El desarrollo de la estafa política que sufrimos actualmente los españoles y gran parte de los ciudadanos occidentales tuvo lógicamente varios frentes, capítulos y partes. Por supuesto que la telebasura, los noticiarios, la publicidad o el deporte fueron utilizados para distraer la atención de la población de los sucesos y acontecimientos realmente importantes. Ese obsceno espectáculo que políticos, banqueros y constructores desarrollaban diariamente y era, o bien ocultado sibilinamente, o jaleado indiscriminadamente. Pero hubo otras decisiones y estrategias mucho más sutiles que contribuyen a visualizar con igual claridad los planes de las élites tras la muerte de Franco. En el caso concreto de España hay dos que con el tiempo parecen obvias pero no me lo parecieron así en su momento. Hablaré hoy de una de ellas: la abolición del servicio militar obligatorio por parte del gobierno de José María Aznar.
¿Qué hay de malo en prohibir el servicio militar y apostar por un ejército profesional? En principio, nada. Pues la decisión podría considerarse una invitación a la comunión entre los hombres de buena voluntad. Toda una declaración de intenciones a favor de la hermandad que permitiría modernizar el país. Contribuiría a la ampliación de la conciencia de las personas y de una masa civil dispuesta a resolver sus posibles conflictos sin usar las armas a través de los instrumentos legales vigentes. Pero esto, en el fondo, es una falsedad que nadie puede creer. Una enorme mentira que no se sostiene a poco que rasquemos en su superficie. De hecho, es otra medida de manipulación capciosa que fue tomada, en mi opinión, debido a principalmente a tres razones -entre otras muchas- que favorecerían siempre y en todo momento a las élites.
1) En primer lugar, es muy dificultoso creer que en un mundo en el que existen millares de armas de destrucción masiva, bombas atómicas y racimo y decenas de centrales de energía nuclear, se abogue por el pacifismo. Casi imposible, diría yo. Pues de ser así, ¿qué hacen todos esos proyectiles guardados en complejas fortificaciones? La declaración de paz que no dejaría lugar a ninguna duda, sería destruirlas todas de un lado a otro de los Polos. Todo lo que no sea esto es en el fondo puro maquillaje. Y en este sentido, como no sólo no se ha tomado esta medida sino que al contrario, continúan ampliándose los fondos económicos para el desarrollo de armas cada vez más complejas y sofisticadas, no hay muchas dudas al respecto. La prohibición del servicio militar en los países periféricos o de segunda fila pertenecientes a la OTAN no sería más que una consecuencia del inmenso desarrollo tecnológico de las armas en los Estados modernos y de que, por tanto, ya no son necesarios amplios gruesos de población como anteriormente para ir a la guerra. De hecho, no fue hasta la finalización de la Primera Guerra Mundial que comenzó a considerarse nocivo alistarse en el frente para defender la patria. Hasta entonces, era un absoluto honor. Un privilegio digno de los héroes. Para lo que fue muy importante el que fuera uno de los primeros conflictos donde se comenzaron a utilizar armamento y vehículos de gran potencia -tanques, armas químicas, dirigibles, aeroplanos, submarinos, ametralladoras, morteros- que hacían inútiles los antaño épicos combates entre tropas. Los soldados de hecho, comenzaron a ser una parte secundaria -aunque todavía muy importante- en el combate y no su principal foco y conducto. Por lo que, de alguna manera, la sensación de vacío provocada por participar en una guerra en la que apenas se les tenía en cuenta, se instaló en muchos ciudadanos europeos sembrando las primeras semillas de un antibelicismo que, a medida que transcurriera el siglo XX y la tecnología se desarrollara aún más, se iría agrandando.
Con el tiempo además, se llegó al límite de que una sola persona apretando un botón podía hacer más daño que un batallón de cien mil personas disparando un día tras otro contra una ciudad. Por lo que, en esencia, la formación militar de los civiles ya no era de tanta utilidad como antes ni para los Estados ni para las corporaciones empresariales dado que tenían ya la capacidad de invadir y destruir un país con unos cuantos soldados excelentemente formados que terminaran de ejecutar los planes diseñados en herméticos y asépticos lugares donde no llegaba una sola gota de sangre. Un hecho que, consecuentemente, provocó que el servicio militar obligatorio fuera desapareciendo de Occidente. Aunque ciertamente, tardó un poco más de la cuenta en España probablemente debido a la larga duración de la dictadura franquista que dificultó a los poderes políticos liberarse de las presiones del ejército y de toda una serie de vicios adquiridos que las sirenas del eterno estado de bienestar y el crecimiento económico infinito -(¡Compra, consume y no te esfuerces!)- terminaron por hacer estallar.
2) En segundo lugar, hemos de tener en cuenta cuál está siendo el modelo de organización política desde hace varias décadas: grandes bloques que funcionan casi como empresas o grandes corporaciones en donde es posible abolir las diferencias entre naciones y las pequeñas culturas se ahogan o perecen en el olvido en nombre de la globalización. Un horizonte donde podría cobrar sentido la desmilitarización de los ciudadanos de un país en concreto teniendo en cuenta que el brazo ejecutor y organizativo de la mayoría de ellos -la OTAN- se nutre de militares profesionalizados de un alto nivel de distintas nacionalidades. Algo importante en cuanto así les puede imponer el inglés como idioma común, potenciando el olvido de su origen (con lo que si hiciera falta serían capaces de luchar en contra de su patria de nacimiento) y puede llevarse a cabo con mayor efectividad, el progresivo lavado de cerebro que suele ocurrir durante la etapa formativa de las tropas.
En realidad, gracias a la progresiva evolución del armamento, la OTAN tendría más que suficiente para cumplir sus objetivos con una élite de soldados. Y desde luego, que no estaría interesada en que los civiles aprendieran a manejar armas pues podrían surgir focos de rebelión que se opusieran a sus políticas totalitarias. Desde este punto de vista, lo que hizo José María Aznar no fue más que rendir cuentas a los jerifaltes a los que servía y se debía. Agachar la cabeza frente a sus amos continuando un proceso que había comenzado previamente Felipe González. Ocurre que José María Aznar era además un cínico embustero y se dedicó a «vender» un acto que era totalmente contrario a sus convicciones profundas y realmente antipatriótico y cobarde, como un canto a la paz. Una concesión a los jóvenes y a la libertad que «limpiara» un poco su imagen.
3) En tercer lugar, Rodrigo Rato, José María Aznar, Felipe González o el FMI sabían perfectamente dónde querían conducir a nuestro país aplicando las medidas y planes que contribuirían a crear la burbuja económica: la destrucción de la clase media y el tejido cultural y obrero hasta hacer de España un inmenso paradero turístico destinado íntegramente a servicios, manejado con mano de hierro por una élite de empresarios. Para conseguir este propósito, claro, se magnificó el espectáculo futbolístico, se desmantelaron empresas públicas, se hizo entrar al país en el Euro, etc. Pero, a pesar de todas las distracciones y el consumismo espiritual, la élite no podía fiarse del todo de que no estallara una rebelión cuando la población en su conjunto tomara conciencia de la estafa a la que estaba siendo sometida y es, en esta línea, que se decidió también aparcar el servicio militar. No es lo mismo llevar a cabo un programa de destrucción de derechos y confiscación de bienes a la clase media, si la mayoría saben manejar armas y explosivos que si no han visto una pistola de cerca más que en un filme de Quentin Tarantino o Takeshi Kitano.
A lo dicho anteriormente, debemos añadir esa retahíla de mensajes que en las tres última décadas se han escuchado desde todos los mass-media invocando las grandezas del budismo, la paz y de ciertos líderes indios y sudafricanos profetas de la no-violencia, provocando una mala conciencia (individual y social) respecto a quien predica o piense ejercer la violencia para defender sus derechos. Consiguiendo, de este modo, desactivar algunas de las vías de respuesta más directas y eficaces (no digo sabias) contra el terrorismo de estado. De hecho, creo que es el derecho a tener armas de sus civiles lo que en cierto modo, ha provocado que el FMI no haya ajustado las tuercas a USA como tenía en sus planes y hará, claro, cuando no le quede otro remedio.
Sí. Lo siento. Nunca creí que hablaría en estos términos pero me parece urgente y necesario hacerlo. La violencia llama a la violencia y los Estados la practican diariamente con nosotros de tal modo que finalmente, he comprendido la existencia de la mafia. Una organización que, más allá de la épica fílmica, antes se escapaba de mi horizonte de entendimiento y que ahora, sin justificar ni apoyar, desde luego que visualizo con claridad que tiene una razón de ser tanto como barrendero del Estado (la mafia se hace cargo de los trapos sucios de los que el Gobierno no puede ni debe ocuparse) como contra-poder necesario frente a ese poder institucionalizado con los votos que, con ayuda de las leyes, invade territorios, asesina y quita vidas. Shalam
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