Hace unos días me refería en avería al momento justo en el que me enganché a Sandman. Hice una alusión al número de la colección regular publicada por la DC, en el que me di cuenta de que la creación de Gaiman era una obra mayor. A estos efectos, recuerdo también el momento exacto en el que me ocurrió lo mismo con Los picapiedra. Concretamente, fue observando el tercer capítulo de su temporada inicial. El emitido por primera vez el 14 de octubre de 1960: «La piscina».

Como sabemos, en Los picapiedra aparecen un abusón (Pedro Picapiedra aquí y Fred Flintstone en la versión original) y un masoca (Pablo Mármol aquí, Barney Rubble allá). Los dos, en el fondo, son complementarios y se quieren pero no cesan de discutir y de tener confrontaciones por las más peregrinas cuestiones. Generalmente, por el egoísmo de Pedro. El personaje perfecto para satirizar al consumidor medio norteamericano. Alguien satisfecho y preocupado por nimiedades y cercano a esos cavernícolas que vemos en la pantalla.

En La piscina se vuelve a repetir el esquema de los primeros episodios de la serie. Pablo desarrolla un invento o consigue adquirir un objeto y Pedro se vuelve loco para lograr tenerlo también y disfrutarlo. En este caso, lo que da envidia a Pedro es una piscina. Pablo comienza a construirse una y, ni corto ni perezoso, Pedro le propone un trato. El mismo es el típico atropello por su parte aunque, en principio, parece razonable. Una mitad de la piscina estará en casa de Pablo y la otra en la de Pedro. Así no sólo la piscina será más grande sino que podrán compartir gastos (que ya suponemos quién de los dos pagará). A continuación, ni corto ni perezoso, Pedro le regala ceremoniosamente una pala a Pablo, animándole a cavar y construir él solito la piscina de ambos. Antes, eso sí, le invitará a brindar para festejar su unión. Y aquí viene lo bueno.

Pedro le dice a Pablo: «Algunas amistades están selladas con sangre pero la nuestra estará sellada con agua». Pablo, sin entender bien todavía a qué se refiere Pedro, pregunta: «¿Agua?». Y a continuación, su compinche le responde con sumo desparpajo: «Sí. Estará sellada con agua. Agua de piscina».

Obviamente, al escuchar lo de agua de piscina no pude evitar sonreírme. Ahí me di cuenta de que Los Picapiedra eran palabras mayores. Eso no se le ocurre a cualquiera. Si me dicen que el gag pertenecía a Groucho Marx, de hecho, me lo hubiera creído.

Los picapiedra fue criticada por cierto en su momento por la pobreza de sus gráficos. Según parece, en sus inicios, la productora Hanna-Barbera no estaba muy boyante económicamente. Así que no pudieron invertir mucho en los fondos que tuvieron que simplificar al máximo. Sin embargo, por azares del destino, esa simplificación se ha convertido con el paso del tiempo en una marca de estilo. Su minimalismo es muy moderno, casi contemporáneo, y es posible distinguirlo en muchos videojuegos de la primera época y posteriores.

El estilo pobre pero colorido, bien resuelto, de los fondos de la serie tiene un toque pop y contundente pero también delicado y sutil que logra sacarla de su tiempo. La hace nuestra contemporánea. De hecho, yo al menos percibo incluso su influjo en ciertos manierismos y diseños gráficos de Mad men. En definitiva, en la forma que desde el futuro vemos el pasado. Shalam

من الأفضل أن تكون صامتًا وتبدو غبيًا بدلاً من التحدث وإزالة الشكوك نهائيًا.

Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente