El Antiguo Testamento recoge un caótico compendio de narraciones que demuestran que, del mismo modo que las borrascas son batallas de ruido, viento y agua que permiten el equilibrio de la naturaleza, las guerras entre distintos pueblos o incluso miembros de la misma familia contribuyen a la armonía colectiva.
El Antiguo Testamento es un monumento sagrado que pone de manifiesto que ningún ciclo cósmico puede cumplirse sin el advenimiento del día y el ejercicio de la razón solar pero tampoco sin la llegada de la noche, la culpa y los derramamientos de sangre. Es un relato épico y dramático que demuestra que la venganza y la crueldad no son placeres perversos sino profundas necesidades imposibles de erradicar. Una recopilación de episodios cuyo lirismo es a veces parecido al vino dulce y otras al seco y agrio que no justifica la violencia pero sí demuestra que sin el crimen no es posible alcanzar la paz. Siendo por consiguiente absolutamente necesario que exista cierto grado de injusticia, ferocidad, asesinatos, violaciones y venganzas no tanto para alcanzar la armonía y el buen funcionamiento de una sociedad sino para la supervivencia de la especie.
El Antiguo Testamento predice el futuro advenimiento de las dos guerras mundiales y la eclosión de la obra de Freud. Porque, a lo largo de sus páginas, queda expuesto perfectamente que una existencia sin guerra ni conflicto termina por generar todo tipo de enfermedades mentales. Puede acabar transformando las ciudades en lagos narcisistas. Enormes asilos poblados por esquivos siervos sin personalidad, artistas lunáticos y vagos. Gran parte de sus pasajes muestran que los insultos, el vicio, la locura y las puñaladas continuas entre hermanos son cánceres imposibles de erradicar totalmente. Manifestaciones de la contradictoria naturaleza humana. Truenos al fin y al cabo que brotan de las entrañas de la creación al igual que las ofrendas, rezos y actos amorosos.
De hecho, en la mayoría de sus libros, descubrimos que la crueldad y la envidia no solamente propiciaron la aparición de libertinas, violadores y asesinos como Jezabel, Amnón o Caín sino de patriarcas y reyes clementes y piadosos como David, José y Salomón. Y que, en definitiva, el mal es uno de los principales causantes -por oposición- de los actos heroicos. Puesto que su sola presencia justifica la existencia de los gobernantes, la moral sostenida por los hipócritas, la continua redacción de leyes y el alzamiento de prohibiciones siendo asimismo raíz y principio de las civilizaciones y reinos. Shalam
الأمل هو إفطار جيد ولكن عشاء سيء
La esperanza es un buen desayuno pero una mala cena
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