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El problema de Rafa

Feb 3, 2023 | 2 Comentarios

No bromeaba Toni Nadal cuando, hace casi dos décadas, tras contemplar el desempeño tenístico de un joven Novak Djokovic, fue presuroso a buscar a su sobrino para indicarle con cierta preocupación, que tenían un problema.

Para Nadal y Toni, Roger Federer era un desafío. Federer era un Dios griego. Era Apolo. El tenista perfecto. Así que había que humanizarlo. Nadal se convirtió en la némesis de Federer porque el suizo era un enorme listón que superar. No era ni tan siquiera una persona o un tenista. Era un mito. Nadal terminó destrozando mentalmente a Federer a fuerza de sudor y lucha. Demostrando que el tenis es de quien más se esfuerza y no de quien posee más talento y que, además, es un juego que premia el carácter y el tesón, las cualidades humanas, por encima de las divinas.

Sin embargo, repito, Djokovic nunca fue un desafío para Nadal, ¡Jamás!, sino que siempre fue un problema. Un dolor de cabeza. Incluso cuando Djokovic se estrellaba una y otra vez contra el muro forjado por tesón y hierro por el manacorí, existía cierta inquietud en cada victoria.

Nadal no se alegraba tanto al vencerlo como lo hacía cuando doblegaba a Federer. Ante todo, porque no tenía una prueba que superar sino un nivel que mantener. Un bastión que defender. Nadal fue un arma eternamente cargada para Federer. El suizo sabía que, al menor descuido, recibiría una bala envenenada por Rafa. Un tenista obsesivo. Un toro letal. No obstante, pronto, Djokovic se convirtió, a su vez, en una amenaza para el mallorquín. Un francotirador que lo apuntaba desde todos los lados y que, a pesar de errar unos cuantos tiros, no cejaba tampoco en su empeño. Volvía a levantarse y disparar de nuevo con frialdad casi mecánica. Con esa obstinación que sólo poseen los locos, los iluminados o los genios.

En fin. A día de hoy, cada vez queda más claro lo que este trío de insuperables tenistas han supuesto el uno para el otro. Y también resulta evidente el motivo por el que Toni, al ver a Novak, no le dijo a Rafa algo parecido a «tenemos un nuevo desafío» sino exactamente un preocupante «tenemos un problema». Un problema de primera magnitud para una bestia competitiva como Rafa. Pues, actualmente, Novak está por encima de él en esa maravillosa, deliciosa carrera por ser el número 1 histórico que ambos están librando (ya en solitario) en los últimos años.

Obviamente, Rafa no está muerto. Hasta que no se retire, seguirá dándolo todo. Y probablemente, si le respetan las lesiones, todavía conquiste algún Grand Slam más. Pero, en este caso, el problema es doble. En primer lugar, porque Novak parece tener cinco o seis años menos de los que indica su pasaporte. Y en segundo lugar, porque el serbio no es ni ha querido ser nunca un Dios, como lo pareció Federer durante unos años. Novak es un mortal. Un loco. Un guererro. Es completamente imprevisible. Parece un asesino en la pista de tenis pero si pierde, es el primero (por lo general) en felicitar con inmensa alegría al contrario. Lo mismo se pone a bailar sin un motivo aparente, (por el mero hecho de estar vivo) en las gradas que pierde los papeles por una estupidez. Casi siempre se muestra impasible y tranquilo en los momentos más decisivos de los partidos pero son incontables las veces que ha perdido los nervios y ha realizado incomprensibles gestos en intrascendentes momentos de los encuentros.

Novak no es una coca-cola. No es agua. No es un toro. Existen quienes lo califican como un lobo. Una muy buena definición que no termino de adoptar porque pienso que  la historia, el relato de Novak todavía está por hacer. De hecho, hasta que no se retire y pueda evaluar con tranquilidad quién ha sido, no escribiré un avería exclusivamente consagrado a su figura.

No tengo dudas, obviamente, de que el serbio es un fuera de serie. En sus inicios, lo amaba. Me encantaba ver a alguien bromeando sin cesar en las pistas demostrando una desenvoltura y un talento sin igual. En sus inicios, Novak destacaba tanto por sus dotes cómicas y por su desparpajo como por sus sobresalientes capacidades técnicas. Más tarde, parecía destinado a ser un segundón. Alguien opacado por la sombra y el talento de dos gigantes: Nadal y Federer. Y, de repente, cambió su alimentación y su mentalidad y se convirtió en Atila. Un azote tenístico como pocos se han visto en la historia de este deporte. Un látigo. Un violento caballero que asesinaba, exterminaba a todos sus adversarios.

Una imagen que continúa conservando y lo ha convertido en el más temido de todos los tenistas. Cuando está en forma, nadie sabe cómo ganarle ni qué hacer. Porque Novak parece ganar a medio gas. Le dicen el joker porque juega con la mente de los rivales. Siempre tiene un comodín escondido dispuesto a aparecer en los momentos más cruciales. Además, no es políticamente correcto. La cabeza de Novak discurre a vertiginosa velocidad. Es clara y eficaz y eso le lleva a realizar declaraciones de tanto en tanto que nadie comprende. Ni siquiera él ni su equipo. Declaraciones que, en el fondo, son fuego. Son armas. Acicates para la guerras. Pruebas de la tensión con la que vive cada momento. Reflejos perfectos del carácter batallador y contradictorio de un tenista al que supongo que hasta sus más acérrimos detractores le reconocerán que no se traicionara a sí mismo en la peor de las circunstancias.

La mayoría de personas que conozco hubieran mandado al pairo sus convicciones si estuviera en juego en sus vidas algo tan importante como el número uno histórico del tenis. Estoy seguro que lo harían por unos cuantos miles de euros pues no digo ya si tuvieran ante ellos algo tan trascendente. Sin embargo, Novak se arriesgó al descrédito, al vacío y a quedar fuera de juego de esa tremenda carrera con Nadal por su deseo de ser coherente consigo mismo. En realidad, todo lo que vivió en Australia el año pasado fue horrendo. Novak se convirtió en el villano de una historia mal contada. Un criminal egoísta al que había, sin dudar, que arrojar a la hoguera. El Luis Enrique del mundo del tenis. Por más que no hubiera puesto un pie en en el archipiélago austral de no recibir una invitación deportiva.

En cualquier caso, estaba en su derecho de luchar por competir aunque no se hubiera puesto una vacuna que, aún hoy, no estamos seguros de los efectos que puede llegar a causar. Así que era de justicia poética que volviera a triunfar en su torneo fetiche junto a Wimbledon. Su festejo junto a sus familiares y equipo tras vencer de nuevo a Tsisipas en una final forma parte ya no de la historia del tenis sino del deporte. Se encuentra entre los momentos imborrables que nos acompañarán por siempre. Es la viva imagen del explosivo mundo interior de un tenista más temido e incomprendido que amado. Tal vez porque, por lo general, para los seres humanos no existen matices entre el blanco y el negro. Así que es difícil entender a esos seres que se encuentran a mitad de camino de los dioses y de los hombres. A mitad del cielo y el infierno. Del rock y del pop. Esos lobos que aúllan solitarios en medio de la montaña. Shalam

المعرفة الكبيرة تولد شكوكًا كبيرة

Los grandes conocimientos engendran las grandes dudas

2 Comentarios

  1. Alejandro Hermosilla

    1) Rocky: «Adriánnneee, Adriánnnneee». 2) Dos generales romanos antes de una trascendente batalla. 3) Rafa…. tranqui…. somos privilegiados. ¡Disfrutemos! 4) Gimansia griega. Repetir movimientos. Flexibilidad. 5) No me vendo. Me siento oruglloso de mí mismo. PD: muy interesante este grupo. Lo desconocía.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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