco que me hace pensar en la destrucción del mundo moderno. Lo que ocurre después del fin. Drift, sin embargo, me retrotrae a las novelas de Thomas Hardy pasadas por el filtro apocalíptico y dodecofánico. Todo ese complejo y rico mundo de las campiñas inglesas que tan bien describieron las hermanas Brontë convertido aquí en un eco sonoro de lo que fue.

Obviamente, estoy jugando más que nunca con la imaginación porque todos estos discos son tan sugerentes que invitan a ello. El realismo los mata. De hecho, nacieron para destruir la realidad. Porque alguien había muerto y quería comunicarse con nosotros.

Si me tuviera quedar con uno de los tres, eso sí, elegiría Bish Bosch. Un disco shakesperiano, isabelino, que lo mismo me hace pensar en los tormentos sufridos por Dostoievsky en Siberia que en el confinamiento del Marqués de Sade en la Bastilla. Un disco que huele a batalla en los firmamentos, a oda de Milton, pareciera recoger a destellos los lamentos de almas torturadas y evocar pasajes perdidos de la historia de Europa.

En todos estos discos, la voz de Scott se sitúa en otro plano. Directamente, levita. Se convierte en otro instrumento más. A veces ni tan siquiera es voz. Es más bien bruma, lamento. Otras es un crujido o parece que podría romperse. No es una voz normal. Es la voz de alguien que ha sufrido un exorcismo, que ha dejado desde hace tiempo su armadura humana, que se ha convertido en un espíritu y transmite su zozobra, su incertidumbre en medio de su espectral viaje.

Así creo que hay que escuchar y se disfrutan aún más estos discos: siendo conscientes de que el que los grabó ya no era el Scott que conocimos sino un reflejo del mismo, un espíritu vagando entre sombras que nos ofrece un testimonio de lo que observa a veces con espanto, otras con cierta alegría.

El disco que grabó con Sunn O))), Soused, merecería otro avería. Tal vez algún día lo haga. Porque es enorme. No es tan difuso y evanescente como los otros tres. Es más bien un tributo al ruido. Un tributo a los temporales, a los mitos oceánicos y a los tornados. A las bestias. Un disco directamente enfrentado a los abismos que es coherente, por supuesto, con su trayectoria anterior. Es el último grito de Scott previo a un viraje dentro del limbo y perderse para siempre.

Antes, eso sí, se despidió con un nuevo salto mortal: una inquietante banda sonora realizada para una adaptación de La infancia de un jefe, un sobrio relato de Jean Paul Sartre. Prueba de que Scott nunca se lo puso fácil ni a sí mismo ni a los demás y de que lo suyo siempre estuvo muy cerca de la literatura y de la filosofía. Probablemente, eso sí, no fue tanto un homenaje al arte europeo (que también) sino una exploración de sus posibilidades de mutación.

Allí justo donde la mayor parte de los artistas decían que ya no se podía ir más allá, Scott comenzaba a escribir, a componer. Es por eso que su arte es eterno. No se encuentra circunscrito al siglo XX y probablemente será mucho mejor comprendido dentro de varias décadas. Scott abrió muchos caminos precisamente porque se zambulló en el ocaso, en los lagos muertos. Porque prefirió morir antes que vivir lamentando la muerte del arte, del arte europeo. Shalam

الماضي هو مقدمة

El pasado es un prólogo

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1imagen….llamada de una isla polinesia con los dientes de «belle de jour»…….(un agujero en los calcetines)……
    2imagen….jugador de golf(¿donde estaran los agujeros?….cuando sepan donde estan cambio de juego)……)
    3imagen….observo perplejo como el arte es multiple…..
    4imagen….es fundamental conocer los procesos de los sonidos….(nuevo para mi)…..me voy al sotano……
    5imagen….sonidos irreales (un poco avejarrucos)…
    6imagen….que llamen al joyero y engarce las joyas(gustav klimt)..
    7imagen…para ustedes señores doctores (la vida)…..
    8imagen….el sonido y sus procesos….(incluidos con el trozo de carne de oveja con lengua azul)……
    9imagen….del tubo directamente al soporte (nuevo producto, nuevos procedimientos)…..
    10imagen….estoy de acuerdo, sin la ciencia el arte atascado…
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=ya1QLsaFlX4&list=PLaBzS-pGm6DjcpMgh-I45O_QHvp2euWoV&index=18…..king-kong…lumpy gravy…1967…

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Destrozando lo logrado por Gauguin y llevándolo a otra dimensión. 2) ¿Llegaré algún día al puerto donde deseo vivir o jamás lo haré? 3) Perdido en medio de una calle. Justo antes de volverme invisible. 4) Perdido en el vientre de la ballena. El nuevo job. 5) Cuervo azteca paseando por Nueva York 6) Cantos gregorianos. Juego de tronos. 7) La furia de los cobardes. Inspiración para un imitador de Delacroix 8) A punto de levitar 9) El barro de los abismos 10) Arquitectura fascista camuflada con cierta intelectualidad. PD: magia borrás. Lo dice justo el comentario que hay en el vídeo. Demasiado buena, demasiado corta.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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