Siempre me ha intrigado la voz de Elvis Costello porque si por un lado es sensible y dulce, por otro un tanto repelente. Parece la de un adolescente engolado que estuviera forzando el tono una y otra vez para seducir a su enamorada. Nunca puedo escuchar a Costello más de una hora porque esa voz acaba envolviéndolo todo. Superponiéndose a las ágiles y bellas melodías que compone. No obstante, si bien es cierto que me carga un tanto, también lo es que nunca me arrepiento del tiempo que dedico a escucharla. Porque esa voz es única. Contiene una mezcla de sal y azúcar en su interior. Podría ser tanto la de un excelente imitador de los Beatles como la de un profesor tímido con dotes especiales de canto. Es la de alguien que se percibe a sí mismo como un genio minusvalorado y siempre necesita forzarla un poco para lograr impactar en el oyente. La de un muchacho nervioso que sobreactúa mientras interpreta una oda pop por primera vez ante el público.
El músico inglés va camino de los 70 años pero, a pesar de la serenidad que el tiempo le ha aportado y florecía por ejemplo en su maravillosa colaboración junto a Burt Bacharach, su voz continúa siendo la de un hombre joven. Alguien que desea pisar fuerte. Que debe hacerlo para no ser arrollado por sus crueles compañeros de clase y lograr algo de atención de las chicas. Y eso la hace encantadora pero también tal vez demasiado aguda y vibrante para algunas de las melancólicas y otoñales propuestas sonoras que ofrece.
En realidad, creo que esa voz es la responsable de que Costello no tenga fanáticos detrás como otros músicos de su estirpe. Porque da la impresión de que hay que escucharlo en pequeñas dosis y de que para tatarear las melodías que compone hay que prácticamente ser un imitador profesional. Pues es tan personal que finalmente obliga a mantener una conversación íntima con él. A tomarse la escucha de cada una de sus obras como un reto. Una vía para penetrar no tanto en el curso de la música contemporánea como en su habitación.
Dicho esto, amo muchos de sus discos. Y llevo un tiempo disfrutando de su mágico Look now. Una gozada en la que, como ocurría por ejemplo en Spike, prácticamente cada canción es un ramo de flores; una postal escrita con primor a una novia que vive en el extranjero; una cajita de bombones; o un regalo de cumpleaños especial. Y por supuesto, la voz de Costello sobrevuela todos esos primorosos y cremosos dulcecitos pop como si tuviera 20 años. Como si fuera la de alguien que aún se estremece cuando le confiesa los secretos que guarda su corazón a su compañera de pupitre. Shalam
اعتن بأولئك الذين لا يرون سوى الفوضى في الضجيج والسلام في صمت
Cuídate de los que sólo ven desorden en el ruido y paz en el silencio
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