Billy
En realidad, Billy Idol es un ejemplo de artista hecho a sí mismo. Un producto tanto de la era punk como de la era Warhol. En sus mejores años, tenía el descaro e insolencia de la adolescencia pero también una intuición salvaje y profunda que convertía sus canciones en truenos. Tormentas retumbando el cielo pop. Una intuición y olfato que no ha perdido como demuestran por ejemplo sus dos últimos discos. Devil’s Playground derrapaba un poco. No terminaba de arrancar a pesar de su interés. Pero la primera cara del más reciente, Kings & Queens of the Underground, era una maravilla. Un ejemplo práctico sorprendentemente consistente de cómo se puede renovar, actualizar y sostener una forma de entender la música sin perder fuelle ni espontaneidad pero tampoco cayendo en pozos sin fondo por la fijación en el pasado adolescente. De hecho, sus primeras cinco composiciones son de una bestialidad sublime. Canciones para escuchar aquí y ahora y levantar los brazos como si la revolución de los guerreros del rock no hubiera acabado hace tiempo sino que su llegada fuera inminente. Son, sí, melodías adecuadas para destrozar una ciudad y escuchar mientras se contemplan las imágenes de la última Mad Max. Locuras optimistas y macarras que en sus mejores momentos sobrevuelan el tiempo y, a pesar de apuntar a un futuro apocalíptico, aparcan sus ruedas en medio de los febriles 80. Demostrando que el tamaño del ego de Billy Idol es igual al de su talento.
Autor: Alejandro Hermosilla
Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.
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